74. No me dejes

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

Llegué al cobertizo y mis piernas se congelaron antes de acercarme a la puerta. No podía ver adentro desde aquí, y tampoco me atrevía a asomar la cabeza por un sentimiento de temor que me oprimía el pecho. Mis ojos se movían nerviosamente de un lado a otro, mientras peleaba en mi mente por entrar o no, ya que no estaba lista de ver si Johan seguía allí.

Si Johan no está, significa que escapó y que puede volver a atraparme en cualquier momento, o que me vio regresar al cobertizo y lo aprovechó para salir corriendo a matar a Mónica. Simplemente no me sentía lista para afrontar la realidad, pero no tenía otra opción.

Respiré hondo, armándome de valor, y con las piernas ligeramente temblorosas caminé hacia la puerta. La sensación de alivio que recorrió mi cuerpo cuando vi que Johan seguía adentro fue como si una enorme piedra hubiera sido sacada de mi pecho, hasta que notó mi presencia y se desesperó de inmediato.

— Tara —exclamó sorprendido y se puso de pie— Tara, quítame la soga.

— ¿Dónde están las llaves del auto? —preferí ignorarlo al imaginar que insistiría demasiado para que lo libere, por lo que suspiró abrumado.

— No me hagas esto. Quítame la soga y te ayudaré. Puedo llevarte a la ciudad yo mismo.

— Dime dónde están —levanté la voz sabiendo que esa era la única manera en la que me escucharía, pero Johan no hizo caso y se acercó a mí, acción que me alarmó e hizo retroceder— Ni se te ocurra moverte —le digo fulminante.

— Linda... —continuó acercándose por lo que fui retrocediendo, sintiendo mi corazón en mi garganta— No puedo dejar que me abandones.

— Johan, hablo en serio —extendí mi brazo para que mantenga distancia— Quédate quieto —ordené con el mentón en alto, intentando verme firme.

Johan detiene sus pasos y me observa a los ojos en silencio, a lo que miro a mi alrededor buscando algún lado donde las llaves podrían estar. Antes, cuando revisé sus bolsillos en busca de la llave de los grilletes, no encontré otra cosa más que una caja de cigarros, por lo que ya tengo asegurado que las llaves del auto no están en su pantalón.

Vi el bolso negro que Johan suele traer por mi ropa y me acerqué a revisar los bolsillos, de vez en cuando echándole un ojo a Johan para asegurarme de que no intente nada extraño. Hasta el momento se mantuvo completamente quieto, de pie y observando cada uno de mis movimientos, cosa que me hacía sentir bajo presión por algún motivo.

— ¿En serio piensas dejarme? —la voz débil de Johan resonó en mi cabeza a causa de la culpa, porque ya sabía cuántos traumas tuvo con esto del abandono, y yo estoy por hacer lo mismo.

— Haz silencio —digo aún revisando cada bolsillo del bolso.

— Sólo dímelo —murmuró sin fuerzas— ¿También vas a abandonarme?

— Dije que hagas silencio.

— Creí que me amabas.

— Tienes que estar jodiendo —suspiré irritada y solté el bolso para ir a la mesa de armas donde estaba la cinta adhesiva.

Fui hacia Johan luego de arrancar un trozo y lo senté en la silla para alcanzar mejor su rostro y ponerle la cinta en la boca con fuerza, viendo el ligero gesto de dolor que hizo cuando ejercí presión.

— Si vuelves a molestar te ataré a la silla —lo miré fijamente a los ojos para incrementar miedo en él, pero la mirada de Johan se suavizó ante mi amenaza, observándome con un cariño que me puso incómoda.

Todo por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora