Tierras Niponas

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(...) Pista de Aterrizaje / Afueras de Nagasaki / Yakuso

En cuanto tocamos tierra, agradecí en sobre manera el talento de mi piloto, era un tipo común, con una esposa, dos hijos y una vida feliz, solo que gracias a mi ganaba cuatro veces el salario que tendría en una línea comercial y con el plus de trabajar menos. Acompañe a mi hermosa invitada por las escaleras de bajada, todavía estaba mareada y cuando vio que finalmente estaba en el piso, su sonrisa se volvió notable.

—Bienvenida a la casa en la que nací Valeria —Apunté a la construcción que se alzaba en una pequeña colina contigua a la pista.

—A tus padres no les faltaba la plata ¿O sí? —Me hablo con ese acento latino que tanto me gustaba.

—De hecho, mi bisabuelo la construyo con sus propias manos, fue mi padre quien hizo la pista de aterrizaje, como puedes ver esta bastante alejada de la ciudad, por lo que antes tenían que hacer largos viajes para comprar provisiones —Señalé con inteligencia.

—No se ve como una construcción creada por una sola persona —Apuntó ella a las distintas mejoras eléctricas y tecnológicas que ya se veían desde lejos.

—Estuve haciendo unas remodelaciones o, mejor dicho, un amigo alemán las incluyo, también te lo presentare, por ahora vamos —Ofrecí cortésmente.

La propiedad contaba con escaleras y una pasarela lisa, todo esto llevaba directamente a la entrada, para mí fue grandioso ver su reacción, le fascinaba los diseños clásicos mezclados con el modernismo. No disimulaba en ningún momento lo que sentía y eso me contentaba muchísimo, cada fibra de su cuerpo gritaba lo autentica que era y, sobre todo, le daba igual lo que otros pensaran de ella.

—Esto es una mansión —Aseguró con una expresión impactada.

—Solo espera a ver el interior tesoro —Bostecé algo cansado, el viaje fue duro y el panorama que se me presentaba no era positivo, las vacaciones terminaron en cuanto puse un pie de nuevo en este sitio, el traer una invitada no cambiaba nada.

La cara de Valeria no me sorprendió, se dejó llevar por la belleza de los acabados, la opulencia de los adornos y la maestría de los tallados, en ese momento si pudo comprobar que la propiedad fue creada por las manos de un auténtico artesano, quien personalmente le dio forma a cada pared y que en ningún momento buscaba el conformismo de un mero trabajador pagado por horas.

—Es impresionante... ¿Cuántos años tiene este sitio? —Dudó tocando con suavidad los muros.

—Más de cien años —Respondí dándole una señal a Mako y a Hirano para que se retiraran —Vivir tan alejada de la ciudad le permitió sobrevivir al desastre y a la guerra, es en sí misma una reliquia histórica —Acote contento.

—¿Qué son esos ruidos? —Preguntó al percatarse de un movimiento bajo nuestros pies.

—Este sitio es mi base de operaciones, cuando hago mis incursiones a Tokio prefiero usar refugios temporales —Expliqué con seriedad.

—Todo esto me pone un poco incomoda... No sé qué tipo de persona eres, por momentos siento que eres alguien bueno, luego te escucho hablar y... Pareces un demonio —Sus miedos eran entendibles.

—Valeria... ¿Has conocido un solo ser humano que sea completamente bueno o malo? —Le comunique con una ceja arqueada.

—Ahora que lo dices Kuso, creo que no —Suspiro como derrotada, dejándose caer en el sofá con pesadez.

—Por supuesto, veraz, considero que soy lo que el mundo requiere, alguien que sabe apreciar el trabajo del prójimo y respetar el valor de los individuos, pero que también castiga a los bastardos que se salen de la raya —Afirmé sentándome a su lado, aumentando nuestra cercanía.

El Soberano YakuzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora