Llanto Amargo

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(...) Nagasaki / Yakuso 

—¡Valeria! ¡Valeria! —Gritaba sin parar, sus ojos se veían desorbitados, había perdido por completo el conocimiento —¿¡De dónde demonios vino eso!? —Dude manteniendo la cabeza abajo, usando mi ropa para intentar detener el flujo de sangre que salía de su abdomen. 

—¡De un edificio lejano! —Alegó Kato quien cálculo de inmediato la trayectoria de la bala.

—¡Tenemos que seguirlo! —Vocifero Hirano con su actitud siempre regia y dispuesta para la batalla.

—¡No! Dejen que Alphonse se ocupe de rastrearlo o Jinmei, nosotros tenemos que ir al hospital cuanto antes —Ordené con carácter, viendo como mis socios aceptaban ante la emergencia que tenía —Mantente fuerte mi amor, puedes lograrlo —Supliqué sintiendo su pulso cada vez más bajo.

Rompimos todas las leyes de tránsito a nuestro paso, éramos un vehículo sin frenos, incluso llegamos a volarle el retrovisor a alguien, me daba igual si hubiésemos tenido que atropellar a las personas, su mano se ponía fría, no podía pasarme de nuevo, tenía que salvarla a como diera lugar, era la razón de mi vida, el motor de mi existencia. 

Tantos años pasaron desde la muerte de mi madre ¿Me quedaría impotente otra vez? ¿Qué pasaría con la universidad? Todos esos jóvenes, esa idea tan magnifica que forjamos entre ambos, estaba a punto de desaparecer, de convertirse en polvo y ser borrada de la faz de la tierra, era imposible, solo un contratiempo, cuando lleguemos al centro de salud las cosas quedaran en orden. 

Finalmente lo conseguimos, el personal de la clínica ya nos esperaba, mi asesor científico se ocupó de eso, la bajaron con precisión de la camilla y se la llevaron para realizarle un procedimiento medico de emergencia, lo lograría, era una guerrera, la dama más impresionante que conocí jamás ¿Qué era una bala como esa para alguien como ella?

—Vamos —Ordené a mis escoltas para que me siguieran al interior de la sala.

La espera fue eterna, camine de un lado a otro en la sala de espera, revisaba mi teléfono, viendo como la imagen del gobierno se hundía completamente, ellos lo provocaron, todo era su culpa, merecían eso y muchísimo más. Solo probaron un poco de mi ira, cuando saliera de aquí los haría pagar, de forma implacable los mandaría directamente al infierno, a Renko y a cualquier otro imbécil que tuviera la osadía de reunirse con él para permitirle semejante acto de locura. La puerta finalmente se abrió, el cirujano venia directo hacia mí con noticias.

—Cuénteme amigo ¿Cuándo podre verla? —Dudé angustiado, pero feliz de que la cirugía hubiese acabado. 

—Tengo que decirle que hicimos todo lo que pudimos, no sé si quiera sentarse y relajarse antes de observarla —Habló este con un tono triste. 

—¿Disculpe? Lo dice como si ella... ¿Cuándo despertara? —Cambie mi interrogante para ver si esta vez se dejaban de parafernalias.

—No lo hará, señor Kyura sé que es difícil asimilar esto, pero su esposa ha muerto —Cuando esas palabras salieron de su boca sentí como si todo el universo se derrumbara, se hicieran polvo en fragmentos diminutos.

—Muerto... —Repetir aquello consiguió que mis ojos se aguaran un poco —¿¡Que mierda le pasa!? ¿¡Cómo se atreve a joderme de esa forma!? —Grite de forma destructiva, intentando hacerle daño, siendo frenado por los entrometidos de Hirano y Kato.

—Existen cosas que no podemos lograr, incluso ahora, en verdad lo siento mucho —Comentó este mientras se soltaba de mi agarre, corriendo por el pasillo, huyendo de mi persona. 

No creería en las palabras de ese imbécil, seguí adelante hasta la sala de pacientes amenace a todo aquel que se intentó meter en mi camino, allí estaba ella, solo que... No realmente, cuando vi su cuerpo de un color blanco y rígido, lo supe, su figura esbelta y suave, su piel canela, se fue junto a su alma, eso no era más que una carcasa, un recuerdo de su maravilloso paso por esta tierra, pero nada más. 

Lloré, amargamente lo hice tendido sobre ella, empapándola de mis lágrimas mis alaridos retumbarían en todos los que los escucharan, el sonido de una persona que perdió lo que más amaba en este mundo, al final eran todo mentiras, vivíamos en un planeta horroroso y terrible, por eso se fue, demasiado buena para convivir con nosotros los demonios, agradecido debía sentirme que pude compartir tanto tiempo con ese ángel, no la merecía y por eso ya no estaba junto a mí. 

Cuando mis glándulas ya no dieron para más y la morgue tuvo que reclamar el cuerpo para su conservación me quede en una banca mirando hacia la nada, recordando sus risas, sus miedos, sus reservas, su extraño acento, sus gustos musicales, sus manías, sus pasos de baile, su cuerpo y todo lo que la hacía ser quien era. Cuando revisé la historia clínica que crearon para ella supe que el doctor dijo la verdad, la bala era calibre cincuenta e impacto directamente en el vaso, pulverizándolo por completo, no tuvo esperanzas de sobrevivir, durante ese corto tiempo que tardamos en llevarla ya no podía salvarse. 

—Jefe... Jefe... —Llamaba Kato a mi lado —¿Estas bien? —Preguntó con genuina preocupación.

—Perdí a mi esposa ¿Cómo mierdas crees que estoy? —Respondí harto, de escucharlo, de las luces, de respirar y de existir ¿Qué sentido tenia seguir si ella no estaba?

—Ya les conté a todos lo que paso, podemos llevarlo a un hotel jefe, descanse, no merece afrontar nada, ni hablar con nadie en estos momentos —Hirano decía algo muy bueno, reservaría un cuarto alto y me arrojaría de cabeza o quizás me ahorcaría con las sabanas, tenía muy buenas opciones para que el dolor se terminara. 

—Eso suena bien, no quiero lidiar con nadie en estos momentos —Indiqué mintiéndoles, mantendría mi estatus hasta el final. 

—Diablos ¿Quién carajos llama? —Preguntó Kato al sentir que su bolsillo vibraba —¿Si? ¿Ahora? No desea que lo molesten... —Discutía en la línea de forma eufórica —Esta bien, ya te lo paso, lo siento, dice que es urgente —Se disculpó otorgándome el móvil.

// —Si me cuelgas te hablare por los altavoces de la clínica —Advirtió el alemán frenando lo que estaba a punto de hacer —No cometas una locura, eso no es lo que ella hubiese querido —Comentó el rubio.

—No, ella quería que nos quedáramos, en Europa, en América o incluso en África, pero, la traje de vuelta a este maldito infierno, déjame en paz colega —Pedí dirigiéndome a cortar la señal.

—¿¡Dejaras que él que lo hizo quede impune!? —Esa frase evito que me fuera, tenía razón, el responsable debía morir —Mientras evito que acabes con tu vida, te ayudare vengarte, porque ella también era mi amiga, ese bastardo se lo ha ganado, Mein Fhurer... Fue Mako —Reveló este con un tono muy serio, provocando que mi tristeza y depresión explotaran rápidamente en una furia implacable. // 

El Soberano YakuzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora