Zanjando Cuentas

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(...) Afueras de Tokio

En su mano tenía unas pastillas y estaba a punto de tomarlas, así mismo su hija y su esposa poseían las mismas intenciones, la distancia impediría que evitáramos esto sin usar la violencia. Yo no supe que hacer, por lo que apunté con mi pistola a la mano de Renko, accionando el gatillo y causando que esta se rompiera, evitando de esa forma que cometiera el peligroso acto.

Hirano opto por algo rustico, tomando a Kosuke con ambas manos y arrojándolo contra las dos mujeres, tirándolas al suelo para detenerlas, una solución violenta pero sorprendentemente efectiva. Mi corazón suspiro aliviado, la tragedia no caería ante nosotros, al menos no el día de hoy, vi cómo los adultos se retorcían adoloridos, buscando aquello que los librara de mi juicio, mientras que la niña no entendía nada de lo que pasaba.

—Cianuro —Comentó el joven escolta profundamente consternado, no entendía como alguien podría ser tan cruel como para cegarle la vida a su familia.

Mis hombres los contuvieron a los tres, dejé que mis chicos de confianza se hicieran cargo, era una situación muy delicada, por un momento sentí una necesidad imperiosa de desatar los demonios que residían en mi interior, tan desprotegidas, allí frente a ese sujeto que odiaba con toda mi alma, podría romperlo en pedazos, solo que, de esa forma, no sería diferente.

—Adelante, intente evitarlo, pero al final no pude hacerlo, pero si vas a matarlas hazlo también conmigo, no soportaría existir si ellas ya no están —Mencionó este con un tono muy triste.

—¡Papi! ¿Qué pasa? ¿Quiénes son estos chicos malos? —Dudaba con desespero la muchacha, mientras la madre no hacia absolutamente nada, una condenada sumisa que estuvo a punto de arrebatarle la existencia a esa dulce señorita con tal de seguir los designios de su marido psicópata.

—Ellas no deben ver esto, ni siquiera tienen porque estar aquí, Kato, llévalas lejos —Ordené con un tono serio, viendo como mi oponente perdía lentamente la consciencia, producto del sangrado en su mano.

En cuanto estas estuvieron lejos pude meditar algo en su rostro, era todo mentira, le importaba un bledo lo que les ocurriera a esas chicas, era un egoísta, dispuesto a cualquier cosa para mantenerse en el poder y sin siquiera el valor suficiente como para aceptar una muerte digna, supuse que torturarlo sería inapropiado, estaba en mis manos, ya había ganado, lo demás daba exactamente igual.

—Hirano... Trae gasolina —Musité viendo como este alzaba la cara.

—¡No por favor! —Exclamó preso del pánico.

—Agradece que no soy igual que tu basura, tu familia tendrá una buena vida distanciada del monstruo en el que te convertiste —Declaré viéndolo fijamente.

—¡Algún día caerás! ¡Te lo prometo! Crees que puedes disfrazarte tras ese rostro altruista... Pero ¡Yo sé lo que eres realmente! ¡Estas tan podrido como todos! —Escupió este con desprecio, mientras que al rato volvía mi escolta con algo del inflamable líquido que saco de los vehículos.

Lo rociamos por todos lados y una vez estuvimos lo suficientemente lejos procedí a encenderlo con un disparo. Sus gritos fueron aullidos inenarrables, calaban entre las paredes que comenzaba a incendiarse, su ropa se hizo polvo y su poco cabello se calcinaba al unísono, su piel se llenaba de ampollas y no dejaba de chillar, era el final perfecto para ese malnacido, mi madre y mi esposa podían finalmente descansar en paz.

Supe que cuando empezó, era un policía cordial y amable, muy responsable y dedicado a sus labores, lleno de una positividad sin igual, hasta que un Yakuza asesino a su familia como venganza por haber destapado un cartel de drogas. Desde entonces su forma de ver las cosas cambio, era implacable con sus oponentes, cegándole la vida a los villanos, pero también a sus conocidos y amigos cercanos, como bien se dijo alguna vez, mucho cuidado en combatir con los demonios, pues al final podrías acabar convirtiéndote en uno.

Admito con vergüenza que cuando tuve la oportunidad de liquidar a sus seres queridos frente a sus ojos me vi tentado en dar la orden, pero no podía, de hacerlo me hundiría en ese mismo foso espantoso y de allí jamás podría salir, di un paso hacia atrás y antes de que la construcción se carbonizara por completo, salí junto a mis muchachos sobrevivientes.

Tomamos el mismo camino de regreso, contemplando esta vez con lujo de detalles las praderas hermosas, un poco tapadas por el humo, pero igual de resplandecientes, una extraña paz llego a mi corazón, el cual no tenía absolutamente nada en su interior, la tristeza se acabó y la ira se disipo, la catarsis estaba completa, los lamentos de ese sujeto serian como una nana de descanso para mi persona.

Durante ese camino recordé ese extraño sueño que tuve y razoné algo sumamente interesante ¿Qué mejor lugar para construir la universidad que el sitio donde todo estaba terminando? Cuando la presión mediática pasara, averiguaría el costo de esa gigantesca propiedad y de las tantas hectáreas que le rodeaban, allí, en las afueras de Tokio, en esa tierra chamuscada erigiría mi centro del saber y cumpliría el sueño que Valeria y yo quisimos construir.

—Sainoo Hakken... —Musité casi sin aliento, conteniendo mis ganas de llorar, cuando pensaba que los sentimientos se calmaban, el dolor volvía más fuerte que antes.

Consultaría además por las islas vírgenes del caribe, ese magnífico resort tenía que ser erigido también, allí irían a vacacionar y conseguiríamos más dinero para la universidad. Tantas cosas pasaban por mi cabeza en ese instante, como si al borrar la presión de mis oponentes fuera capaz de respirar profundamente, nadie estaba en mi camino ahora y logre demostrar mi poderío sin ninguna duda.

Otros asuntos se levantaban también ¿Cómo podría traer a esos jóvenes hasta aquí? ¿El mundo realmente cambiara en algo si lo impulsaba en la dirección correcta? Tenía conversaciones pendientes con mis asesores y debía organizar un concilio entre esos talentosos maestros que dirigirían las áreas, definitivamente cuando se libera la consciencia de sus ataduras esta vuela creando cosas maravillosas, la mía por fin yacía tranquila, solo que una cosa todavía la perturbaba, tenía que ponerle fin a eso para poder ser verdaderamente libre.      

El Soberano YakuzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora