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Arden maldice, cuándo la escucha jadear de ese modo.

Sabe qué no le está generando daño, pero sí qué Blaire se asombro de lo que estaba haciéndo, siendo que no esperaba todavía que le quitara al oscuro de esa forma de su propio cuerpo, no obstante, el semidiós le estaba demostrando que iba en serio.

Seth se encuentra en una esquina de la propiedad, detrás de un sillón, en tamaño mediano.

Si fuera por él estaría temblando en estos momentos, demostrándole a su dueño que está haciendo un esfuerzo por no demostrar vulnerabilidad.

Siendo que esa actitud podría llegar a enfadar aún más al peliblanco.

—¿Por qué me lo pediste si lo podías tomar?— Titubea y avanza hacia él.

Arden sonríe. —No quería que vieras esto, muñeca, lo estaba haciendo para protegerte, pero insististe en querer defender a este niñato.— Demanda.

Blaire avanza pocos pasos hacia él, saliendo por completo de la caja metálica y estando, ahora sí, solos los dos, junto a Seth, en el penthouse.

—¿Por qué?— Suspira.

Arden estira una mano y obliga a Seth a salir de su escondite, mientras qué lo arrastra hacia las puertas que dan a su gimnasio.

Blaire los sigue, primero con la mirada y luego activa sus pies.

El semidiós se queja por dentro de que ella lo siga, pero tiene sólo una cosa en mente y es terminar cuánto antes con Seth y su castigo.

—¡Porqué vas a mirarme de la misma forma qué me miraste hace minutos, y no sé si tengo ganas en este momento de recibir esa mirada de tu parte!— Suelta frustrado.

Ella achina sus ojos. —¿Lo vas a dañar?— Traga saliva.

Arden gruñe cuándo los encierra a los tres en el gimnasio. —Si.— Su pecho sube y baja y sus manos se encuentran a ambos lados de sus caderas.

—Aun estás a tiempo de irte, muñeca.— Pide. —Podes simplemente llevarte a Deaton y fingir qué nada de esto está ocurriendo.— Insiste tragando saliva.

Porqué más que un aviso y advertencia, es en realidad una petición porque ella se vaya de inmediato.

No quiere que lo vea en acción y no quiere qué se espante por lo que de verdad es, no sabe cuándo es que le empezó a importar lo que Blaire pudiera pensar o no de él, pero ahora es un echo y no quiere qué eso le afecte.

La pelirroja mueve su cabeza a un costado y toma asiento en una de las bancas de mármol, dejando su mochila sobre la misma, para darle la pauta de que tendrá que hacer más que eso para echarla de su casa.

—No me iré, dije que me quedaría con él porque quería protegerlo, y porque necesito saber qué es lo que hizo que te hace poner tan furioso.— Suspira.

Arden traga saliva, alzando su barbilla y mirándola fijamente. —No me reproches nada, después.— Demanda furioso. —Y tampoco pretendas observarme con ojos de corderito para hacerme sentir mal, porque no me voy a sentir mal por lo que estoy haciendo.— Infla su pecho manteniendo sus ojos extremadamente oscuros.

Tan así, que sus ojos se tornan negros por completo, y sólo fija la vista en Seth, a quién obligó a mantenerse inmóvil, incapaz de salir corriendo, y peor aún, para el pequeño oscuro, expandir su tamaño al real.

Blaire muerde su labio inferior, manteniendo sus manos sobre sus rodillas, ansiosa, asustada, preocupada por lo que podía pasar, no sabiendo sí actuar, quedarse quieta, salir corriendo o entender, cómo primera medida, qué es lo que estaba pasando allí.

El Hijo de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora