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Hades, la haber pasado la prueba de la pantera no hace más que avanzar y tomar a su hijo por la mano herida.

Ahora es la pantera la que avanza hacia ellos en círculos, rodeando al Dios y al semidiós.

En una especie de protección tácita qué no dejaría de realizar hasta que supiera que su oscuro se encontraba en perfectas condiciones.

—"Seth ya perdió el control, genial."— Deaton informa con frustración.

Lucha en su interior, para hacer qué Arden vuelva a la normalidad, al mismo tiempo que su padre le quita la daga de la mano y él se ocupa de llamar a los gemelos para informarles de lo que está sucediendo.

—¿Pero salió del cuerpo?— Hades cuestiona arrugando su entrecejo.

No era buena idea que su hijo estuviera perdiendo el control de aquella manera, y menos que menos, que le quedara un sólo oscuro en su cuerpo que pudiera estar tirando de aquel lado para su protección.

—"¡Él no está acá!"— Responde en un gruñido.

Inmediatamente lo escucha, Hades se da media vuelta hacia Karim. —¡Fue a buscarla!— Maldice en su dirección.

Y el guardián no necesita escuchar ninguna demanda o petición qué sale de aquel lugar en busca de Blaire.

—¿Es qué los niños no pueden portarse bien una vez en el maldito siglo?— Escupe colocando sus ojos en blanco.

Volviendo a prestar atención a la pantera girando en círculos sobre ellos.

—Deberias de irte si no querés qué te coma. Y no te lo estoy advirtiendo, te lo estoy demandando, Hades.— Su hijo sisea con diversión.

El Dios maldice negando con la cabeza. No era su hijo, estaba hablando la pantera, y aquello no hacía más qué enfurecerlo.

Era parte de su responsabilidad, había sido él mismo cómplice de todo lo que le estaba sucediendo a su único primogénito, y no había manera de que eso no le impactara de lleno en lo más profundo de su ser.

Es por eso mismo que se veía en la obligación de hacer algo al respecto, de tomar cartas en el asunto y de demostrar que no había sido agrede el hecho de todo el recorrido que había tenido que vivir su hijo para con la pelirroja, para llegar al punto de inflexión en el que se encontraban hoy en día.

—No me iré.— Alza su barbilla.

—Deberias.— Sonríe maldicioso.

—¡Arden, tenés qué calmarte, no podés drenar toda tu sangre, eso es una idiotez, y mi maldito hijo semidiós no hace idioteces, deberías de tener eso en claro y recordarlo en este jodido momento de mierda!— Exige tomando con sus propias manos la palma de su hijo qué no deja de sangrar.

Arden sonríe cínico con sus ojos negros enfocadoa en él. —¡No parare hasta qué toda esa sangre se haya ido de mi sistema, la puedo sentir, puedo sentir el maldito olor putrefacto igual al de ese imbécil, y yo no soy igual a nadie!— Escupe dándole descargar eléctricas a su padre.

Hades cierra los ojos y su cabello se vuelve azul, al igual qué la llama en sus manos qué comienza a sanar a Arden, por más que el semidiós ponga objeciones al respecto.

—Arden, la chica también está enamorada de vos, y se está consumiendo allá arriba y muriendo de hambre sólo porque estás encaprichado con sacar la sangre de ellas impostoras mal nacidas dos de tu cuerpo.— Maldice con los ojos del mismo color qué sus llamas.

Arden traga saliva con una mueca de dolor, y la pantera gruñe cuándo su semidiós se ve adolorido por las curaciones de su padre.

—No quiero su sangre, no puedo tener su sangre en mi sistema si tengo que verla, no lo vas a entender, pero no lo puedo hacer.— Balbucea con la respiración agitada.

El Hijo de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora