(...) Cielos de Londres / Valeria
Cuando salí de mi sesión de belleza fui elogiada por mi escolta, me asome por las ventanas y contemple la metrópolis, esta sí que relucía con hermosas luces de varios colores, eso sí, ni por asomo mostraba tanto movimiento como la capital japonesa. Aparcamos en un aeropuerto bastante legal, según Hirano, Kuso tenía tratos buenos con la corona inglesa.
En cuanto bajamos del avión ingrese en un vehículo formal con un chofer, mi guardia se puso de copiloto, este era un sitio muchísimo más familiar, no porque estuviera en sintonía con las macro construcciones o el estilo gótico y medieval que adornaba las edificaciones más viejas, era sencillamente por el idioma, entendía todo lo que me rodeaba y eso me hacía sentir más tranquila, en las tierras orientales por mucho que quisiera no podía entender a quienes me rodeaban, como si fuera de un mundo totalmente diferente.
—¿¡Ese es el Big Ben cierto!? —Exclamé fascinada por la impresionante infraestructura, ese reloj antiquísimo había acompañado a la ciudad por generaciones y lo seguiría haciendo durante el futuro.
—Allí es a donde vamos Valeria-sama —Indicó el afroamericano sonriente.
Eso definitivamente me puso en perspectiva ¿Una cita allí? ¿En una de las maravillas arquitectónicas que tiene este mundo? El dinero de mi amado me dejaba sin palabras o quizás no fuera eso, el poder, que la realeza permitiera semejante cosa era una muestra de supremacía inimaginable, por un momento me asuste, estaba realmente intimidada, si no fuera por el amor que tenía, hubiese salido corriendo allí mismo. Nos detuvimos frente al hermoso palacio donde dos agentes del servicio secreto custodiaban recelosos la puerta.
—¿Quiénes son ustedes? —Dudaron al ver que nosotros nos bajábamos del vehículo.
—Traigo a la novia del señor Kyura —Indicó el caballero a los sujetos.
—Si claro, porque no se pierden —Comentaron con un notable asco.
—No me jodas ¿En serio? ¿Es por nuestro color de piel? —Pregunté en un perfecto inglés —Confírmenlo por intercomunicador si gustan, pero como no me dejen pasar me ocupare de que Yakuso les arruine la vida —Amenace con enojo, sin creer en el hecho de que existieran personas así en la actualidad.
—De acuerdo, pueden pasar —Contestaron temblorosos los tipejos, haciéndose a un lado para dejarnos subir.
—Tiene madera para ser nuestra reina —Felicitó Hirano con orgullo por mi actuar.
—Gracias, aunque me gustaría que mis súbditos no fueran unos cretinos —Suspiré con rabia, intentando que esos dos no dañaran mi velada.
La torre era extremadamente maravillosa, tras los arreglos realizados a su infraestructura habían creado modificaciones en su interior, como señalizaciones resplandecientes y un moderno ascensor que permitiría el acceso rápido a las zonas más elevadas, este era de cristal por lo que durante el ascenso podías ver los acabados neogóticos más resaltantes. Era maravilloso el respeto que sentían los ingleses por su cultura, podrían haberla reformado completamente, pero decidieron conservarla y restaurarla lo máximo posible, llegamos finalmente al último piso, una increíble terraza cubierta por una construcción abovedada, con la finalidad de romper el masivo viento y controlar el frio nocturno, era una especie de café privado y solo una mesa estaba en funcionamiento.
—Yo llego hasta aquí, disfrute de la noche —Indicó Hirano con un tono cortes.
—Gracias por traerme —Aseguré saliendo del aparato, dirigiéndome a donde estaba mi amado.
Él se puso de pie y yo no me aguante más la emoción, salí corriendo para poder abrazarlo, aferrándome fuertemente a su persona, ignore los platillos tapados, las hermosas vistas, los arreglos florares y el violinista que con una gracia sin igual amenizaba el área, lo único que me importaba estaba allí, con un elegante traje de colores oscuros y su cabello considerablemente más largo, recuperado totalmente de las terribles torturas que vivió. Lo bese profundamente antes de dejar que soltara cualquier palabra, jugando con su lengua y adorándolo enteramente.
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El Soberano Yakuza
RomanceCuando dos personas que no tienen nada que perder se unen, nada bueno puede salir de esa mezcla, Valeria era una bailarína de un casino de la Habana, salió como cualquier otra noche a dar un espectáculo hermoso, sin quererlo, llamo la atención de un...