(...) Afueras de Tokio
Irrumpimos en la gran casa tras las escaramuzas de la explosión, lo hicimos en una fila india en nuestros coches, por el único camino libre que teníamos, éramos tres vehículos bien posicionados, a los que subimos tan pronto los explosivos detonaron. Desde el agua observamos vigías y en el techo también salieron unos cuantos, los cuales comenzaron a ejecutar disparos contra nosotros.
—¡No tengan piedad! —Alcé la voz asomándome por la ventana, contratacando con rabia.
Las aguas rápidamente se llenaron de sangre y la parte superior de la vivienda también, el caos se apodero de esa tranquila zona, causando ecos en esa eterna planicie de alaridos y gritos, toda la belleza reducida a nada en un parpadeo, nuevamente por culpa de la intromisión humana, la cual como peste destruía todo a su paso, ese era nuestro mayor pecado como especie. Continuamos sin pararnos hacia la construcción central, cuando creímos que teníamos la situación controlada nos demostraron lo contrario, observamos cómo un sujeto en particular alzaba un lanzacohetes y sin mediar palabra lo apuntaba hacia nosotros.
—¡Cúbranse! —Grité a mis hombres, intentando reaccionar lo más rápido posible en medio del desastre.
El misil en miniatura fue arrojado contra los coches, hubiésemos salido volando por los aires de no ser por la rápida maniobra de Hirano, quien rodo el vehículo y lo estrello contra uno de los pilares centrales, saliendo justo a tiempo del estrecho camino, el carro justo tras nosotros se llevó la mayor parte del daño, saliendo disparado por los aires en una estela destructiva. El tercero también lo logro, llevándose por delante al condenado rival con todo y su problemática arma.
Nos bajamos y el caos no disminuyo, todo lo contrario, tuvimos que rápidamente protegernos en las columnas, pues las balas continuaron saliendo, esta vez provenían de las ventanas y aquellos que nos apuntaban eran especialmente hábiles en el manejo de los fusiles, pues quien asomaba un poco la cabeza era asesinado sin piedad.
—Me toca —Comentó Kato sacando una granada de su bolsillo.
Este la lanzo con una precisión endiablada, colándola por la ventana, estallando tan solo instantes más tarde y provocando el alboroto suficiente como para que pudiésemos movernos hacia adentro, despachando a los que no fueron alcanzados por el fuego o las esquirlas. El techo inmenso se alzaba glorioso frente a nosotros, igual que una escalera preciosa que daba acceso a los pisos superiores, hizo falta un poco de humo que nos sirviera como cobertura visual o de lo contrario seriamos acribillados.
—¡No dejen que escapen! ¡Mátenlos a todos! —Ordenó él, su voz era inconfundible.
—¡Entrégate Renko! ¡No permitas que estos hombres mueran por ti! —Exclamé con un odio rebosante.
Claro que no fui escuchado, las fuerzas se redoblaron, mercenarios pagados para morir por su servicio, sin embargo, nada podía frenarnos, continuamos la ofensiva con la misma energía, movidos por la inagotable adrenalina, los disparos iban y venían en todas direcciones, quitándole la vida a quien fuera que tocaron, pero por cada uno de mis hombres diez de los de él eran eliminados. Con esa productiva ventaja llegamos hasta el primer piso, limpiando los corredores con plomo y fervor.
La primera línea de municiones se acabó, tocaba recargar y lo hicimos tras unos cuartos que servían como recepción para todo tipo de invitados que tuviese el lord que decidió construirla o tal vez como estadía para los distintos hijos que dieran a luz sus concubinas. Ahora nos pertenecían y actuaban como protecciones contra las amenazas.
Pronto nos dimos cuenta que los escoltas se agotaban, ya no eran tan valientes, estaban atrincherados en las cámaras siguientes, protegidos por una línea de pared, incluso parecía creada especialmente para ese fin. Supe que las opciones para atravesar esa formación serian difíciles, probamos con distintas granadas y explosivos, pero estaban tan lejos que arrojarlos hasta allí se dificultaba. Desde allí redujeron nuestro numero lentamente, tenía que pensar en algo y pronto.
// —¿Dónde está? —Cuestioné con la respiración agitada.
—A solo metros de ustedes, detrás de esa línea —Corroboró lo que me temía Alphonse.
—Debemos volar esa condenada pared —Medité impacientándome.
—¡Yo lo hare! —Gritó Kosuke con euforia.
—Pero ¿Cómo? —Consulté sin entender su idea.
—Usare la astucia del enemigo en su contra —Garantizó apuntando con su dedo a un hombre muerto.
—Por supuesto... —Analicé con precisión viendo el arma que llevaba —¡Fuego de cobertura! —Exclamé vaciando todo mi cargador para apoyar a mi escolta con la maniobra.
—¡Corre muchacho! —Apoyó en espíritu Hirano, tomando una posición especialmente riesgosa, teniendo en cuenta que dejo el pilar para que ningún enemigo pudiera asomar si quiera un poco la cabeza.
—¡Mátenlos! —Gritó Renko desesperado.
Kosuke bajo a zancadas la escalera y llego rápidamente al vestíbulo central, tomo entonces la bazuca con la que hacía muy poco estuvieron a punto de matarnos a todos, se posiciono a mitad de subida y apunto al gran muro, justo cuando nuestros cargadores quedaron vacíos y los oponentes levantaron la mirada fue arrojado el misil. Explotando al contacto, enviándolos a todos por los aires, provocando un boquete y una escaramuza de humo.
—¡Avancen! —Ordené con un grito gutural, llegando a una puerta reforzada.
Recurrimos nuevamente a los explosivos, la voz de Renko provenía de altavoces, pues su verdadero ser estaba escondido como una rata tras esa imponente entrada, no obstante, no existía nada que pudiera detenernos ahora que estábamos tan cerca, con la suficiente carga destructiva, hicimos que los mismos cimientos se desprendieran, tirando un poco de la propia pared, de allí salieron las ultimas fuerzas.
Su ímpetu no fue tanto como el de los primeros, estos ya se sentían derrotados e incluso algunos se arrojaron al suelo, lanzando lejos sus armas, el combate estaba por llegar a su final y era claro a quien le tocaba la victoria, pedí a los más inexpertos y a Kato que se quedaran vigilando, esto me traía ciertos recuerdos, una diferente locación y pero muy similar a lo que paso con Mako, aunque con una diferencia capital, el hombre al que tanto odiaba no estaba solo, supuse que tendríamos tiempo, pues las líneas fueron cortadas por Alphonse, pero nada me preparo para lo que tendría que decidir a continuación.
ESTÁS LEYENDO
El Soberano Yakuza
RomanceCuando dos personas que no tienen nada que perder se unen, nada bueno puede salir de esa mezcla, Valeria era una bailarína de un casino de la Habana, salió como cualquier otra noche a dar un espectáculo hermoso, sin quererlo, llamo la atención de un...