71. El cobertizo

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

Me desperté lentamente, con mis párpados abriéndose poco a poco. Aún sentía un poco de pesadez, de seguro porque no pude descansar bien, y cuando terminé de abrir los ojos, éstos se fueron acostumbrando a la luz tenue de la habitación. Se ajustaron gradualmente hasta que finalmente pude visualizar mi entorno, y mi rostro perdió todo el color cuando reconoció el cobertizo de Johan.

Volteo mi cabeza a los lados y hago un inútil intento de mover el cuerpo, porque estaba atado a una silla. Miro la soga que tenía mis brazos atados en la parte de atrás y me muevo con desesperación, también notando que mis pies habían sido amarrados. Me agito con facilidad luego de gritar en vano a causa de la cinta en mi boca, y mi pecho comienza a subir y bajar rápidamente. No tardé nada en agitarme.

«¿Q-qué mierda sucede? ¿Por qué estoy aquí?»

El bosque estaba muy silencioso, apenas se oían algunas brisas de viento chocar contra hojas de los árboles, y tanto silencio me inquietaba. Miré a mi alrededor más veces de las que pude contar, y no encontraba manera de desatarme o cortar la soga, por lo que simplemente me rendí. No tenía más opción que esperar a que Johan aparezca.

Los minutos pasan y se sienten eternos. Habrán sido más de cuarenta minutos después que escucho unos pasos afuera del cobertizo, como el crujir de unas ramas y el aplastar de unas hojas, y miro con atención hacia la puerta.

Pocos segundos pasan que se abre, y la figura de Johan entrando con sangre en el rostro me hace temer por mi vida, incluso si tenía bien metido en la mente que él jamás me haría daño, porque todo lo que sucedía contrastaba demasiado aquello.

Él está loco por mí, y fácilmente puede hacerme daño creyendo que está haciendo algo correcto. ¿Cómo no temerle?

— ¿Despertaste hace mucho? —preguntó con absoluta tranquilidad, pero con el semblante serio, dejando un hacha ensangrentada en la mesa con armas, ya que la otra estaba despejada.

No tenía cómo responder con la cinta adhesiva en mi boca, así que no me esforcé en hablar o hacer un mínimo ruido. Fruncí las cejas demostrando mi enojo, incluso si mis ojos enseñaban el miedo que sentía, y Johan suspiró cuando se percató de mi gesto.

— ¿Todo lo que haga te va a molestar? —se paró frente a mí, pero yo no quise levantar mi cabeza para mirarlo, así que enfoqué mis ojos en todas las armas de su mesa— ¿Qué? ¿Ahora te doy miedo? —preguntó con clara molestia, y yo no respondí.

De repente su mano agarra mi mentón con brusquedad, y Johan levanta mi cabeza para que lo mire. Siento la sangre en sus dedos mancharme la piel, por lo que no pude evitar hacer un gesto de asco ante el líquido resbaladizo.

Con la otra mano quita la cinta de mi boca, y un alivio me llega al cuerpo cuando el aire entra mejor a mis pulmones.

— Estás d-demente, Johan —digo con los ojos ligeramente lagrimosos, haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas— ¿Cómo vas a secuestrarme?

— Lo hago por tu bien. Ésta es la única manera en la que no puedas peligrar —frunzo el ceño por esa respuesta inesperada, y Johan acerca su rostro al mío— Si estás aquí nadie vendrá a secuestrarte, o a intentar violarte.

— Entiendo que... tengas intenciones buenas, pero no es correcto. No puedes secuestrarme sólo para protegerme.

— Sí puedo —dijo con el rostro hecho piedra, generándome miedo por ser tan inexpresivo—, y no es sólo para protegerte. Te quiero aquí sólo para mí.

Todo por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora