37. Entrando en la intimidad

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

— ¿Todos estos días estuviste saliendo con tu acosador? —me preguntó Johan haciendo un gesto de confundido y yo asentí entusiasmada.

— El sábado fuimos a los juegos del centro comercial y la pasamos increíble —acomodé mi silla más cerca de su pupitre para descansar mis brazos en la mesa.

— Pero... es tu acosador. ¿Realmente te interesa... ser su amiga?

— Ya no es mi acosador, se volvió un amigo. Él dejará de gustar de mí y lo ayudaré a enamorarse de otra chica. Ya me imagino ayudándolo en sus futuras citas, de seguro estará todo nervioso —me reí, pero él continuó mirándome confundido.

— Dudo que guste de otra chica si está tan loco por ti.

— Con el tiempo todo se puede. Lo que importa es que él dejará de estar acechando y asesinado gente por toda la ciudad, y además, ganó una amiga —él permaneció en silencio por unos segundos y luego asintió.

— Sí, es bastante bueno.

— ¿En serio? No te ves muy contento con la noticia.

— No es por esto, es que... llevo unos días complicados. Me cuesta concentrarme —rascó su nuca algo cansado a lo que fruncí el ceño preocupada.

— ¿Sucedió algo?

— Es muy difícil de explicar —me miró incómodo y yo sonreí de lado.

— Bueno, cuando quieras eres libre de decirme —me puse de pie— Iré con Chris, ya lo hice esperar demasiado. ¿Quieres que te traiga algo de la máquina expendedora?

— Antes de que te vayas, ¿podemos hablar de una cosa?

— ¿Qué cosa? —volví a tomar asiento.

— ¿Sí recuerdas... lo que sucedió en el Museo? —al instante me sonrojé y reí nerviosa como reflejo.

— ¿Lo lindos que eran los dinosaurios? Claramente lo recuerdo —me hice la tonta al no atreverme a discutir lo que él justamente quería discutir.

— Sabes de qué hablo. Lo que hicimos en aquel cuarto.

— A-ah... Sí, obvio —sujeté mis manos por encima de mi rodilla, comenzando a quitarme las uñas al no sentirme nada preparada de tocar el tema.

— Me gustaría si un día de estos vienes a mi casa y... lo intentamos —me sorprendí.

«M-mierda»

— ¿Y-ya? ¿T-tan pronto? —él se alarmó al verme tan preocupada.

— Si no quieres no haremos nada, sólo es una propuesta.

— N-no, yo... Sí quiero, pero... me aterra la idea. Ya sabes cómo me puse en el Museo, me altero y empiezo a sudar como loca —él se rio.

— Creo que en ese momento fuimos muy rápido. Cuando estemos en mi casa lo haremos lento, y... no es necesario preocuparse, si no te sientes cómoda solo dímelo y me detendré —presioné mis labios insegura de qué responder a lo que él enseñó una ligera sonrisa para aliviarme— Sin presiones, Tara.

— Me... gustaría intentarlo —él alzó sus cejas asombrado.

— ¿Si? ¿Y te agrada la idea de vernos en uno de estos días? —asentí— Eso es perfecto... ¿Cuándo te gustaría?

— Eh... ¿Podemos arreglarlo por mensaje?

— Sí, está bien.

Volví a ponerme de pie y acomodé mi silla en mi mesa para mirar a Johan, así dejar salir un suspiro enorme.

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