39. Los Mejores Cuidadores.

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SAM.

—¿A cuántos sitios tenemos que ir? —Pregunté en lo que me abrochaba el cinturón de seguridad de la furgoneta.

—Shh, espera, es lo que estoy mirando. —Eric estaba revisando una hoja de papel, con el logo de HOPEFULLY impreso arriba. Ahí su padre había anotado los sitios en los que teníamos que entregar cada uno de los pedidos.

—Tenemos que llevar bastantes cosas, entre ellas: unos marcos de pared decorativos a una oficina, unas figuras de gnomos y un juego de sartenes a una pareja de ancianos... —Siguió leyendo la lista con concentración.

—¿Figuras de gnomos y un juego de sartenes? —Me reí. —Que cosas tan diferentes.

—Lo son —contestó sin despegar la mirada del papel. —Esa pareja suele pedir muchas cosas a la tienda, ambos están demasiado mayores como para venir a buscarlo por ellos mismos. 

—Aw, pobres... —Musité. —Seguro que son entrañables. 

—Sí, lo son. Seguro que sabes quienes son, ellos eran antes los dueños del quiosco de churros que hay cerca de donde vives.

Me quedé pensativa un momento, ya que me sonaba muchísimo ese quiosco de pasada, pero normalmente cuando desayunábamos churros en casa, siempre eran mamá y papá quienes iban a comprarlos.

Eric continuó. —Recuerdo que hace unos años, era el hombre quien venía a comprar cosas. A veces, venía a buscar regalos para su mujer...

—Que adorable. —Sonreí. —Debe ser una pareja que lleva junta toda la vida. —especulé.

—Eso creo... —Suspiró y me pasó la hoja para que le echara un vistazo, se puso el cinturón y volvió ha hablar antes de arrancar. —Esos podríamos haber sido nosotros en un futuro, Sam... —dijo con un tono de voz suave y melancólico.

"Ay no".

Suspiré y le miré de reojo. —Lo siento, Eric.

—No, no tienes que sentirlo. Desgraciadamente, nadie puede controlar sus sentimientos.

Y desgraciadamente, él tenía toda la razón, estuvimos un momento en silencio hasta que él volvió a decir algo.

—Pero si quieres, podemos ir a comer churros otro día al quiosco que ahora llevan sus hijos.

—Me parece buen plan. —Asentí y  Eric sonrió, antes de comenzar a conducir en dirección a nuestra primera entrega.

Pasaron unas dos horas, Eric entregó unos cuantos pedidos y yo otros varios. Los dos le llevamos a la pareja de ancianos las sartenes y los gnomos de jardín y luego los marcos de pared a la oficina de turismo.

—¿Dónde estamos? —Pregunté cuando Eric paró la furgoneta, delante de un lugar que me resultaba familiar. 

—Estamos en una parte apartada del centro y de HOPEFULLY. Tal vez por eso no te suene el lugar. Esta vez te toca a ti, de mientras yo estaré dando vueltas a la manzana.

—Vale. Dime que tengo que entregar y donde.

—¿Ves ese edificio de ahí? —Señaló el portal que podía verse desde la ventana de mi lado de la furgoneta. —El número 22. —Asentí y el continuó explicando. —Tienes que llevar una planta de plástico, de esas decorativas, a la única puerta que encontrarás en el séptimo piso.

—¿Cómo estás tan seguro de que sólo hay una puerta en el séptimo piso?

—Es lo que mi padre ha escrito en la hoja de entrega. Creo que suelen traer bastantes entregas aquí.

HOPEFULLY  [COMPLETA Y EDITADA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora