83. Mío

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

— ¿Te sientes mejor? —pregunto al ver que su respiración volvió a ser moderada, y Liz asiente mientras se aparta de mí, secando todas las lágrimas que humedecieron sus mejillas.

— En serio lo siento —suspiró evitando verme de la vergüenza— Necesito aprender a controlar mis ganas de llorar.

— Es... totalmente normal. Sería más raro que no lloraras, realmente —digo haciéndola reír.

— Sí, pero prefiero eso —me miró— Ahora... —miró mi pecho— llené tu sudadera de agua.

Fruncí el ceño y agaché la cabeza para mirar, viendo las gotas en toda mi sudadera a causa de sus lágrimas.

— Perdón por eso.

— Es sólo agua —la miré y ella sonrió de lado.

— Agrada ver que alguien no haga escándalo por eso.

— ¿Te sucedió?

— Con otro amigo. Se quejó porque le dejé la remera manchada de lágrimas —puso sus ojos en blanco al recordarlo— Ni siquiera era bueno para consolar. No sé por qué iba con él cada vez que lloraba.

— Parece que lloras seguido —digo haciéndola reír.

— Sí, soy una sensible.

— Debió quedarme claro cuando nos hablamos por primera vez... Literalmente te pusiste a llorar.

— Eso... se volverá un momento muy vergonzoso con el tiempo —me miró—, pero aunque sea fuiste bueno para mantenerme calmada. Como ahora —fruncí el ceño confundido.

— ¿Crees que pude ayudar?

— Claro, ¿no ves como estoy? Sabes consolar muy bien a la gente.

«¿En... serio?»

Alcé mis cejas sintiendo el comentario muy sorprendente por lo que Liz volvió a reír, encontrando mi gesto gracioso.

— ¿Qué te sorprende tanto?

— Jamás creí que podría consolar a alguien —digo con absoluta sinceridad— Eso de los sentimientos no son lo mío.

— Bueno, te va muy bien con eso, así que no te subestimes tanto —se levantó de la banca y tuvo un escalofrío que me hizo alarmar— Agh... —sobó sus brazos haciendo una ligera mueca de asco— ¿Podrías acompañarme a mi casa? Comienzo a sentir el frío que hace.

— Sí, claro... —esperé a que ella guíe el camino para seguirla— ¿Vives cerca? —ella asintió.

— A dos calles de aquí.

Asentí en silencio y miré a mi alrededor sin saber cómo comenzar una conversación, intentando ignorar lo incómodo de la situación por el extremo silencio que había.

Sólo se escuchaba a Liz tiritar a causa del frío, ya que no estaba muy abrigada para las temperaturas que hacían. Tenía una blusa manga larga que se notaba lo fino de la tela, y si bien yo tengo una sudadera que puedo prestarle, no quisiera hacer algo que luego podría enfadar a Tara.

A mí no me gustaría que otro chico le dé su sudadera, así que no haré lo mismo.

Quería conversar con Liz, pero no sabía de qué. Con Oliver esto era completamente distinto, y mucho más fácil, porque sabíamos cuán capaz era el otro de matar a una persona, y eso no sólo nos conectaba, sino que nos permitía contarnos experiencias u otro tipo de cosas acerca del otro.

Todo por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora