11. Misterios a la luz

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

Luego de unos segundos esperando Johan volvió del baño y se sentó frente a mí, mientras que yo comía callada al saber que preguntarle cosas no serviría de nada.

— Nací en Alemania —dijo de repente y yo lo miré sorprendida.

— ¿De verdad? —él asintió.

— En Remscheid.

— ¿Es un lugar bonito?

— Sí, eso creo. Nunca pude disfrutarla mucho.

— ¿Por qué?

— No la pasaba muy bien de pequeño —carraspeó aclarando su garganta y comenzó a comer— La gente siempre se sintió extraña a mi lado, decían que yo estaba maldito y... Alemania es un lugar bastante religioso, por lo que solían decir que yo era Satán —fruncí el ceño.

— Ay, no... Eso es horrible. ¿Tan mal se sentían a tu lado? No tiene sentido.

— ¿Alguna vez te dijeron lo que se siente estar en el mismo lugar que un fantasma?

— Eso creo. Que uno siente frío, escalofríos y... una sensación muy extraña en todo el cuerpo.

— Así se sentía la gente conmigo —alcé mis cejas asombrada— Por culpa de eso mis papás debían mudarse cada mes, nadie nos quería en el vecindario. Trataron de todo para... que yo no sea así, hasta llamaron a un exorcista y fue bastante patético.

— ¿Te hicieron un exorcismo? —pregunté sorprendida— Eso es una locura —él asintió— ¿Es por todo eso que viniste a Estados Unidos?

— En parte sí. Mis padres al ver que yo no tenía solución me abandonaron y luego me encontraron unos turistas, eran estadounidenses y decidieron adoptarme.

— Eso es un final muy lindo —dije sonriendo de lado y él se quedó en silencio por un rato.

— Sí.

— Dudo que tu nombre alemán sea Johan —él me miró— ¿Cómo te llamabas?

— Jan Gebauer. Iba a ser imposible entrar a Estados Unidos con ese nombre, por eso mis papás adoptivos lo cambiaron.

— Pues tus dos nombres son muy lindos —noté que él evitó sonreír ante mi halago por lo que me reí— ¿Qué?

— Nada. Gracias.

— ¿A qué edad viniste a Estados Unidos, entonces?

— A los seis años, sólo habían pasado unos meses desde que mis padres actuales me habían encontrado en la calle.

«¿Eso significa que lo abandonaron a sus seis años? Por Dios... Yo sabía que Johan iba a tener una historia triste, pero esto es horrible»

— Cuando comencé a ir a la escuela... ahora eran los niños quienes me trataban mal. Eran sólo unos pendejitos de nueve años, así que no eran violentos, pero en la secundaria el bullying era más fuerte.

— ¿Entonces sí te hicieron bullying? —él alzó su ceja— Es que... yo lo... supuse.

— Sí, me hicieron bullying. Me golpeaban cada vez que podían, así que volvía hecho mierda a mi casa.

— ¿Tus papás lo sabían? —él asintió nuevamente— ¿Nunca hablaron con los de la escuela? O tal vez intentaron cambiarte a otra secundaria.

— No, no estaban para eso —volví a fruncir el ceño— Llevan haciendo un viaje de negocios hace tres años.

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