(...) Unas horas más tarde / Comisaria Local / Prefectura de Saga
Intuía un poco quien había sido el responsable de este patético desenlace, seguramente se trataba del gobernador de Nagasaki, el cual me había traicionado de forma maestra, no obstante, me sentía molesto con Alphonse, ni siquiera fue capaz de advertirme sobre el irremediable peligro que me estaba siguiendo, ni siquiera que había actividad en la zona, eso me causaba auténtica sorpresa ¿Podría tratarse de otra traición? Viniendo de alguien como él me dejaría sin palabras.
Nos encontrábamos tras las rejas, en una cárcel mínima donde se pone en custodia prisioneros cuya resolución no es demasiado clara, frente a mi estaban dos conductores en estado de ebriedad, quienes esperaban que sus veinticuatro horas de captura preventiva se acabaran de prisa, sabía que nos atraparon a todos, incluso al bueno de Kosuke que se quedó parado en el galpón y salió sin oponer ningún tipo de resistencia, vi a un policía atraparlo y se lo estaba llevando, al momento me puse de pie y llame su atención.
—Ese muchacho no les dirá nada, no tiene idea de lo que paso, a lo mejor estaba drogado cuando sucedió todo —Aseguré riéndome del oficial.
—¿Y es que tú tienes más que decirnos? —Cuestionó el gordo de barba en candado y carente de pelo ante mis palabras.
—Mucho más, olvídense de los otros, ellos son solo peones, yo soy la mente tras lo ocurrido —Sonreí confiado, viendo como el sujeto hablaba con otro para que devolvieran al muchacho a la celda, quien me miró sumamente extrañado.
—Entonces ven con nosotros —Dijo este en un tono dominante, abriendo la reja y arrastrándome junto a las molestas esposas que limitaban mis brazos.
Caminé a paso lento viendo al resto de mis hombres, Kato se veía sumamente aburrido, bostezando mucho y viéndome con algo de decepción, incluso yo mismo estaba avergonzado de como las cosas habían salido, pero en ese momento era poco lo que podía hacer para cambiar la situación general del conflicto, debía mantener la cabeza fría y no ceder ante las emociones.
Atravesé una puerta de metal, llegando a una sala de cuatro paredes blancas, con un foco incandescente que me deslumbro y a la derecha un vidrio gigante, tras él estaba claro que había personas observando, por lo que les salude de forma limitada en señal de compañerismo, a los poco minutos se presentó un sujeto ante mí, uno que casualmente conocía.
—Cielos, no esperaba que usted en persona viniera a verme —Dialogue dando entender que sabía exactamente quién era.
—Le facilitaste mucho las cosas a mis hombres —Mencionó este con un tono de agradecimiento.
—No me guste que la gente pierda el tiempo gobernador Ichiro, dígame la verdad ¿Fue Satoshi quien le dijo que podría estar por aquí? —Consulté con ira, si la respuesta era afirmativa tendría otro nombre en mi lista de condenados.
—No le diré nada hasta saber con quién trato ¿Es usted realmente Yakuso Kyura? —Preguntó con seriedad.
—Eso se lo puedo decir, sí, soy el tipo al que busca, pero si desea saber más tendrá que desatarme, no me gusta conversar esposado —Declaré mostrándole los grilletes al policía que estaba a mi espalda.
—De acuerdo —Aceptó a regañadientes dándole la orden al tipo para que me liberara.
—Mucho mejor, de acuerdo ¿Qué quiere saber? —Consulté estirándome y bostezando.
—¿Por qué lo hiciste? Creo saber el motivo, pero me gustaría confirmarlo —Comunicó cruzado de brazos.
—Fue algo meramente personal, está en la lista de personas de las que tengo que encargarme —Dialogué con serenidad.
—Cuando esos tontos se encargaron de acabar con Katsumoto siempre pensé que sus hombres volverían a cobrarse venganza, esperábamos a un príncipe petulante con ínfulas de grandeza, sin embargo, tu no pareces estar interesado en el imperio de las mafias, Satoshi me conto lo que se supone que quieres hacer ¿Entonces porque matas a esos tipos? —Comentó con interés.
—Por lo que le hicieron a mi madre, no puedo permitirles que respiren libremente —Aseguré convencido.
—Yasahiro, estuvimos tratando de capturar a ese imbécil desde hacía ya dos años, dos veces lo conseguimos y volvía a irse, hasta que hoy te presentaste y lo mataste —Contó este con un tono ansioso.
—Y puedo apostar que fue Renko Fujimori el que vino a liberarlo —Sonreí con la certeza de que estaba en lo correcto.
—Estaba apadrinado por Tokio, esos tipos, sin importar lo que hagan tienen carta libre, honestamente nos hiciste un favor —Habló en señal de agradecimiento.
—Se quién es usted señor Ichiro, no le fue bien en los deportes, ni en el arte, ni en la parte académica, se enfocó en las leyes y se volvió político, ascendió lentamente hasta llegar a donde está y entonces aparecen esos tipos, solo porque mataron a alguien importante a volverse los amos y señores de Japón —Manipulé con cautela, ganándome su total atención.
—Lo peor de todo es que están manchando nuestro nombre —Declaró el gobernador con una notable rabia reprimida.
—Usted quiere confiar en sus leyes, pero los poderosos y los ricos están por encima de ellas, los hombres buenos como usted, necesitan a tipos malos como nosotros, déjeme ir y le prometo que matare a esos tontos, para que el poder vuelva a estar en manos de los que si sepan usarlo —Ofrecí extendiendo mi mano, viéndolo directamente a sus ojos.
—Lo tendremos vigilado señor Kyura, si cumple con sus palabras no dudare en brindarle mi apoyo, de lo contrario, sepa que lo detendremos en el acto —Garantizó este dirigiéndose a la puerta, abriéndola para que pudiera salir.
—Quien lucha contra los monstruos debe tener cuidado de no volverse uno —Enuncie aquella frase, justo antes de salir por el umbral.
Camine directamente por la sede, viendo las caras enojadas de los distintos policías, no mentía cuando decía que las personas como yo son necesarias, pues entre los seres humanos existen algunos que son particularmente detestables y cuya única salida es la muerte. Contemple como por petición del gobernador le abrían las puertas y quitaban las esposas a todos mis hombres.
—Se tardó bastante jefe —Comunicó Kato con un tono burlón, estrechando mi mano.
—¡Oye Kyura! ¿Qué hacemos con este? —Cuestionó mirando a Kosuke.
—Libérenlo, solo es un tonto que llego por accidente al galpón —Mentí viéndolo fijamente, procediendo a marcharme de la comisaria.
En cuanto pusimos un pie afuera de la comisaria y nos devolvieran nuestros artilugios observé que tenía varias llamadas perdidas de Alphonse, le dije que todo estaba en orden y que conversaríamos en cuanto llegara nuevamente a la base, su voz se escuchó temerosa, necesitaba saber porque rayos se había perdido la comunicación de esa forma al caminar un poco escuche una voz que me llamo.
—¡Yakuso! —Grito el muchacho corriendo tras nosotros —¿Por qué les dijiste eso?
—¿Qué cosa? ¿Qué eres un tonto? —Dudé carcajeando junto a mis colegas.
—No, que no tenía nada que ver en esto —Musitó esté interesado.
—Por el amor de dios muchacho ¿Qué edad tienes? —Pregunté consternado.
—Veinte —Dijo este confirmándome mis ideas.
—Estabas allí por error, busca trabajo o estudia y olvídate de esto —Hablé con un tono certero.
—No puedo, mis padres me echaron de la casa, soy malo para muchas cosas, excepto para esto, me enliste en el ejército y me rechazaron porque soy diabético, papá dijo que era una decepción para la familia, así que trabaje para ellos con la esperanza de... —Estaba al borde de llorar por la impotencia —Usted es distinto, sus hombres le importan, quiero trabajar para usted —Mencionó con un rostro decidido.
—Sera un viaje muy duro, pero con lo que me has contado no será más difícil de lo que ya has vivido, ven vamos, la camioneta todavía tiene espacio —Sonreí con confianza, viendo como este se aproximaba de forma animada, los guerreros de este viaje tenían historias distintas, sin embargo, teníamos algo común, todo estábamos aquí por la misma necesidad, pues de lo contrario, nadie elegiría de forma deliberada una vida tan podrida como esta.
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El Soberano Yakuza
RomanceCuando dos personas que no tienen nada que perder se unen, nada bueno puede salir de esa mezcla, Valeria era una bailarína de un casino de la Habana, salió como cualquier otra noche a dar un espectáculo hermoso, sin quererlo, llamo la atención de un...