14. Mentiras.

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Un dolor punzante fue lo primero que sentí nada más abrir mis ojos por la mañana. La cabeza me dolía como si me fuera a explotar y mi garganta estaba tan rasposa e irritada que cuando intenté tragar noté un intenso ardor.

—¿Aún no te has vestido? —dijo Nelly cuando aparecí en la cocina. Ella acababa de terminar de desayunar y cuando vio mi cara, preguntó—: ¿Estás bien?

—Me encuentro fatal... —susurré sin poder forzar más la voz. Yo no solía enfermarme con regularidad. De hecho, ni si quiera recordaba la última vez que estuve así.

—¿Qué es lo que te duele? ¿Tienes fiebre? —Se acercó a mí y posó su mano en mi frente—. ¡Estás ardiendo! —exclamó, antes de correr al mueble de la cocina a por una pastilla y un vaso de agua.

—Me duele muchísimo la garganta y la cabeza me da vueltas... —susurré de nuevo. Mi voz sonaba ronca si intentaba hablar más alto.

—Eso tiene pinta de amigdalitis. —Nelly era una experta en esos temas ya que todos los años pillaba fuertes resfriados. Ella siempre decía que, «si no fuera tan mala estudiante, habría estudiado el grado de farmacia»—. Pero ¿tú resfriándote en verano? Me parece demasiado raro.

Nelly me pasó el vaso de agua junto con la pastilla para el dolor.

—Gracias. —Agarré la pastilla y me la tomé con el agua—. Ayer nos pilló la lluvia a Ian y a mí en la calle —expliqué—. Probablemente sea por eso.

—Uhm, ya... —Nelly me miró pensativo y torció los labios—. ¿Y por qué no te quedas hoy aquí? Yo me encargaré de decirle a Nick y Nolan que no puedes ni tirar de tu alma.

—No. No, yo puedo... —Nelly me cortó.

—¡Sammy! —Ese grito fue como un golpe en mi cabeza adolorida—. Hoy no vas a ir a trabajar. Vas a subir arriba y vas a volver a dormir. No tienes nada de qué preocuparte porque tenemos los jefes más enrollados del mundo y aunque no lo fueran, cualquiera entendería que no fueras a trabajar en este estado.

Papá entró a la cocina por la puerta trasera del jardín y preguntó:

—¿Quién no va a ir a trabajar?

—Sammy está enferma y no está en condiciones de ir a trabajar. ¿Tú podrías subirle el desayuno dentro de un rato, papá? —Sacó su móvil rápidamente para mirar la hora—. Yo me tengo que ir ya.

—Claro, yo me encargo. ¿Quieres que te lleve a HOPEFULLY y luego vuelva?

—No te preocupes. Tardo solo 15 minutos andando. —Nelly le dio un beso en la mejilla a papá y cogió su bolso—. Tú vete a acostarte. —Me avisó, antes de marcharse.

Papá me dirigió la mirada, extrañado.

—¿Cómo te encuentras, Sam? Tú no sueles enfermar con facilidad.

—Ayer me llovió encima y me duelen la garganta y la cabeza. Nelly dice que estoy ardiendo, así que debo tener fiebre.

Él me tocó la frente con su mano para comprobar la temperatura.

—Exactamente, tienes fiebre. Ve arriba a dormir. Ahora te llevo algo para que comas.

—Papá ¿tú porque no has ido hoy a trabajar? —pregunté lo que llevaba un rato pensando—. ¿Ha pasado algo?

—Ha habido un fallo técnico en la empresa y el jefe nos ha mandado un correo electrónico para informar. No quieren a nadie por allí hasta que esté solucionado.

Eso me hizo quedarme un poco más tranquila. En la empresa de papá habían estado despidiendo mucho los últimos meses. Desde entonces se le había metido el miedo en el cuerpo, creyendo que podría ser uno de los próximos desafortunados.

HOPEFULLY  [COMPLETA Y EDITADA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora