46. Esto es amor.

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—¿Te gustan mis nuevos guantes? —me preguntó Erin, extendiendo sus manos con ellos puestos.

Eran unos guantes de lana, color rosa pastel, que dejaban enseñar los dedos.

—Me gustan —asentí—. Son los que han llegado esta mañana, ¿verdad?

Aquel día, había llegado un pedido enorme de guantes, gorros de lana y bufandas para combinar de todas las tallas y colores.

—Esos mismos.

—¿Pero no es un poco pronto todavía?

—No, que va. Son de la colección de otoño y el cambio de estación está a la vuelta de la esquina. Cuando menos lo esperemos, tendremos el frió de vuelta.

Eso era cierto, el verano había pasado muy rápido.

Y a la vez, habían pasado tantas cosas...

—Deberías de coger unos tú también. Estoy segura de que se acabaran antes de que empiece el otoño. ¿Cuáles te gustan?

—Los azules son preciosos.

—¿Y que me dices de las bufandas y los gorros a juego? Yo pienso combinarlo todo en cuanto le demos la bienvenida a mi estación favorita del año.

Ambas reímos y empezamos a bajar las escaleras para llegar a la segunda planta. Allí Eric, Axel y Nelly estaban a punto de bajar una mesa redonda que había llegado defectuosa y Nick y Nolan iban a llevar a descambiar.

—Por cierto, Sam, me tienes que mandar fotos del perrito —dijo Erin—. Nelly me ha dicho que es un glotón. 

—Lo es —confirmé, riendo—. No han pasado ni veinticuatro horas, y ya me he dado cuenta de que tiene debilidad por el queso, cuando esta mañana se me ha caído un trozo de loncha de queso de mi sándwich y ha corrido como Rayo McQueen para cogerlo, antes de que me diera tiempo a tirarlo.

—¿En serio? —Erin empezó a reírse y yo con ella.

—Tened cuidado. —Eric dijo, avisando a Nelly y Axel, cuando entre los tres levantaron la mesa—. La parte de arriba es de cristal y como se caiga y se rompa...

—Lo sabemos Eric, no somos tontos. Como se rompa el cristal no podrán devolver la mesa — contestó Nelly.

—Yo le tengo miedo a las escaleras... —dijo Axel, que se veía incómodo.

—¿Necesitáis ayuda? —preguntó Erin—. Cinco personas, podremos más que tres.

—No te preocupes, nos apañamos bien. —Eric contestó en lo que llegaban a la escalera y comenzaban a bajar. Pero a Erin no se la veía muy segura con esa respuesta.

—¿Crees que deberíamos vigilar por si acaso? —le pregunté.

—Sí, será mejor que vayamos a ver como se las apañan —contestó.

Erin y yo fuimos detrás de ellos, pero al final, a pesar de las dudas, consiguieron bajar la mesa con éxito.

Erin y yo nos quedamos a mitad de la escalera de la planta baja, viendo como los tres desaparecían cargando la mesa. Desde ahí, pude ver a Ian, que estaba dándole indicaciones a un cliente que iba con una niña pequeña.

—Puede encontrar las chucherías en el mostrador, donde también hay bolígrafos y material escolar y, en la planta de arriba, es donde se encuentran los juguetes.

Vi que la pequeña que iba con el hombre, se estaba fijando en Erin y cuando habló, las dos nos dimos cuenta del motivo

—Abuelo, ¡me gustan los guantes de esa chica! —Señaló a Erin con su dedo índice y tanto él como Ian, miraron en esa dirección.

HOPEFULLY  [COMPLETA Y EDITADA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora