35. El cuarto del Museo

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

Eché otro vistazo a la mujer, que ahora se acomodaba el cabello durante su... tonto discurso, y mientras más la miraba, peor me sentía. Era excesivamente hermosa.

— Tara —se acercó Johan a mi oído y yo lo miré— Podemos aprovechar ahora para ir.

— ¿Adónde?

— Al resto del Museo, como querías —me sorprendí.

— ¿Ahora? ¿Ya?

Johan no dijo ni una sola palabra que se dirigió a las escaleras y apenas me dio tiempo de dejar mi copa en su lugar. Hizo a un lado la barrera de cuerda y subió los escaleras a una velocidad promedio para que yo no tropiece con mi vestido al estar siendo llevada por su mano.

Terminando de subir nos encontramos con la zona del Museo que realmente me interesaba ver, esta era la zona donde todas las otras salas se unían, de aquí se puede ir a cualquier otro lado, como donde están las atracciones, ¡incluido los fósiles de dinosaurio!

De las tantas lámparas colgantes del techo que había, sólo tres pequeñas se encontraban encendidas, por lo que la iluminación no era lo mejor, y en cierto aspecto daba miedo. Incluso las muestras continuaban iluminadas, como por ejemplo aquellos focos que dan luz a las estatuas, eso continúa encendido y es perfecto para apreciar el recorrido que quiero hacer.

— ¿Te molesta si vemos todo el Museo? —le pregunté a Johan y él negó con su cabeza.

— Hagamos lo que tú quieras —dejó mi mano para ir hacia una diminuta mesa donde se encontraban varios folletos, así tomar uno y volver conmigo.

— ¡Genial! —grité de la emoción y le arrebaté el folleto sin pensar— ¿Adónde quieres ir primero? —lo abrí y leí las ubicaciones de cada atracción— Por la izquierda están los biomas, por la derecha las aves, y al frente... creo que insectos —lo miré— No lo sé, pero hay un símbolo de mariposa.

— ¿A ti adónde te gustaría ir primero? —sonreí.

— A ver las aves.

— Entonces vayamos allí.

Cuando fuimos para la zona donde se encontraban todos los animales aéreos mi corazón casi estalló de tanta adrenalina. El lugar era enorme y las paredes eran vidrieras que enseñaban a cada especie de ave, y lo lindo era que algunos estaban volando (bueno, congelados en el aire) y otros encima de ramas, o incluso en un nido. Me costó demasiado entender cómo hicieron para que una estatua de un ave pueda volar, pero luego vi el hilo que lo ataba al techo.

Las estatuas estaban hechas a la perfección, y por más tierno que se me hacía ver a los pajaritos en su nido con sus hijitos, me gustaba más ver a los que volaban, ya que estos tenían las alas abiertas y las plumas eran extremadamente realistas. Tengo entendido que no son animales disecados, y eso prefiero creer.

Lo mejor de esta zona del Museo era que frente las vidrieras habían altavoces y botones junto con etiquetas del nombre de cada ave, ya que dependiendo el botón que presionaras el altavoz enseñaría el canto de alguno. Johan se quedó presionando demasiadas veces el botón que enseñaba el sonido de un búho, ya que le impresionaba todo lo que veíamos. Era claro que jamás vino, y ver que no entiende nada es bastante adorable.

— Mira a este pececito —sonreí emocionada al verlo nadar tan tranquilo por la pecera junto con sus otros amiguitos— Es muy tierno.

— Se ve ridículo —fue el único comentario de Johan al asomar la cabeza a mi lado— ¿Por qué sus ojos son tan grandes?

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