Olvidando los Pendientes

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(...) Motel de Nagasaki / Yakuso

El idilio había llegado a su final, tendría que hacerlo, pero no por eso pensaba regresar a la casa sin más, la comida del hotel era buena, sin embargo, quería llevar a mi amada a un sitio con más elegancia y dejar de ver sus nalgas desnudas o seguiría teniendo la imperiosa necesidad de yacer en su lecho, por ello le comenté de la idea de salir a pasear, cosa que acepto sin dudarlo.

—Lo malo es que solo tengo la misma ropa que traje puesta —Carcajeó ante la repetitividad de nuestros trajes.

—Eso no está bien, le diré a Ayato que traiga unas prendas de la casa y que luego nos acompañe por allí —Sonreí al ver su emoción, no solo estaba contento por las relaciones que tuvimos, estaba feliz por la confianza que teníamos ahora mismo.

Realice la llamada poco después, Alphonse intervino el teléfono en cuanto termine de solicitarle las cosas a mi chofer, hablaba sobre la premura en llevar a cabo la operación en el siguiente punto y que tendríamos que reunirnos cuanto antes para dejar todo en orden, le dije que en la noche lo haríamos, justo cuando terminara mi cita con Valeria. Insistió en que vinieran escoltas, pero yo le dije que no hacía falta.

Cuando uno está enamorado comete muchos errores, crees que por estar en esa fantasía de alegría todo lo demás será color de rosas, fuimos primeramente al Parque de la Paz en Nagasaki, donde el gigantesco coloso azul que adorna la entrada te recibe para recordarte los caminos tan grandiosos que las reconstrucciones tras la caída de las bombas trajeron a estas tierras y el aprecio u amor que se tiene por la vida desde entonces.

—Admito que la primera vez que vine supuse que este sitio sería un lugar frio y árido —Comentó mi hermosa dama caminando junto a mí agarrados de la mano, perdiéndonos en la belleza de esos fastuosos árboles.

—Los japoneses somos un pueblo orgulloso y trabajador, jamás permitiríamos que una derrota nos hundiera para siempre, si mil veces nos caemos, tantas otras nos pondremos de pie —Declaré con un absoluto aprecio por mi nación.

—No creí que fueses alguien que valorara tanto un territorio, especialmente con las discrepancias que tienes con los gobernantes —Musitó ella sintiendo la suave brisa acariciar su cabello.

—Este país no tiene la culpa de los tontos lideres que posee, sus maravillas están muy por encima de esas tonterías mortales —Proclamé mi opinión con seriedad, viéndola reflexionar.

—Entiendo lo que dices, Cuba es un lugar increíble, sus playas, su belleza natural y toda esta minada por quienes están en los puestos más altos —Hablaste con una autentica furia.

—Bueno, cuando terminemos aquí podríamos hacer limpieza por allí —Ofrecí entre carcajadas.

—Ya estoy cansada del heroísmo, quiero que seamos felices y vivamos en paz juntos, así que espero que ya no se te metan más ideas en tu cabeza loca —Declaraste furiosa tocándome el cabello.

—De acuerdo, de acuerdo, no hace falta que te pongas tan agresiva —Quejé quitándome sus traviesas manos, las cuales buscaban enredar mi pelo.

Al partir de allí, fuimos directo con Ayato a uno de mis restaurantes favoritos, el Jet Set Bar, un lugar fascinante en el que cada día cambian de color las paredes y dibujan nuevos modelos de grafiti, sus meseros reparten en patines y en general la onda parece mesclar estilos de hip-hop, sin duda un sitio muy llamativo que quería presentar a mi amada. En cuanto me baje del vehículo le abrí la puerta a la dama para que se adelantara y procedí a hablar con mi chofer.

—Ve a buscar el pedido y regresa cuanto antes, aquí está el dinero y una jugosa propina para ti —Guiñe el ojo a mi socio, antes de dirigirme a la entrada —Espero que me diga que si —Suspiré nervioso.

—Honestamente es solo un trámite, es obvio que ella ya lo acepto, igual le deseo suerte, jefe, ya vuelvo —Indicó este subiéndose nuevamente en el vehículo y abandonando la zona.

Cuando me aproximé para hacer la solicitud de la mesa me encontré con que mi bella dama ya estaba instalada muy tranquilamente en el centro de la emoción, se veía justo como me gustaba, sonriente y hermosa. Pedí permiso para acceder hasta el puesto, con la finalidad de no tener ningún accidente ya que las vías de los meseros y los comensales se entrecruzaban.

—Que sitio tan particular escogiste —Comunicó ella entre carcajadas.

—Pensé que sería bueno para pasar el rato, no todo tiene que ser elegancia y glamour, también puede ser sencillo y hermoso ¿No te parece? —Dudé convencido, viendo como esta asentía.

El mesero no tardó mucho en llegar, nos solicitó lo que pediríamos y le sorprendió saber que empezaríamos por el postre, queríamos refrescarnos después de esa extenuante caminata. Degustamos unos muy sabrosos helados y poco después pedimos unas pizzas individuales con sus respectivos refrescos, ver a mi amada divertirse con la música me llenaba de placer, mas no tanto como ser llamado por el recepcionista, ya que un hombre me tenía algo.

—No tardaste nada Ayato —Felicité a mi chofer, quien me otorgo una caja y un ramo de flores.

—Lo hice lo más rápido que pude, el auto está presentando una falla, jefe, iré a revisarlo un momento y volveré en seguida ¿Le parece? —Preguntó este con interés en que todo saliera de maravilla.

—Bueno, nada puede ser perfecto, avísame si es algo complicado para que traigan otro auto —Indiqué contento estrechándole la mano —Gracias colega —Agradecí al caballero, quien me dio una palmada y se marchó.

Caminar hacia ti fue un momento genuinamente precioso, tus ojos estaban al borde del llanto y corriste para ayudarme con una amabilidad que solo tú puedes entregarme. Definitivamente escogí bien, eras la chica perfecta y aunque no estuvieras de acuerdo con lo que hacía, allí estabas para consolarme en este difícil viaje.

—Por Dios Kuso... ¿Qué es todo esto? —Preguntó colocando las flores sobre la mesa, un arreglo bellísimo con varios colores preciosos.

—Bueno, uno no puede hacer una petición sin ser digno de ella —Tomé la caja y la abrí lentamente mostrando unos collares gemelos, cuya única diferencia era el color de las piedras, el de ella era morado y el mío verde —Valeria, este tiempo contigo ha sido el más feliz de mi vida y aunque he mentido para que las personas no te menosprecien, nunca te lo pedí formalmente... ¿Quieres ser mi novia? —Solicité con el corazón acelerado, esperando su respuesta.

—¡Por supuesto que sí! —Gritó con felicidad, haciendo que todos en el restaurante silbaran por nuestro nuevo compromiso.

El resto de la velada pude por fin relajarme, el queso, jamón, salsa y demás materiales de las pizzas estaban buenísimos. Comimos con mucho gusto y como celebración a ese momento nos dieron una tarta de regalo, que pensábamos compartir con Ayato en cuanto volviera, el tiempo paso y este no se comunicó, cuando por fin llego una llamada quien estaba al otro lado de la línea no era a quien esperaba.

// —¿Alo? —Dudé al contestar.

—Mein Fuhrer... ¿Dónde está? —Cuestionó el alemán con una preocupación notable en su voz.

—En Jet Set Bar ¿Qué paso? Me atrasé porque Ayato aún no vuelve —Expliqué con cierta obstinación.

—De eso se trata... Iremos a buscarlos ya mismo, él... Esta muerto —Sus palabras cayeron como plomo sobre mí, me dejaron con una profunda exasperación. Quien sea que lo hubiese hecho esto, lo pagaría extremadamente caro. //  

El Soberano YakuzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora