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—¿Interrumpo?— Thomas aparece en el medio de la cocina.

Dónde Arden maldice colocando sus ojos en blanco al encontrarse sólo en boxer.

—Si, Thomas, siempre sos lo suficientemente inoportuno.— Chasquea los dedos insonorizando la habitación.

El diablo sonríe relamiendo sus labios y apoyándose en una de las paredes. —No voy a decir qué lo siento por eso, cuándo te estás cogiendo mi hija.— Frunce sus labios fingiendo estar relajado.

El semidiós infla su pecho y pasa una mano por el puente de su nariz, piensa rápido y abre un pequeño link para con Blaire.

—"Muñeca, tengo qué hablar algo con Hakeem de imprevisto, bañate y te espero con la comida."— Pide para evitar qué ella baje a la planta baja del departamento.

—Astuto.— Le guiña un ojo y se relaja manteniéndose apoyado en aquella pared.

—¿Qué querés, Thomas?— Exige saber suspirando y dándose media vuelta.

Continuaría cocinando, no quería hacer nada de forma mágica, no al menos hoy, quería sorprender a la pelirroja de poder mostrarle sus dotes culinarios y de qué los mismos fueran genuinos.

—"¿Está todo bien? Puedo esperarte si querés."— Susurra en su cabeza.

Arden aprieta con fuera el cuchillo qué tiene en su mano y le lanza una mirada de llamas a Thomás, quién se mantiene relajado y con una sonrisa burlona.

—"Es sólo algo de rutina qué él imbécil olvidó mencionar, y necesito atenderlo ahora, pero no demoraremos más qué lo qué tardes en bañarte, te lo prometo."— Miente, sintiéndose frustrado.

Blaire parece darse por vencida, y aquello es más qué suficiente para el semidiós.

—Al punto, no la voy a detener si ella quiere bajar.— Lo apunta con el filo y luego vuelve su atención a los alimentos.

Thomas chasquea la lengua y suspira. —No vengo a discutir, ni a disculparme.— Aclara alzando sus manos.

Arden suelta una pequeña carcajada, arqueando sus cejas. —Si, no esperaba ninguna de las dos cosas por tu parte.— Le recrimina.

—¿Qué puedo decirte?— Se carajea con un guiño de ojo.

—Que es lo qué querés exactamente para no hacerme perder el tiempo.— Murmura perdiendo la paciencia.

—Se qué no querés verlo, pero él está a punto de hacer un desastre si no bajas, sólo para qué lo sepas.— Sonríe cuál niño qué quiere hacer quedar bien a su mejor amigo ante la llamada de atención de su madre.

Arden suelta una carcajada que retumba por toda la cocina, y no necesita darse media vuelta para observarlo de forma incrédula, para dejarla en claro que le diga lo que le diga no va a realizar ese pequeño desvío hacia el infierno para encontrarse con su padre y escuchar lo que él mismo tenga que decirle.

—No puedo creer que vengas hasta acá para perder el tiempo por una cosa que ya sabes qué respuesta tiene de mi parte.— Niega.

Y lo hace, debido a que se encuentra por demás molesto, ya que le están haciendo perder el tiempo que tiene para con la pelirroja. De la misma manera qué sabe qué Thomas es consciente de aquello y de lo mucho qué a Arden le hierve la sangre qué se interpongan entre sus planes o aparezcan de imprevisto en su día a día.

—¿Y qué hay de ella?— Señala con la cabeza hacía atrás.

—Hablara cuándo sea necesario, y cuándo se sienta lo suficientemente segura y preparada para hacerlo.— Expulsa sin querer dar más explicaciones.

El Hijo de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora