Encrucijada Acuática

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(...) Haití / tres de la Madrugada / Valeria  

Abrí los ojos lentamente cuando sentí que se levantó, fue al baño y abrió la ducha con sumo cuidado, todo para evitar que yo me despertara, tristemente eso ya había ocurrido. Me sentía impotente cuando esté se iba, porque no podía hacer otra cosa más que esperarlo, aunque esta vez yo también tendría trabajo. Cuando finalmente salió del baño ya estaba vestido con una ropa de nadador, seguramente para colocarse más fácilmente el traje de buceo.

—¿Ya debes irte? —Consulté con ojos tristes.

—Desgraciadamente, si, pero estaré de vuelta antes de que te des cuenta —Prometió este con un tono sereno.

—Eso espero, me dolería mucho perderte antes de que terminara nuestra luna de miel —Aseguré un tanto deprimida.

—No pasará, antes de que la tarde termine nos reuniremos de nuevo, degustaremos una rica cena, beberemos un sabroso vino y te haré el amor salvajemente hasta que te desmayes, luego directos a Cuba —Indico con soberbia.

—Eres un idiota pervertido —Regañé furiosa.

—Si... —Aceptó acercándose lentamente —Pero soy tu idiota... Por siempre —Bromeó con una sonrisa pícara besándome los labios de forma apasionada.

—Ya lárgate —Empujé molesta, viendo como este de reía de forma malévola mientras se marchaba.

No tenía ganas de pararme, en si no dormí muy bien por la preocupación referente a la misión que tendríamos que afrontar, pensaría que mi querido castaño tampoco podría conciliar el sueño, pero tarde o temprano el cansancio te vence. Odié en sobre manera a ese desgraciado llamado Kazuya ¿Tanto le costaba quedarse en Japón durante un año? Disfrutar del poco tiempo que le quedaba de vida, todo pareciera indicar que si.

—Valeria... Señorita... —Una voz me llamaba a lo lejos, aunque realmente estaba muy cerca.

—¿Quién eres? —Dudé con un bostezó pronunciado, estirándome fatigada.

—Vaya, parece que está atrapada en las sábanas —Burló un tono más grave.

—Oh, son ustedes —Argumenté viéndolos de reojo.

—Se nos hace tarde reina, la esperamos abajo —Comento el alemán dándome un poco de espacio, siendo seguido por Hirano.

—De acuerdo, ya voy —Respondí a regañadientes, no deseaba moverme, tener compromisos en mi luna de miel era una pesadilla.

Pero no era una chica cualquiera, era la esposa de Yakuso Kyura, un magnate, un visionario, un héroe o un villano y tenía que estar a la altura. Me puse sandalias cómodas y me fui despacio a la ducha, abriendo el grifo para que el agua fría agitara mis sentidos y me despertara de ese cruel letargo. Lave mi cabello y estruje mi rostro, tenía que verme perfecta, sería la cara de un acto benéfico que cambiaría el rumbo del país.

Escogí un aspecto sencillo, un jean, una blusa que acentuara mis curvas, unas botas y lentes de sol, así mismo planche mi cabello para tenerlo suelto, nada de joyería, nada de opulencia, sería un ejemplo de lo que ellos podrían ser con esfuerzo y trabajo duro, nada de mentiras sobre volverse millonarios, simplemente disfrutarían de las comodidades de una existencia pacífica y feliz.

Con eso en mente tome mi bolso y varias cosas, como mi teléfono, mis documentos y una pistola recortada, nunca se sabe cuándo pueden venir los malos a arruinar tu velada, después de que ayude a mi amado a salir de su secuestro tomaba muchas previsiones, no estaba dispuesta a ser atacada y estar indefensa, me mantendría fuerte y regia como la reina que era, bajando las escaleras con una firme pisada.

El Soberano YakuzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora