46. Hora de tomar medidas

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

— ¿Sabes? —rompió el silencio, pero no la tensión del ambiente— Ya decía yo que te me hacías conocido.

— ¿Yo... a usted?

— Sí. Sentía que te conocía de otro lado, sólo no sabía de dónde —fruncí las cejas familiarizado con el sentimiento y me callé para oírla hablar— ¿No fuiste a la fiesta de caridad? En el Museo de Ciencias Naturales.

— Sí... —procesé un largo rato mi respuesta, y ahí fue cuando entendí de dónde la conocía— ¿Usted no es la mujer que se puso a hablarle a todos?

— Sí, yo era la anfitriona —asentí una vez que entendí.

— Tiene sentido —hablé conmigo, y su ceja se arqueó curiosa.

— ¿Qué cosa? —la miré.

— Digo, porque... usted también se me hacía conocida. Fui a la fiesta acompañada de mi novia, y allí la vi —hice énfasis en la clara palabra que podría ahuyentarla, pero ella ni se inmutó.

— Te vi con Tara. Son lindos juntos —sonrió dulcemente.

«Bueno, eso lo confirma. Es una completa zorra»

— Lo sé. Nos amamos demasiado, así que somos extremadamente fieles —sonreí falsamente, aún presumiendo que no estaba soltero como para que se me acerque tanto.

Imaginaba que con indirectas podría rechazarla, aunque no sabía si eran tan indirectas, porque básicamente le gritaba a la cara que tengo novia y no planeo ponerle los cuernos por nada del mundo, pero ésta cínica parece disfrutar que justamente yo no esté disponible.

— Eres lindo, Johan —exclamó de la nada, haciendo caer mi sonrisa— Eso ya es suficiente para mí —avanzó otro paso hacia mí.

Veo su mano subir hasta mi rostro, pero agarro su muñeca de inmediato. Iba a soportar que se me acerque, no que me toque.

— Su esposo debe ser un gran hombre —seguí evadiendo su coqueteo por lo que una risa cortante salió de su boca, ya mostrando aquella personalidad zorra que tiene.

— Si lo fuera no estaríamos así —se soltó de un jalón y descansó la misma mano en mi costado, acorralándome en la mesada.

— ¿Qué sucede aquí? —se escuchó a Tara entrar a la cocina, a lo que de un susto Mónica y yo nos separamos, haciendo ver la escena el doble de sospechosa.

Tara se da cuenta de mi presencia y no sabe cómo reaccionar, sobre todo luego de que me vio en una situación bastante comprometedora. Rápidamente tomé el jarrón con el ramo de flores para acercarme a ella, así extender mis dos brazos con una sonrisa nerviosa.

— Son para ti, ya que te gustaron tanto las flores de la última vez.

Miro a Tara expectante por cualquier respuesta, pero su mirada está perdida, o más bien ella lo está. Sigue sin saber cómo sentirse al tenerme frente a ella, y el cansancio no ayuda mucho en el proceso de emociones porque no estuvo durmiendo adecuadamente. Yo la vi mediante la cámara, trasnochó demasiado.

El silencio perdura infernalmente en la cocina y Mónica aclara su garganta incómoda para retirarse como si no me hubiera querido follar hace un segundo, pero yo también le resto importancia porque continúo con los brazos estirados, esperando que mi amada acepte las flores. Un ligero suspiro escapa de sus labios humedecidos en bálsamo labial, y continúa sin palabra alguna que decir.

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