Calma tras la Tormenta

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(...) Casa en Nagasaki / Yakuso

Ver la sutileza con la que me trataba hizo que se me pusiera pequeño el corazón, podía perderme feliz en sus hermosos ojos, eran brillantes y resplandecientes, su cabello ondulado en ángulos magníficos y su cuerpo maravilloso, desconozco si es amor, pero sé que nunca antes me había tomado tanto tiempo para detallar los rasgos de una persona, sentía que cuanto más tiempo pasara, la conocería completamente.

—Estás hecho un desastre, deberías bañarte, antes que nada —Comentó tras dejarme suavemente sobre mi cama.

—Llama a Trudy, estoy demasiado cansado para desvestirme, honestamente no me provoca nada —Respondí algo obstinado, semejantes esfuerzos musculares causaron daños en todo mi cuerpo.

—No seas necio Kuso, desvístete tú mismo —Comentó ella con los cachetes sonrojados.

—Lo siento Valeria, pero realmente no quiero —Aseguré decidido, dejándome caer pesadamente sobre el colchón.

—Eres un caso serio, yo lo hare —Aceptó esta con una mirada graciosa, de vergüenza y fastidio.

Su toque era tan suave como una pluma, su naturaleza artística me maravillaba, quito el saco, la camisa y por un segundo se quedó observando mi torso con fascinación, músculos bien definidos acompañados de dolorosas cicatrices, sus dedos se pasearon a través de él, como si hubiese quedado atrapada en esas terribles marcas.

—Lo siento —Se disculpó como volviendo a la realidad, dedicándome una mirada arrepentida.

—Puedes tocar cuanto quieras, no me molesta —Aunque mis expresiones eran agotadas, pude mostrar una sincera sonrisa.

Ella ignoro este ofrecimiento y me quito los pantalones, en la posición exacta en la cual se encontraba me imaginaba miles de cosas, pero ella rápidamente se puso de pie y busco una toalla, me dio la mano y me guio directamente hasta el cuarto de baños, este se conformaba por una gran tina, un televisor empotrado a la pared, una regadera y un jacuzzi, abrió la segunda para mí y rápidamente se fue corriendo.

—¡Que tengas buen baño! —Exclamó cerrando la salida.

—¡Podemos compartirlo cuando quieras! —Ofrecí con picardía, aun tenia hematomas recientes que molestaban bastante.

Procedí a colocarme bajo el agua tibia, esta ardió frente a las heridas frescas, sin embargo, rápidamente se fue apagando, tome un control y encendí la televisión, quería asegurarme de que nuestra huida hubiese quedado completamente transparente, por fortuna así fue, con orgullo comprobé como los noticieros se debatían entre sus reportes, sin poder dar con ninguna información realmente útil para llevarse la exclusiva, lo que los obligaba a ir en contra de las autoridades policiales, quienes discutían con firmeza por qué aun no tenían nada que usar contra nosotros.

—Eso les enseñara... —Pensé contento, procediendo a estrujarme con jabón.

Me sentía realmente solo en ese momento, una de las cosas que más disfrutaba cuando salía de las redadas era gozar del calor de una buena chica, pero esto era en entero mi decisión, quería conquistar a Valeria y definitivamente no lo conseguiría si traía a otras mujeres al sitio. Una vez terminé mi ducha procedí a secarme completamente y con intenciones totalmente malvadas cubrí únicamente mi cuello con el paño.

—Yakuso aquí está tu desayu... ¡Oh dios mío! —Exclamó está tapándose al instante los ojos.

—Descuida, puedes verlo sin problemas —Expresé entre carcajadas, aproximándome al armario.

—¡Eres un jodido pervertido! —La escuche quejarse a mi espalda —¡Vengo con todo el cariño con tu alimento y así me lo pagas! —Acotó refunfuñando.

El Soberano YakuzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora