El Barrio Rojo

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(...) Shinjuku / Yakuso

Llegamos a una pista clandestina que usábamos para este tipo de incursiones de emergencia, sabíamos que el tiempo sería limitado y ya llevábamos una hora de retraso, pero la distancia era nuestra mejor defensa en contra de las autoridades japonesas, quienes cuanto más alejado te encontraras de la capital menos poder tenían sobre tu persona.

Avanzamos irremediablemente hacia el barrio rojo, mis hombres y yo lo hicimos mediante unos autos sencillos, que fácilmente pasarían desapercibidos en la gran ciudad. La zona era frecuentemente visitada por turistas ajenos en su ignorancia a todo lo que acontecía en estos locales, para ellos era un sitio más donde deleitarse con los placeres de la carne, cuando en la realidad se encontraba un trasfondo muchísimo más oscuro.

El barrio rojo se abría ante nosotros, con su magnífica entrada color escarlata brillante, durante la noche era más resplandeciente todavía, los avisos exponían sin tapujos las depravadas intenciones de esta área, con carteles mostrando la belleza asiática y los servicios de diversión proporcionados, también había muchos sitios de comida y licorerías, si buscabas lo suficiente encontrarías sustancias más ilícitas todavía, este sitio en particular me provocaba autentica furia, pues expresaba muy bien lo que era la hipocresía japonesa, con grupos armados custodiando los lugares, como ejemplo de la seguridad que protege a los externos, mas no a los internos.

—¿Dónde encontramos a Kichiro? —Cuestioné fijándome en que había más policías de lo normal.

—Según la IP de su celular se encuentra en la casa de los placeres, estamos a unos cien metros —Confirmó Alphonse a mi lado.

—Perfecto, pararemos entonces en este punto, saquen los bolsos y alístense —Avisé dando un fuerte suspiro, todos sabíamos lo que se venía.

—Me quedare aquí y los iré guiando, por nada del mundo se quiten los auriculares —Especifico el científico, advirtiéndonos el riesgo de estar desinformados.

—Recibido, nos veremos en un momento —Acto seguido visualice a los chicos que me acompañaban, eran novatos, sin embargo, sabía que cumplirían bien su labor —Hoy haremos pagar a esos jodidos burócratas mis amigos, síganme —Anime a mis subordinados, viendo como estos asentían motivados.

Llevábamos trajes holgados para esconder los chalecos antibalas, bolsos sencillos para disimular nuestras intenciones, nos bajamos velozmente del coche y avanzamos por un callejón oscuro que interconectaba la zona. Casi todo Kabukicho se conectaba mediante esos recovecos y algunos eran incluso puntos de interés para el turismo.

Mi pelotón estaba formado por cuatro personas junto a la mía. Conocía a estos muchachos a la perfección, jóvenes que por sus malas calificaciones perdieron la posibilidad de ejercer carreras universitarias, gracias a eso el estado los olvido, como si por no ser inteligentes ya no tuvieran valor. Se equivocaban, Akira era buenísimo en la artesanía, Toshio era genial con la pintura, Keitaro hacia unas deliciosas ensaladas y Kenji jugaba particularmente bien al béisbol. Recordaba sus sueños, porque les prometí que si superábamos esta incursión los becaría a todos. Sin embargo, ahora debía enfocarme, el objetivo estaba delante de mis ojos.

// —Aquí en el sur Yakuso... ¿Dónde se encuentran? —Cuestioné fijándome en el local, tenía delante de mí a cuatro personas vigilando la entrada trasera y dos camiones yacían estacionados a cada lado.

—Entrada norte Jefe, dos patrullas vigilando —Confirmó Mako con un tono cansado, era evidente que ya no estaba en sus años de juventud.

—¡Oeste tomado! —Exclamo con emoción Kosuke, escuchándose como Kato lo mandaba a callarse la boca —Disculpen, vemos seis tiradores alineados —Acotó este.

El Soberano YakuzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora