93. Pasión sangrienta

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

Tara observa el cuerpo de Lizbeth en silencio por unos segundos, hasta que cae en cuenta de lo sucedido y se pone rápidamente de pie, dejando caer el hacha de sus manos.

— Y-yo... —titubeó sin saber qué decir y me miró— N-no soy un monstruo —quiso aclarar de inmediato— Ella l-lo merecía.

Miro la cabeza de Lizbeth que tenía el cráneo tan partido que su cerebro era visible y regreso mis ojos a Tara que me miraba con absoluto terror, empeorando la aceleración de mi corazón.

— Esto... s-se tenía que hacer. Si n-no lo hacía, Lizbeth hubiera seguido con su mierda —avanzó unos pasos hacia mí y mi cuerpo entró en alerta, generando un cosquilleo eléctrico en mis partes erógenas— T-todo es falso. Lo sabes, ¿v-verdad?

Permanezco callado para dejarla hablar y Tara junta sus manos en forma de ruego, entrelazando sus dedos desesperada, mientras mi temperatura corporal aumentaba mediante los latidos se hacían más fuertes.

— Si Lizbeth no se alejaba de ti, iba a perder la cabeza —explicó angustiada y mis ojos comenzaron a iluminarse— N-no podía dejar que termines conmigo, mucho menos por culpa de esa maldita.

— ¿Lo hiciste por mí? —murmuré formando una sonrisa enorme en mis labios, desconcertando a Tara.

— ¿E-eh?

— ¿La mataste por mí? —pregunté fascinado, acercándome a ella en lo que el deseo se hacía cada vez más grande en mi interior.

— Bueno... S-sí...

Apenas oigo su respuesta siento la excitación recorrerme de pies a cabeza, y no puedo contener más las ganas que la agarro del rostro para juntar nuestros labios en un beso apasionado, quitándole todo el aire de los pulmones.

Tara reacciona tarde al no poder procesar bien la situación, pero no duda en corresponder al beso con el mismo deseo que yo, entrelazando su lengua con la mía, moviendo su boca al compás de mi desesperación.

Sujeto con firmeza su cabeza para moverla a mi merced y acaricio sus suaves mejillas, esparciendo las pocas salpicaduras de sangre fresca que le quedaron, y dejando un rastro hasta sus orejas. Tara suspira y jadea por aire, no haciendo más que regalarme esa apertura entre sus labios para que mi lengua tome lugar dentro.

Siento mis rodillas debilitarse ante los sonidos que Tara buscaba callar y pierdo el equilibrio, haciéndola chocar con el cobertizo. Se sostiene de mi remera por unos segundos, pero acaba subiendo sus brazos para rodear mi cuello y pegar nuestros cuerpos, poniéndome el miembro como roca al sentir el roce de nuestras caderas.

Abrazo su cintura fuertemente sin querer despegarme de su boca y el calor en mi interior me hace sentir la ropa un estorbo. Mis manos viajan hasta la falda de Tara, queriendo desnudarla a ella primero, pero en cuanto me adentro en su ropa interior se retracta y acaba el beso.

— E-espera —sujetó mi muñeca para evitar que me mueva y yo la miro con la respiración agitada, sintiendo mi pantalón apretar por lo mal que consiguió ponerme ahí abajo— Necesito... limpiarme.

Frunzo las cejas sin entenderla, pero quito mi mano imaginando que no era el momento para eso.

— ¿Limpiarte?

— Tengo... su sangre encima —me miró— No me gusta.

«A mí me encanta...»

— Ya está seca. Será complicado que te la quites sin agua.

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