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—¡No dejen qué me toque!— Exige hacia sus guardianes mientras que camina dos pasos hacia atrás.

Arden sonríe malicioso tomandola del cuello, sin importarle en absoluto que sus guardias estén avanzando hacia él, pero de un momento al otro los mismos se quedan tiesos en cuanto Hades se pone a un lado de su hijo con los ojos completamente azules y la llama del mismo tono saliendo por sus manos.

—Chicos, no creo que quieran hacer esto ahora, y tampoco estoy muy seguro de que estén en el bando correcto.— Canturrea mientras que siente la tensión que tiene su hijo a un lado de él. —Pero, bueno, quiénes somos nosotros para juzgar.— Suelta una carcajada ronca que comparte para con su mejor amigo.

—¡No pueden destruirme, y no pueden prohibirme que no quiera cuidar lo que es mío!— Sisea más hacía Thomas que hacia Hades.

Por lo cuál Thomas infla su pecho, acomodando las arrugas inexistentes de su traje, mientras que hace una pequeña mueca para con sus labios.

—Esto es completamente absurdo, y creo que ya lo dejamos en claro en más de una oportunidad, nadie quiere tu absurdo mundo de colores y nubes esponjosas, sólo queremos que te mantengas en tu lugar y hagas tu trabajo, y nosotros nos encargaremos de hacer el nuestro.— Sentencia alzando sus manos y dejando eso en claro.

—¡No pueden pedirme que haga cómo si nada está sucediendo, cuando una criatura que puede llegar a matarme se está por gestar en cualquier momento!— Se carajea y arruga su entrecejo observando a los tres.

Más aún a detalle a Arden, quién parece acercarse por demás hacia ella, sin importarle la conversación que estén teniendo los adultos en este momento, teniendo fijo en su cabeza lo que quiere hacer para con Dios, y conociendo la mirada que él está poniendo, lo más probable es que lo haga a pesar de cualquier circunstancia que eso pueda llegar a generar.

—¡Ay por favor, estás cavando tu propia tumba, miles de amenazas a lo largo de los siglos hemos tenido, la mayoría fueron desde tu lado, y sin embargo, nunca iniciamos ninguna guerra, no entiendo por qué lo quisiéramos hacer ahora cuando todos estamos en paz!— Hades remoja sus labios.

Y se toma la libertad de hablar, por encima de su mejor amigo, porque esto incluye a su hijo, y no va a permitir que el mismo sea pisoteado, o que se vaya de esa reunión con aquella espinilla que dándole en la garganta, respecto a que ella puede llegar a querer atacar a su mujer.

Y no lo hace simplemente porque cree que se lo debe por lo que sucedió entre los dos, lo hace porque es lo que le nace desde lo más profundo de su alma, Arden es su primogénito y la persona en la que confía más que nadie, es su orgullo y de quién siempre se encuentra con la frente en alto al observarlo o al hablar de él, y no va a permitir, por más fuerte que sea su primogénito, que nadie lo lastime o lo amenace, de la manera en la que ella lo estuvo haciendo.

—Es simpleme, sólo tenés que dejar en claro en voz alta que aceptas el trato.— Sisea el semidiós.

Ella se carajea. —¡Sólo una estúpida haría eso, es firmar directamente mi sentencia de muerte, y darles vía libre a cualquiera de ustedes tres para hacer lo que quieran con mi reinado y conmigo!— Escupe furiosa ante su comentario de mal gusto.

—Ay que mala respuesta.— Thomás sube sus hombros divirtiéndose por demás con toda aquella situación.

Arden vuelve a meterse en su mente, y está vez lo hace generándole el mayor dolor posible, para que pueda encontrarse lo suficientemente débil y que eso no le dé la oportunidad de ocultarle información vital al semidiós.

Si bien, ya había indagado en la misma y se había quedado tranquilo de que ella no tenía ni la menor idea de la procedencia de Blaire, y todavía seguía creyendo que era la hija del guardián de las almas, no le había quedado del todo en claro si no estaba mintiendo al respecto de aquello.

El Hijo de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora