49. Mejoras

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

— ¿Q-qué? —su rostro completamente pálido y sus ojos abiertos reflejaban el inmenso miedo que Selena tenía, y claro que eso ya se sentía como una victoria para mí.

— Puedo hacerlo en cualquier momento, después de todo estaremos conviviendo en el mismo sitio por un largo tiempo —ella intentó zafarse de mi agarre, pero yo jalé de su remera con más fuerza, impidiéndolo y arrugando la tela— Así que te recomiendo estar atenta, o terminarás bajo tierra como tus amigos.

— Estás e-enfermo... ¡Suéltame! —me dio un empujón y yo la dejé ir, viendo que los enfermeros planeaban acercarse.

— No hice nada —alcé mis manos como si me estuvieran apuntando con una pistola— No te pongas histérica, Selena —dije con un tono burlón que la hizo enfurecer.

— Maldito idiota... ¿En serio fuiste tú? ¿¡Tú los mataste!? —amagó con correr hacia mí, pero los enfermeros fueron más rápidos y la agarraron de a dos para que no me haga nada— ¿¡Cómo pudiste!? ¡Enfermo de mierda!

— ¿Qué pasa? —reí al verla tan desquiciada, y eso sólo sirvió para hervir su sangre a tal punto que su rostro se tornó rojo de la rabia— ¿Te importaban mucho?

— ¡Voy a matarte, Johan!

— ¡Es suficiente, Selena! —la calló uno de los enfermeros— Vamos a tu habitación.

— ¡No! ¡Déjame! —forcejeó sin éxito— ¡Ese maldito mató a mis amigos!

Volví a sostenerme las manos detrás de mi espalda y vi cómo los enfermeros se llevaban a Selena del lugar, que me miraba apretando los dientes con una furia descomunal, y eso sólo me dio más razones para sonreírle, sobre todo al saber que ésto la irritaba.

Cuando las puertas del sitio se cerraron tras la llevada de Selena volví a tomar asiento ignorando por completo lo sucedido, incluso si todavía se oían los gritos desesperados de la tipa.

— ¿Qué fue eso? —me preguntó Oliver con los ojos como platos.

— Larga historia —volví a tomar la pulsera para continuar con la manualidad.

— En ese caso ya es hora de que la vayas contando, ¿no crees?

— Otro día.

Oliver asintió aún anonadado por la rabieta que tuvo Selena ante mi presencia y continuó preparando la pulsera de la amistad. Al terminar la hora ya habíamos acabado las pulseras, la suya siendo un intercalado de bolitas azules y celestes, con unas más diminutas y plateadas coladas entre ellas. En el caso de Oliver, me obsequió una pulsera similar a la mía, intercalando bolitas de color rojo y negro. En cuanto el dije, puso una cruz religiosa plateada que mucho no me importó porque quedaba bien.

Cuando terminó la hora libre los enfermeros separaron a varios grupos de pacientes, incluido a mí, que me metieron con gente que jamás había visto en el edificio, tal como Oliver, que se lo llevaron con otro grupo. Éstos eran los que Oliver mencionó para la terapia grupal. Los enfermeros nos guiaron a aquella planta repleta de oficinas y nos hicieron sentar en un círculo absurdo mientras una mujer hablaba de la sesión que tuvieron ayer.

Ya que todos se pusieron a hablar de sus vidas y me hacían dormir con tan solo dos palabras, pasé la entera hora jugando con mi nuevo brazalete. Era agradable, no sólo la joyería, si no, la idea de tener un amigo. Soy consciente que no llevo ni veinticuatro horas en este lugar, pero Oliver me lo está haciendo demasiado fácil y se lo agradezco por eso. Es el primer amigo que tengo en toda mi vida... Eso me choca un poco, pero tampoco podía sorprenderme si soy consciente de la soledad que me acompaña desde que nací. Creo que, en cierto modo, es un poco gracioso que hice a mi primer amigo en un manicomio.

Todo por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora