38. Los problemas nunca vienen solos.

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Desperté sintiendo a alguien a mi lado.

Sabía que era Ian, porque recordaba haberle pedido que se quedara conmigo por la noche. También porque fue la única persona con la que estuve toda la noche anterior y bastante parte del día. Lo que me extrañó, fue darme cuenta de que no estábamos en mi habitación, sino en la suya. Yo estaba boca abajo en la cama y me giré para recomponerme. Aún llevaba puesta su sudadera gris y mis pantalones del día anterior, los sentía llenos de arena. 

Ian estaba completamente dormido, cosa que no me extrañaba, después de todo el viaje de ida y vuelta a la playa. 

Está tan tierno mientras duerme, que me dan ganas de comérmelo a besos.

Fui al baño y cuando salí, busqué mi móvil para mirar la hora. Al parecer, volví a despertar cinco minutos antes de que sonara la alarma. Mi cerebro ya estaba acostumbrado a esa hora.

La alarma sonó, pero Ian tardó unos segundos en reaccionar. Sin abrir los ojos, me pareció ver que buscaba algo con su mano sobre la cama. Luego se levantó, apoyando sus codos sobre esta.

—Ah, estás aquí. —Sonrió y se frotó los ojos con una mano.

—Sí, no me ha dado tiempo a escapar. —Me reí, soltando el móvil de nuevo en la mesita de noche.

—¿Pretendías hacerlo? 

—Uhm... —Miré hacia un lado, haciéndome la pensativa.

—Esta bien, entiendo que quisieras huir de aquí. Está todo hecho un desastre.

Yo me acerqué a la cama y me senté a su lado.

—¿De verdad crees que sería capaz de huir de ti? —pregunté, acariciándole el pelo para echarlo hacia atrás. Esta vez, fue él quien se lo pensó. 

—No lo sé, ¿tal vez? —susurró y me agarró de la mejilla para darme un sutil beso de «buenos días», para después, susurrar eso mismo sobre mis labios.

Yo no podía quitarme la sonrisa de la cara.

—¿Quieres ducharte? —preguntó.

—Estaría bien, pero no quiero molestar y no tengo nada que ponerme. La ropa de ayer sigue llena de arena. —Rodé los ojos.

—Eso no es problema, Sammy. Puedo dejarte algo o pedírselo a mi madre. Estás en tu casa. Lo sabes, ¿no?

Yo le sonreí, él me dio otro beso suave y se levantó de la cama para dirigirse a su armario. Sacó un par de cosas y cuando nos pusimos de acuerdo, fui directa a la ducha. Al salir, noté que él tenía el pelo mojado y ropa limpia, así que supuse que se duchó en el baño de fuera.

Cuando bajamos a desayunar, Nolan estaba en la cocina. Se disculpó por lo de la cerradura de HOPEFULLY y nos dijo que ya estaba arreglada. También nos explicó que, esa misma mañana, tenían que llegar unos cuadros que no llegaron a tiempo hacía unos días. Cuando terminó de desayunar, se fue directamente a HOPEFULLY, para recibir a los proveedores.

Ian me contó él porque al final fuimos a su casa. Y es que, al parecer, no vio factible tener que dar tantas vueltas a por el bolso y las llaves, tener que abrir la puerta conmigo en brazos y después intentar no hacer ruido en la oscuridad para no despertar a mis padres o a Nelly. Y visto que, en su casa entraríamos por el garaje y se conocía mejor el camino entre la oscuridad, fue la solución más fácil.

—¡Buenos días! —Liam entró en la cocina.

—Buenos días por la mañana —respondí alegre, recordando las veces que Eric entraba en HOPEFULLY diciendo eso.

HOPEFULLY  [COMPLETA Y EDITADA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora