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En cuanto el segundo receso se hace efectivo la pelirroja sale en busca de su amiga Silvye.

—¿Estás bien?— Arquea sus cejas preocupada.

—Solo estoy con muchas cosas en la cabeza.— Tuerce sus labios.

—Deberías de tomarte las cosas con más calma.— Le aconseja.

Blaire solo sonríe colocando sus ojos en blanco. —El día que pueda tener una noche con tranquilidad lo haré.— suspira apretando sus labios.

—Te haré unas hierbas para que puedas tomar con un te.— Suspira pensando en su bienestar.

Blaire agradece con la mirada. —Eso sería de ayuda.— Admite.

—Supongo que no me estás buscando con tanta desesperación para eso.— Mueve su cabeza a un costado con una sonrisa.

—Por eso sos mí druida.— Sonríe.

La morocha le guiña un ojo. —Me siento halagada.— Bromea llevando una mano a su pecho.

—¿Dónde dijo que me esperaba?— Suspira con pesadez.

—En su departamento del centro.— Responde sabiendo que su amiga detesta ir allí.

Es un condominio en dónde algunos demonios suelen tener departamentos ahí y dado a que en la terraza superior hay un bar sólo para ellos, la mayoría de los demonios se la pasan allí.

—Iré ahora.— Señala su celular con el Uber anunciando que está a punto de llegar.

Silvye asiente estando de acuerdo en que es la mejor de las alternativas no dejar a su padre esperando. —Llámame cuándo salgas.— Aprieta sus labios y la toma de la mano.

La pelirroja asiente y sale antes de volver a chocar con Karim, estando más que seguro de que su mejor amigo no había entendido ni una sola de sus indirectas, y la buscaría, nuevamente, en el receso para intentar mantener una conversación con ella, incluso, estaba más que segura de que también intentaría acompañarla a la casa de su padre, y Blaire no lo permitiría de ningún modo.

El trayecto en el Uber es prácticamente corto a pesar de qué, igualmente, no lo nota porque va perdida en sus pensamientos, y por sobre todas las cosas, en el enojo que tiene por haber dejado qué el morocho llevar a la conversación para el lado que él quisiera.

Le frustraba no saber su nombre.

Para para cuando quiere darse cuenta ya está en la puerta del departamento de su padre esperando ser atendida.

Roath abre la puerta con una gran sonrisa en su rostro. —Blaire, te ves hermosa.— La saluda con un movimiento de mano indicándole que pase y se ponga cómoda.

Blaire ni siquiera es capaz de dirigirle la mirada, lleva una semana completamente dura, y el hecho de que su padre haya llegado de imprevisto y quiera verla de manera tan apresurada sólo hace que le genere escalofríos y se le pongan los pelos de punta.

—¿Por qué me mandaste a llamar?— Murmura mostrándose con pocas pulgas.

Roath suspira y pasa una mano por una de sus cejas.

—Ya que pretendes hacer las cosas de este modo me gustaría recordarte que no soy tolerante a la falta de compromiso.— La mira seriamente sentándose frente a ella.

—Estaba ocupada con mis estudios, dudo que te haya hecho perder demasiado tiempo con tan solo atrasarme unas pocas horas.— Sisea.

Su padre se ríe cruzándose de piernas.

—Perfectamente lo sé, cómo también sé perfectamente que no necesitas de esos estudios, y que faltar a una clase para venir a ver a tu padre cuándo se te fue a buscar no te hará cambiar en nada.— Le hace saber relajado.

El Hijo de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora