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Su jornada en la librería no mejoró la partida que había tenido desde la casa del peliblanco.

Blaire y Arden habían continuado con su discusión hasta que la pelirroja decidió que era suficiente humillación por el día.

Tomó sus pertenencias y colocó la ropa deportiva en la mochila para luego cruzar las puertas de ese ascensor y retirarse inmediatamente de su propiedad.

No fue cuando estuvo fuera que se dio cuenta de que el departamento, de aquel demonio que la estaba volviendo loca con tan sólo semanas, le quedaba muy cerca de su casa.

Y no sabe porqué pero eso le generó aún más rabia, volviendo a recordar las últimas palabras que habían podido llegar a cruzar ella y el semidiós.

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—Muñeca sino empezás a mejorar o a poner incentivo en lo que te estoy enseñando las cosas van a estar complicadas.— Frunce sus labios, aúnque, no quita aquellos ojos burlones.

—¿Me estás diciendo que lo estoy haciendo mal?— Los ojos de la pelirroja comienzan a tornarse negros del enojo que tiene encima.

Arden sonríe. —Estoy diciendo que no estás concentrada.— Rueda lo ojos aburrido.

—¡No dejas de dar órdenes!— Se queja.

Él sonríe cínico. —¡Porque no prestas atención!— Recalca.

Blaire lleva sus manos a sus caderas.—¡No soy igual que vos, tengo mis tiempos, además ya te dije que para estar haciéndolo por primera vez lo estoy haciendo demasiado bien!— Admite.

Arden sonríe.

—Sos un demonio mayor, deberías de estar a mí nivel, eso tan solo son excusas.— Le hace saber.

—¡Pero no lo estoy, Arden!— Sube sus manos y las vuelve a bajar. —¡Agradécele eso a Roath que prefirió que la abuela de Silvye me criara!— Escupe con enojo.

Él suspira una vez más, no se iba a meter en eso, ya su vida era bastante extraña cómo para hacerse cargo de los problemas familiares de los demás.

—Esta en tu sangre, Blaire, no en tu cabeza, deja de pensar en lo que va a decir aburridon de todo esto.— Sonríe malicioso.

—¿¡Por qué siempre lo metes en nuestras conversaciones?!— Se queja.

Y Arden ríe ronco. —¡Porque claramente él es quién no te deja ser, y cuándo logres comprender eso es cuándo vas a poder soltarte y hacer las cosas cómo corresponden!— Sube sus hombros dándolo por echo.

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—¿Te sentís bien querida?— Su jefa le sonríe con ternura al notarla algo pálida.

Blaire acomoda su cabello y esboza una sonrisa fingida. —Si.— intenta que aquella afirmación salga lo más amable posible.

—Te ves algo pálida.— Insiste la señora regordeta...

Blaire vuelve a sonreír y agradecer que un cliente haya ingresado a la tienda para poder cortar aquella incómoda conversación.

El Hijo de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora