Asuntos Pendientes

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(...) Tokio / tres meses más tarde  

Mi sueño iba cogiendo forma, la universidad se levantaba cimiento a cimiento, ladrillo a ladrillo, cada vez que visitaba esa región en las afueras veía los muros y las calles que se interconectaban, manteniendo las regiones verdes y los arreglos florales con el más mínimo cuidado, las gigantescas columnas daban sustento a la edificación, sería la más grande del mundo y no solamente el núcleo que daría lugar al futuro, sino también mi base de operaciones, desde la cual mantendría el orden del planeta. 

Alphonse llevaba la batuta central, pero trajo trabajadores de todas partes, con la finalidad de que aportaran su granito de arena en los diseños, quería que hubiese abundancia de estilos y que la multiculturalidad hiciera sentir a los jóvenes en casa, permitiendo que sus formas de pensamiento se unieran en un solo proyecto, esa era la manera definitiva de acabar con las guerras, cuando los políticos y científicos de distintos lugares se conocieran, hubiesen estudiado juntos y compartieran proyectos, los conflictos desaparecerían.

Por otro lado, el resort estaba quedando de lujo, la torre principal tendría grabado los kanjis de Sainoo Hakken y a su alrededor se desglosaban las distintas áreas. Era impresionante ver cómo donde antes solo hubo agua, ahora se erigían islotes ficticios, apoyados todos a la isla central y conectados por un tranvía que permitiría a los turistas visitarlo.

Sin embargo, las cosas no son siempre como uno quisiera, los negocios estaban saliendo de maravilla, excepto uno, tenía meses sin saber de la familia a la que había apoyado y del paradero de Ishinomori, recurrir a mi asesor científico cuando sabia lo muy ocupado que estaba me daba incluso vergüenza, por lo que le di unas cuantas semanas más de gracia, tristemente el contacto nunca llego.

// —Mein Fhurer, que gusto recibir su llamada ¿Vendrá pronto por aquí? Estamos preparando un aviario espectacular para el proyecto de conservación de especies que le comenté —Indicó este con emoción.

—Eso suena magnifico, sin embargo, el motivo de mi llamada era otro... ¿Recuerdas a la familia que emigro a España? —Pregunté con cierta lastima.

—Ah... Los que Kato le dijo que eran sospechosos ¿No se han reportado? —Dudó con una intriga mórbida.

—Es correcto y el escolta al que envié también desapareció, diablos el dinero no me importa, pero si demuestro, aunque sea un poco de debilidad... —Musité con obstinación.

—Nuestros enemigos podrían aprovecharlo para hacernos pedazos —Reflexionó este de inmediato —De acuerdo, deme un par de horas y le contare lo que descubra —Aceptó el rubio la misión.

—Te lo agradezco socio, quedo atento —Mencioné obstinado, sacando mi cartera y tomándome un trago.

—Lo llamare en cuanto pueda, hasta luego jefe —Se despidió con cordialidad el alemán.

—Chao —Dije en un tono irritado. //

Si algo me había marcado desde que ella partió era mi actitud, volví a ser igual de frio y menos comprensivo, el fracaso o la traición me provocaba tal nivel de repulsión que hasta que no me deshacía de ellos no podía dormir tranquilo, menos mal era de mañana y la respuesta seguramente la tendría en la tarde, era el único día libre que tenía a la semana, por lo que aproveche en lanzarme al sofá y procrastinar, el placer del aburrimiento era algo que ya casi no tenía la dicha de gozar.

Dormí siestas cortas y pedí mucha comida chatarra, escuché música y vi series de televisión, era divertido apagar el cerebro un rato y dejarse llevar por las risas enlatadas que trataban de encubrir los patéticos intentos de hacer humor. Mientras degustaba un buen pedazo de pizza mi teléfono comenzó a sonar, para mi sorpresa se trataba de Alphonse.

// —Dime —Hablé al contestar la llamada.

—Solo puedo decir que las personas tienen un descaro terrible, Ishinomori no está lejos, se mudó con su familia a Sapporo, compro un apartamento en oferta y se da la gran vida saliendo con distintas mujeres —Reveló mi colega haciendo que me hirviera la sangre.

—¿Y la familia? —Consulté manteniendo la cabeza fría, pese al profundo enojo que sentía.

—Efectivamente montaron su restaurante, solo que no en España, están en Latinoamérica, concretamente en Paraguay, se olvidaron completamente de usted y tienen estatus de refugiados, según sus palabras "Están bajo amenaza de la Yakuza" —Carcajeó ante esto último, aunque a mí no me causaba ni una pizca de gracia.

—Estupendo, envíame las coordenadas, tengo trabajo que hacer —Mencioné con seriedad, ese día moriría alguien.

—Por supuesto Mein Fhurer, le deseo buena caza —Despidió con un tono sombrío. Entregándome las herramientas para llevar acabo mi venganza, nadie podía tener la osadía de traicionarme.

Por ahora me ocuparía del tonto que yacía en Sapporo, tan imbécil que pensó que podría ocultarse en frente de mis narices, no necesitaba muchos hombres para liquidar a una rata, con Kosuke y Kato tenía más que suficiente, fuimos en coche directo hasta su apartamento y esperamos en frente a que el susodicho finalmente llegara, que su familia quedara devastada por la perdida y reclamara a las autoridades sentaría un buen precedente.

Llego finalmente tambaleándose, en un estado de alcoholismo severo, nos bajamos justo cuando subió por las escaleras, ya que la propiedad todavía no había sido remodelada. Subimos a zancadas las escaleras, sin emitir palabra alguna llegamos hasta su cuarto, cuando íbamos a romper la puerta escuchamos un griterío que provenía del interior.

—¡Ya estoy cansada de ti! ¡Lárgate! —Exclamaba una chica quien también estaba llorando.

—¿Yo? Esta es mi casa mujer, si no te gusta puedes irte ¿Y tú que miras? Fuera de mi vista —Reclamó a otro individuo.

—Púdrete papá, dejemos a este hijo de puta y vámonos mamá —Discutió con valor el muchacho, se arriesgaba a la calle con tal de romper ese círculo de odio.

—Kotaro pero ¿Qué haremos? —Interrogó al chico.

—Ya veremos que hacemos, con tal de estar lejos de este desgraciado todo será mejor —El muchacho estaba convencido e incluso nos hizo el favor de abrir.

Era un crio, tendría aproximadamente doce o trece años, cuando nos vio se quedó frio, cargaba unas maletas y una guitarra a su espalda, vio las armas que teníamos y trago grueso, pensó que su hora había llegado, sentí un respeto inmediato por él, evidentemente no tenía un plan, pero no era tan cobarde como para aceptar el maltrato por la seguridad de un hogar.

—A un lado —Aparte entrando con cautela, seguido de mis esbirros.

—¡Yakuso-sama! ¡Yo...! —No quería escuchar sus estúpidas excusas, abrimos fuego en un instante, llenándole el pecho de plomo, se ahogó en su propia sangre y la mujer salió corriendo entre gritos a socorrerlo.

—¡Kot! ¡Llama a urgencias! —Pidió esta entre lágrimas.

—De nada —Me despedí dándole una palmada en la espalda al joven, quien todavía seguía en shock ante lo ocurrido. Sus nudillos y moretones demostraban una infancia dura, ahora tendría libertad, solo que también debería asumir una temprana vida de adulto, le deseaba suerte, la necesitaría y me aseguraría de que si faltaba algo por pagar de ese edificio se cancelara a tiempo, era toda la ventaja que le daría, ojalá y pudiera aprovecharla.         

El Soberano YakuzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora