Decisiones Peligrosas

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Quien diría que en el otro extremo del mundo encontraría un alma afín, espere que su llanto cesara, la consolé suavemente y la hice que se relajara, estaba histérica, se enfrentaba a uno de los tipos más poderosos de la nación. Un desgraciado sin ningún código o respeto, el reloj marco las doce de la noche, mis hombres tocaron la puerta y nada estaba listo.

—Valeria, eres una belleza, pero tengo que irme ahora mismo, espérame aquí —Susurre dándole un beso en la frente, poniéndome de pie y acomodándome el largo cabello en una cola.

—¿A dónde vas? —Dudaste tomándome por el brazo.

—Tengo negocios que atender —Contesté metiendo la mano en mi bolsillo.

—No lo hagas, él te matara —Que poder tan asombroso de ver directo a mi alma.

—O querida... Ojalá fuera tan fácil acabar conmigo —Sonreí poniendo un trapo empapado con cloroformo sobre tu boca. Viendo cómo te quedabas lentamente dormida.

(...) Unos Minutos Más Tarde / Valeria

Cuando abrí los ojos sentía un fuerte dolor de cabeza, escuchaba gritos y disparos en la distancia, estos se fueron volviendo paulatinamente más intensos. Hasta que pronto se pusieron muy nítidos, yacía sobre la cama, mi enterizo estaba intacto, en general parecía que nada hubiese pasado, que todo fuera un sueño tranquilo, al principio mi memoria me traiciono, no recordaba como había llegado a aquel cuarto, poco a poco lo fui rememorando, su traje, sus ojos oscuros, su tez blanca y su cabello largo castaño, era un hombre tan hermoso como peligroso. Me puse de pie cautelosamente, todavía estaba mareada, busqué mis zapatillas y recordé que las deje en mi camerino.

Me aproxime a la puerta, juraría que estaba cerrada, pero pude abrirla sin ningún problema. Al salir vi que no había nadie, ni Yakuso, ni sus compañeros, ni las damas, nada, cuando me atreví por fin a salir de la zona VIP el pasillo estaba desierto, camine con paso apresurado hasta el área de bastidores, igual de desierto que antes, me coloque mis sandalias, continúe escuchando la bulla, cada vez más lejana. Proseguí hasta la parte principal y allí contemplé una masacre.

Soldados caídos por todas partes, vidrios rotos, las luces de neón cedieron en su totalidad, los cadáveres decoraban las mesas y los suelos, donde sea que fueron alcanzados por la muerte, las náuseas vinieron a mí, contuve mis ganas de vomitar ante la mezcla de olores pútridos. Un terror sobrevino a mi persona y tuve la imperiosa necesidad de salir corriendo, a la salida principal, entonces me di cuenta de que estaban apuntando con armas de alto calibre y mirillas laser.

—¡Salgan y ríndanse! ¡Los tenemos rodeados! —Los gritos provenían de altavoces, pero algo me decía que quien caminara por allí moriría en el acto.

Me di media vuelta y me fui a la salida trasera, si venían por mi maltratador el seguro me implicaría, debía escapar, quizás sería mi última oportunidad, de camino al lugar se calmaron mis arcadas, llegando a lo que sería mi boleto a la libertad escuche una voz que me llamaba y un ruido que no me gusto para nada, la liberación del seguro de un arma.

—¡Quiet! —Dijeron en un español extremadamente malo —¿Quie Ere? —Cuando me voltee este me reconoció y yo también, uno de los matones de Kuso.

—Valeria —Decir mi nombre podría ser justo lo que hacía falta para que no me mataran.

—¡Valeria! —Exclamó sin dejar de verme, tras un momento escucho unos pasos que se acercaban.

—Wuao hermana, usted sí que es rápida para despertar del cloroformo —Un joven paisano se dirigió hacia mí —Déjala pasar, es de los nuestros —Palmeo la espalda del tipo con el rifle sin ningún miedo.

El Soberano YakuzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora