57. Necesitado

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

— ¿Por qué no mejor seguimos estudiando? —le propuse para cambiar el ambiente a uno menos trágico, ya que Tara parecía estar a nada de romper en llanto— Quedó una galleta, puedes quedártela —acerqué el plato que casi nos habíamos terminado cuando tomamos el té.

— ¿Puedo... tomar algo de agua?

— Sí, claro —me puse de pie y corrí a la cocina para servir un rápido vaso de agua, así volver con Tara— Ten.

— Gracias —suspiró pesadamente y le dio un trago a lo que miré el plato en la mesa, notando que la galleta ya no estaba.

Moví las comisuras de mis labios formando una pequeña sonrisa y volví a tomar asiento, esperando que Tara se tranquilice para continuar con el estudio. No quería hacerla angustiar, y lo mejor para eso era distraerla un poco, siempre mostrándome de buen humor así se le contagia.

Antes de conocer a Tara no tenía ni la menor idea de cómo funcionaban las emociones, mucho menos sabía cómo se sentían, y ahora me siento todo un profesional al saber cómo puedo hacer para que ella se sienta mejor. Incluso me atrevo a decir que mi alexitimia se fue por completo, porque no me siento tan vacío como antes... y es una sensación bastante linda.

— Así que —rompí el silencio en todo el comedor, mientras Tara se secaba las lágrimas de los ojos con una servilleta— ¿A qué año habíamos pasado? ¿Mil ochocientos, qué? —pregunté observando el libro.

— Cuarenta y seis. 1846 —soltó su segundo suspiro pesado y se terminó el vaso de agua para apartar las cosas, así mirar el libro— Ya pasamos lo de la Revolución Industrial, la primera, no la segunda —me aclaró.

— Pff, eso es obvio —fingí hacerme el tonto por lo que ella se rio.

— ¿Qué pasó en la Primera Revolución Industrial, entonces? —me miró atenta.

— ¿Se crearon los carruajes? —ella entrecerró sus ojos desconfiada.

— ¿Te estás haciendo?

— ¿Cuándo se crearon los carruajes, si no?

— Muchísimo antes, Johan. Si tan poco conocimiento tienes me tendré que quedar toda la noche para enseñarte historia.

«Ojalá»

— ¿Qué? —me preguntó al verme tan callado— ¿No vas a responder con ninguno de tus chistes coquetos? —levanté mis cejas tomado por sorpresa.

— ¿Esperabas uno? ¿Tanto te gustaban?

— Sólo... pregunto —esquivó mi mirada un tanto avergonzada, haciéndome sonreír de oreja a oreja al ver que Tara no podía ser más obvia.

— Así que te gustan mis chistes coquetos —me acerqué a ella haciendo pequeñas cosquillas en su pierna al tocarla con mis dedos, por lo que dio un brinco del susto.

— N-no, era... Pregunté por curiosidad —acomodó su cabello detrás de sus orejas— Voy a ponerme a leer, así que haz silencio.

— Claro —respondí todavía sintiéndome divertido por la situación.

Tara no tardó en ponerse a leer en voz alta las cosas tan aburridas que el libro de historia tenía, y claramente yo no le presté atención. Estaba tentándome de acariciarle la pierna como hace rato, hasta que me di cuenta que nada me detenía de hacerlo. Nuestras sillas estaban casi pegadas, y no podíamos estar más cerca, por lo que simplemente me llené de valentía e hice el primer paso, que era apoyar mi mano en su muslo.

Todo por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora