69. El pasado Pt.4

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

Había un sonido muy molesto que no me dejaba descansar. Era un pitido, uno muy corto y agudo que aturdía mis oídos, porque no paraba. Quería apagarlo, creyendo que podría ser una alarma, pero cuando intenté mover mis manos algo no me lo permitía.

Un aroma a lejía me llegó a las fosas nasales, y fue ahí cuando no entendí nada. Abrí mis ojos confundido, y me encontré en una habitación de hospital, con una televisión colgando de la pared que reproducía un programa para niños, y con otros muebles, la mayoría máquinas que... me mantenían... vivo.

¿Vivo?

Fruncí las cejas cuando recordé lo que había hecho hace rato, y miré mis manos, atadas con una tela a la camilla donde me encontraba recostado. Mi muñeca izquierda estaba muy vendada, y había una bolsa de suero a mi derecha que se conectaba a un tubo en mi mano, donde había una aguja clavada en una vena.

No tenía ni la menor idea de cómo terminé aquí, ni quién me trajo, pero me quería ir para terminar lo de antes.

Estar a punto de morir fue hermoso. Se sintió relajante y liberador, y necesito volver a hacerlo para estar tranquilo. Necesito regresar a mi cuarto y cortarme de nuevo.

— Estás despierto —oigo una voz femenina y volteo a mirar hacia la puerta, donde entró una enfermera a revisar unas cosas— ¿Cómo te sientes?

— ¿Cómo... llegué aquí? —no quería responder su pregunta, porque no iba a parecerle agradable escuchar que me siento mal por no haber conseguido matarme.

— Un hombre te trajo —revisó la bolsa de suero y escribió algo en el anotador que cargaba— Lo haré pasar.

La enfermera se retiró y yo miré la pared frente a mí en completo silencio, sin ningún pensamiento cruzando por mi mente. Fue entonces cuando vi al señor Scott entrar a la habitación, y mi cabeza se nubló por completo al darme cuenta que lo había olvidado.

Fue la única persona que me trató bien en mi vida. Aunque sea... antes de haber intentado matarme debí decirle que estoy agradecido con él. Eso fue tonto de mi parte.

— De tan solo ver tu cara quiero golpearte —suspiró cerrando la puerta y caminó hacia mí, mientras yo lo miraba sin entender— ¿Qué miras?

— ¿Cómo me encontró? Yo... estaba en mi habitación. ¿Cómo hizo para entrar a la casa?

— ¿Piensas que no puedo irrumpir una casa? —tomó asiento en el sofá individual a mi lado y dejó una bolsa rosada de plástico en la camilla— Se suponía que ibas a ir al taller luego de clases.

«Cierto...»

— Y al creer que me evitabas o que te olvidaste, fui a buscarte —dejó de mirarme y sacó una caja de galletas de la bolsa— Suelo disfrutar de ver a gente tirada y con sangre encima, pero lo tuyo sólo me dio náuseas.

— Esa... es una agradable manera de decir que le importo.

— Cállate y come —abrió la caja y me dejó la galleta en el pecho esperando que la tome, pero vio mis manos atadas— Ah, sí... —la tomó— Abre la boca.

— No tengo hambre.

— Entonces esperaré a hacer un té —la guardó y cerró la caja para suspirar por segunda vez— En serio... Agh... —apoyó su cabeza en la camilla y yo fruncí el ceño por su comportamiento tan extraño.

El señor Scott no suele mostrarse así de hiperactivo, y no suele hablar tan rápido. Es más callado y serio, sobre todo, lento, porque le gusta jugar con mi paciencia y curiosidad. Vivo preguntándole cosas de su vida, y él vive respondiendo lento porque sabe que mi paciencia no existe.

Todo por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora