El Soberano Yakuza

Vuelta por el Lugar

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(...) A la mañana siguiente / Casa de Yakuso / Valeria 

Cuando abrí los ojos las luces se escapaban débilmente a través de mi ventana, un grupo de árboles causaba una brisa natural de lo más agradable, su olor fue opacado por el aroma de una deliciosa comida que reposaba sobre la mesa de noche, esta era sencillamente varios sándwiches rellenos con jamón y queso, pero el hecho de que estuviesen tostados y acompañados con un café causaba que enseguida me provocara degustarlo.

Me senté en el borde y comencé a disfrutarlo todo despacio, tenía un enorme apetito, fue entonces que recordé lo que había ocurrido el día anterior, mi cuerpo me solicitaba nutrientes después de que mi consciencia me impidiera comer en paz. Hice a un lado los recuerdos y me deje llevar por la combinación de sabores, cuando tenía el segundo en mi boca una voz me freno en seco.

—Qué bueno que este de buen humor señorita Otero —Esa voz era de la dama Trudy, fue la que me trajo hasta la habitación en la que me encontraba, estaba prácticamente sin nada, solo la cama, un armario vacío y la encimera.

—Buenos días... Un momento... ¿Cómo sabe mi apellido? —Saludé con amabilidad y algo de pena, desconocía si alguien comería conmigo, siempre estuve acostumbrada a hacerlo sola.

—Disculpe si interrumpo su desayuno, el señor Kyura se disculpa porque no estará presente por el resto del día, tiene unos asuntos que poner en orden antes de reunirse nuevamente con usted —Ella ignoro deliberadamente mi pregunta, pero se mostraba sumamente cordial.

—Oh bueno —Suspire dándole otra mordida a mi emparedado y llevando el líquido caliente a mi boca —Esto está muy bueno ¿Lo hizo Matsumototo? —Cuestioné fascinada con la combinación amarga y dulce.

—¿Kenjiro? Nada comparado con el que yo hago —Carcajeó la matrona ante mi comentario.

—Es usted una excelente cocinera y mire que yo también lo hago muy rico oye —Acepté contenta.

—Tenia tanto tiempo sin escuchar el acento latino, es tan bonito como lo recuerdo —Afirmó la anciana con añoranza.

—Lo sabía ¿De dónde viene Nana? —Me causo gran satisfacción que ella también fuese americana, era una colega en esta tierra desconocida.

—Puerto Rico tesoro, hemos llegado realmente lejos ¿No crees? —Sonrió la señora que seguía parada en la puerta.

—¡Tome asiento doña! ¿Cómo llego hasta aquí? —Invité cordialmente, viendo que esta aceptaba con cierta vergüenza.

—Es una larga historia cariño, pero seguro se parece mucho a la tuya —Comentó está un poco dudosa —No quisiera aburrirla en estos momentos, venía a entregarle esto —De entre su vestido, la anciana saco un moderno teléfono —Ya está listo para que lo use, solo configúrelo a su gusto, el jefe le instalo algunas aplicaciones para que pueda comprar la ropa, el calzado y el mobiliario que necesite para estar cómoda —Declaró está poniéndose nuevamente de pie, sin dejarme analizar nada de lo que acababa de entregarme.

—Espe---- —Tuve que beber café para evitar ahogarme, era un dispositivo demasiado moderno y caro —Dios... Este fulano no deja de sorprenderme —Expresé con honestidad revisando el móvil, el cual incluía una nota que el mismo me había dejado.