51. Visita al veterinario.

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—El Derecho Penal, es un medio de control social, como también lo son la familia, la escuela o las religiones, las reglas sociales o las reglas morales. Lo que caracteriza al derecho penal como forma de control social es que está altamente formalizado... —Ian iba redactando, palabra por palabra y punto por punto, lo que ponía en sus apuntes, como respuesta a la pregunta que le había hecho.

—Vaya... —musité—. Lo tienes todo bien grabado, eres increíble. —Sonreí. Estábamos en mi habitación, yo preguntándole y él tratando de contestar las preguntas para comprobar si se sabía las respuestas o necesitaba repasarlas más. Y mientras tanto, Bell y Sky jugaban en una esquina de la habitación.

La pasada noche organizamos el día de la siguiente forma: él estaría en su casa toda la mañana, estudiando o haciendo lo que sea que tuviera que hacer. Y por la tarde, después de que ambos hubiéramos comido, vendría a mi casa a seguir repasando, para aprovechar el tiempo hasta que tuviéramos que irnos directamente al veterinario, llegada la hora.

—No creo ser increíble, pero sí, por ahora parece que no me falla la memoria. Espero no quedarme en blanco en mitad del examen.

—Eso no pasará —aseguré—. Te veo más que preparado para esos dos exámenes.

Él suspiró y se sentó a mi lado en el suelo, apoyando la espalda contra la cama. 

—Gracias por confiar en mí. —Sonrió, tomando mi mano sobre el suelo.

—¿Recuerdas lo que te dije? —Mi mirada estaba sobre la suya y esperaba que eso no me desconcentrara, a la hora de intentar darle ánimos—. Yo confío por los dos. —Le señalé a él y luego a mí con mi dedo índice.

Ian sonrió de nuevo, esta vez más abiertamente y cuando mi corazón empezó a latir más rápido por culpa de eso, se inclinó para besarme. Al separarnos, su frente quedó sobre la mía. 

—Te quiero tanto... —susurró, sosteniendo mi mejilla antes de otro beso.

No estaba segura de que mi corazón acelerado, pudiera resistir la emoción de sus palabras y sus besos, pero entonces, un asalvajado Sky, saltó encima nuestra para escalar a la cama.

Me giré para mirar a mi pequeño perro, boquiabierta.

—¡Sky! —grité, pero él, en vez de tomárselo como un regaño, se acercó a mí, caminando sobre la cama felizmente, meneando su colita y llegando a donde Ian y yo estábamos sentados en el suelo, para lamerme la nariz.

Yo suspiré, rendida. ¿Cómo iba a enfadarme con esa cosita adorable y alegre?

Ian comenzó a acariciarle el lomo. 

—Creo que te ha conquistado con eso.

Suspiré. 

—Mi madre tiene razón, lo estamos malcriando. —Rodé los ojos y volví a girarme para quedar sentada de espaldas a la cama—. ¿Verdad que sí, Bell? Tu hermano es un malcriado y es todo culpa mía. —La perrita frente a mí, ladeó su cabecita hacia un lado—. Estoy segura de que tú también me entiendes. 

Bell tenía la boca cerrada, pero su lengua sobresalía un poco, como si se estuviera burlando de nosotros. Era tan adorable que no pude evitar reír.

—Estos dos lo entienden todo, pero mientras no digas la palabra prohibida, ella estará tranquila. —Ian me advirtió y le miré, riendo, con el ceño fruncido.

—¿Cuál es la palabra prohibida?

—No puedo decirla, por eso es prohibida.

Entonces creí entender a lo que se refería.

HOPEFULLY  [COMPLETA Y EDITADA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora