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—Lamento interrumpir, tortolitos.— Hakeem se hace presente en el entrenamiento de Blaire y Arden.

En el mismo gimnasio que este último tiene en su departamento.

Arden no lo había escuchado llegar y es por eso que se sorprende, teniendo que admitir que estaba completamente concentrado en enseñarle las técnicas a Blaire.

Y eso que recién comenzaba, y todavía no habían empezado a utilizar a Deaton cómo parte del entrenamiento más fuerte.

—Hakeem.— Blaire sonríe agitada. —Es bueno verte.— Argumenta dirigiéndose hacia dónde se encuentra su botella de agua.

Teniendo que agradecer por todos los medios que él guardián haya interrumpido el entrenamiento para de esa manera poder descansar un poco.

Arden estaba siendo por demás duro para con ella, demostrándole qué no mentía cuándo le había asegurado de qué de ahora en más entrenarían de forma dura.

—Roja, lamento no haber venido antes para qué tuvieras el agrado de ver mi rostro, pero no quería encontrarme con la cabeza de mi mejor amigo entre tus piernas, eso hubiera sido levemente incómodo y Arden se suele enojar cuándo corto sus polvos.— La señala burlón.

Arden muerde su labio inferior, negando con la cabeza y tomando a Hakeem del cuello por aquel comentario de mal gusto qué acababa de hacer.

De todos modos, no lo podía culpar, así es cómo ellos se manejaban a diario con su humor por demás negro, y ya era hora de qué Blaire, ante la mirada de Hakeem, se hiciera partícipe de esa familia poco convencional.

—¡Genial!— Blaire traga saliva. —¡Me alegra saber qué fuiste así de considerado!— Sonríe pestañeando.

Sorprendiendo al guardián en su respuesta, por lo qué suelta una carcajada y la señala divertido. —¡Ah ya estás hecha toda una diablita, rojita, me agrada, me agrada!— Canturrea perverso.

Arden pasa una mano por el puente de su nariz, no pudiendo evitar sentir celos por cómo su mejor amigo y guardián le está hablando a su mujer, teniendo qué recordarse una y otra vez qué él jamás haría algo para quitarle a Blaire o qué nunca le hablaria a la pelirroja en otro tono qué no fuera a chiste o burla sólo para hacerla incomodar.

—Descansa, pero estira, qué se te van a entumecer los músculos y vamos a seguir entrando cuándo esté idiota se vaya.— La señala y se acerca a ella para dejar un beso húmedo en sus labios.

Blaire asiente, con sus labios entreabiertos por la sorpresa de aquel fogoso beso que la deja con ganas de más.

—Bueno.— Susurra sintiéndose una niña al querer más de sus labios.

Hakeem sonríe burlón, relamiendo sus labios y aguantando las ganas que tiene de soltar un chiste al respecto por los celos de su mejor amigo, los cuáles no se molestó en disimular de alguna manera.

—¿Me ofreces un café, o me vas a recibir a las apuradas para volver con tu mujer?— Canturrea dirigiéndose hacia la salida.

Arden infla su pecho sonriendo de costado, al ver cuáles son las verdaderas intenciones del guardián.

No pudiendo negar qué quería que una carcajada se escapara por sus labios. —Si.— Murmura ronco saliendo detrás de él.

—¡No lo extrañes mucho, roja, te lo devuelvo completo y descansado, te lo prometo!— Grita saliendo del gimnasio.

Blaire tiñe sus mejillas de colorado al escuchar aquellas palabras y muerde su labio inferior negando con la cabeza, disponiéndose a continuar con sus ejercicios de estiramiento, sabiendo perfectamente que cuando la conversación entre ellos dos finalice, Arden vendrá a cumplir su promesa y continuarán con aquel entrenamiento arduo y duro.

El Hijo de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora