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Hakeem alza sus manos cuándo se quedan solos, habiéndose contenido durante todo este tiempo para no gritarle las próximas palabras. —¿¡Que carajos te pasa?!— Sisea.

Arden infla su pecho observando a su mejor amigo y mostrando la desesperación latente en su rostro. —Te voy a pedir encarecidamente que no me recuerdes lo imbécil que soy.— Patea el cuerpo, inerte de el mejor amigo de la pelirroja.

Ahora podía hacerlo y no iba a encontrar a otra persona para desquitarse más que no fuera él.

—¡No te quiero recordar nada, lo que quiero hacer es que abras esa maldita rajadura y pases al puto infierno, de otra manera te vas a arrepentir durante toda tu existencia, y voy a estar a tu lado para recordarte lo idiota que fuiste!— Demanda.

Arden solo puede abrir sus labios y volverlos a cerrar.

Está perplejo.

Confundido y abrumado.

—¡No entiendo qué estás esperando todavía!— Le llama la atención una vez más.

El peliblanco no hace más que pasar ambas manos por su cabello, mostrando la desesperación y el temblor en sus manos.

—¡No puedo, no puedo mostrarle mis oscuros de ninguna forma!— Su respiración es completamente agitada.

Está perdiendo la cabeza a cada segundo qué pasa sabiendo que ella bajó al infierno y él se quedó.

—Mierda.— Parpadea.

La ansiedad se hace presente en su cuerpo y comienza a sentir los espasmos del miedo penetrando una y otra vez sus entrañas.

Incluso, los gemelos no dicen ni una sola palabra al respecto, al poder percatarse inmediatamente, de cómo es que se está sintiendo ahora mismo el semidiós.

En otro momento se hubieran burlado por completo de la situación, y hubieran iniciado una gran conversación sarcástica para con todos los oscuros.

—¡No seas Imbécil, Arden! ¡Estás enamorado de esa chica de la misma forma que ella está de vos, que te acaba de ver en una de tus peores formas, y por si eso no es poco, te recuerdo que te vió explotar y expulsar a cada uno de tus demonios al quitarle por completo el alma a Isaac y dejarlo medio muerto crucificado a la pared!— Acota cínico

—Ya es tarde.— Se ríe.

Sarcástico y desesperado.

Viendo y sintiendo sus manos temblar.

Su mejor amigo se acerca hacia él, para poder tomarlo de las mejillas y obligarlo a que fijé sus ojos en los de él.

—Respira.— Pide. —Respira, Arden.— Demanda fuerte.

Arden traga saliva en seco, cuándo intenta respirar sólo siente una bola de fuego dentro de su cuerpo, subiendo y bajando por su traquea, siendo imposible que el aire llegué a sus pulmones... Y peor aún hacia su cerebro.

—No es tarde, sabes que no es tarde, no seas imbécil.— Arquea sus cejas.

Y lo sabe, Hades le guiño un ojo antes de que desaparecieran por la rajadura que los llevaría al infierno, eso le daba la pauta de que iba a tener unos minutos, al menos, de ventaja para poder aparecer en el mismo lugar y proteger a la persona que amaba.

Arden pasa ambas manos por su cabello. —Cuando Deaton llegué al infierno va a explotar, y le va a mostrar su historia, ese es el primer paso para que se aterre de mí.— Traga saliva.

—¡Ella no va a salir huyendo simplemente por escuchar una simple historia y tampoco por ver a tus oscuros en carne propia!— Alza el tono de voz.

Pero los oscuros de Arden eran su más preciada vergüenza, era la forma en la que se habían creado lo que lo avergonzaba, porque habían sido etapas de quiebre en su vida y dos de ellas habían tenido que ver para con la pelirroja.

El Hijo de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora