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—Ire a cambiarme, y tenemos que hablar sobre eso qué te dije por la mañana.— Arden mueve su cabeza.

Blaire asiente, tomando aire y apretando sus labios.

Se había sentido muy cómodo aquél almuerzo merienda y la verdad es que no sabía cómo actuar al respecto con todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor.

—Bien, yo lavo esto.— Propone.

Arden la mira cómo sí realmente se le hubiera zafado un tornillo, para luego, chasquear los dedos y dejar todo perfectamente ordenado y limpio, tan solo a Blaire con su taza de té en mano, y un vaso de agua.

Ella sonríe parpadeando. —Es difícil acostumbrarme a eso.— Admite boquiabierta.

—Deberias, muñeca.— Le guiña un ojo.

Blaire bebe de la taza para no tener que decir nada, e intentar, en un esfuerzo en vano, ocultar su rostro completo sonrojado, mientras que Arden se retira hacía su habitación.

Ella aprovecha para ponerse de pie e ir por su mochila, la cuál creía qué había quedado en le gimnasio, y no sabía sí todavía seguiría estando los oscuros del semidiós por allí.

Aunque, tenía la clara incertidumbre de entrometerse en aquello... Por más que no fuera su tema, porque no podía permitir que sí siguiera castigando a Seth. Había estado en su cuerpo y la había estado protegiendo durante todo este último tiempo, y si bien, ninguno de las dos podía hablar con el otro, había una especie de conexión y lo que ella podía llegar a llamar, algún pacto silencioso, en el cuál sentía la inminente necesidad de poder protegerlo.

Avanza, apretando sus labios y sabiendo que probablemente está haciendo algo malo, o ni siquiera algo malo, sinó que algo qué puedes llegar a llamar la atención de Arden.

Muerde su labio inferior, cuándo avanza, y corroborar que en el living comedor, y en el gran recibidor que tiene el penthouse no sé encuetra su mochila.

Suspira y avanza, abriendo la puerta que da directamente hacia el gimnasio y encontrándose, efectivamente, con el enorme basilisco, y Seth en el medio de él.

Respirando levemente, cómo dando grandes bocanadas de aire y no teniendo que unir muchas cosas en su cabeza para darse cuenta de que lo estaba ahogando y asfixiando hasta la muerte, para ser mucho más específicos, para luego darle unos minutos de libertad para que se reconociera y respirara y luego volver a asfixiarlo.

—¡Deaton!— Lo llama arrugando su entrecejo.

El basílico, se gira hacia ella moviendo su lengua, y colocando su cabeza de costado al darle una increíble ternura verla de esa forma.

—"Ya no huele a virgen, eso es interesante."— Murmura.

—"No la toques..."— Sisea Seth cómo puede.

El basilisco se ríe en su cabeza, mientras que se acerca a la pelirroja.

Ella se mantiene con sus puños apretados, a ambos lados de sus caderas, sin tener ni siquiera un solo cm de temor sobre lo que está sucediendo.

No puede expresarlo con palabras, pero sabe perfectamente que ninguno de los oscuros del semidiós le harán daño.

—"¿En serio crees que podes defenderla? Arden me va a dar su cuidado a mí, niñato estúpido, ella es demasiado importante para él, cómo para qué lo vuelvas a arruinar."— Se burla.

—No lo lastimes más.— Pide.

Tragando saliva y viendo a Seth. Intentando recomponerse, y por más que ahora mismo está viendo la silueta del oscuro en sí, no puede dejar de reproducir en su mente, el hecho de que él es la miniatura de Arden. Que hubo un momento de su vida en el que fue de carne y hueso, y probablemente en la mente de Arden se ve exactamente de esa manera y puede qué sea lo suficientemente fuerte cómo para protegerla de aquellos chockers, pero no deja de ser un niño, y ahora mismo lo único en lo qué ella piensa es qué es un niño qué necesita ayuda.

El Hijo de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora