9. Nerviosismo

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

Creo que estuve toda la noche torturando a Yazmín, perdí la noción del tiempo en el cobertizo y al salir el cielo tenía un color celeste muy opaco, de seguro eran las cinco o seis de la mañana.

Volví a mi casa bastante tarde y agotado, lo primero que hice al llegar fue tomar una larga ducha para quitarme toda la sangre de encima y claro, también puse a lavar mi ropa.

Luego de prepararme recordé que Tara se encontraba durmiendo en mi habitación, y eso me hizo recordar el... momento que tuvimos antes de que yo me vaya. Estaba demasiado nervioso como para tener un encuentro con ella, además, eran como las ocho de la mañana, por lo que aprovechando que no quería cruzarme con ella decidí dormir en la habitación de mis padres.

El siguiente día desperté alrededor de las dos, era bastante tarde y moría de hambre, pero antes de preparar el almuerzo debía hacer dos cosas; vestirme y despertar a Tara.

En la noche tuve que dormir con una bata que encontré en el armario de mis padres, que está completamente vacío ya que en la casa no quedan ninguna de sus pertenencias. Esto por culpa de que Tara acapara mi habitación, donde se encuentra mi ropa, y aún no quiero cruzármela por los nervios, pero debía superar ese miedo en algún momento.

Subí las escaleras y me dirigí a mi habitación a punto de abrir la puerta, pero me tomó por sorpresa que justo la abrió Tara.

— A-am... Hola... —saludó algo avergonzada y yo carraspeé.

— Necesito cambiarme —ella apartó la mirada nerviosa.

— A-ajá —salió del cuarto y se apresuró en bajar las escaleras por lo que suspiré.

«¿Recordará lo de anoche?»

Tenía demasiada curiosidad y miedo en caso de que Tara lo recuerde, pero tampoco podía ser tan directo al preguntarle, eso me dejaría expuesto.

Me apresuré en vestirme y al rato fui a la sala de estar, donde se encontraba Tara en el sofá jugando con el cierre de su bolso y mirando hacia la nada, pero al darse cuenta de mi presencia se mostró alarmada.

— ¿Te llevo a tu casa?

— Puedo pedir un taxi si es molestia —respondió volviendo a mirar hacia la nada, claramente evitando mis ojos.

— No lo es. Lo hago de paso que debo ir a trabajar al taller.

— Ah... Am... Está bien —se levantó y fue directo hacia la puerta.

«¿Qué le sucede?»

El viaje fue increíblemente incómodo y silencioso, era claro que algo le pasaba a Tara, pero temía preguntar por si era relacionado con lo de anoche. Realmente odiaría que recordara lo que sucedió, porque sé que estuve mal y... me avergüenza demasiado lo que hice. 

Frené el auto frente la casa de Tara y la miré, pero de inmediato ella esquivó mi mirada.

— ¿Qué? —pregunté extrañado por su comportamiento.

— Nada.

— Estuviste todo el viaje mirándome. ¿Tienes algún problema?

— N-no, es que... se me hace muy raro haber despertado en tu cuarto —murmuró apenada al final de la oración y yo alcé mi ceja.

— No hicimos nada —ella me miró— Tú te negaste a volver a tu casa, así que te lleve a la mía.

— ¿En serio? —asentí y ella suspiró del alivio— Claro.

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