Tarde para Cenar

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(...) Habitación de Yakuso / Siete de la Noche / Valeria

Cuando abrí mis ojos me di cuenta de que su figura preciosa ya no estaba a mi lado, está por el contrario se encontraba hiendo y viniendo de un lugar a otro del cuarto, literalmente a medio vestir por su prisa podía asumir fácilmente que nos pasamos la hora de reposo, no recordaba desde hace cuánto tiempo descansaba tan plácidamente.

—¿Por qué no me paraste? —Cuestioné estirando mis brazos, con mi cabello totalmente arremolinado.

—Te veías tan dulce cuando dormías que no tuve el valor —Replicaste agitado.

—Bueno, intentare ponerme al trote —Carcajee con emoción, levantándome de un salto.

—Me alegra que estés animada —Comentó este un poco serio, arreglándose su encantador traje.

—Te ves muy bien —Alagué feliz.

—Tu igual tesoro —Añadió este sonrojándome.

En sus ojos no había mentiras, me encontraba lagañosa, despeinada, desarreglada e incluso babeada, pero en sus labios no hubo ni un atisbo de falsedad, en ese momento en el que me veía falta, el me consideraba extremadamente hermosa, caer en este hecho fue demasiado para mí, por lo que tomé mi toalla y me fui directo a la ducha.

Opte por el agua fría para despertarme rápidamente, no quería andar somnolienta, en una velada tan importante, me lave el cabello con un excelente champú y acondicionador, quedando lista para comenzar a embellecerme, salí de nuevo a la habitación y mi compañero ya se estaba colocando un reloj con un acabado espectacular. Manecillas en punta de lanzas sobre un escudo de corte medieval formaban el blasón de su aparato.

—Iré preparando todo, aunque mataría por quedarme a ver este espectáculo —Habló este con picardía.

—Aun no estoy preparada Kuso, todavía no te conozco lo suficiente —Insistí con dureza, no quería que se arruinara lo que hasta ahora iba muy bien.

—Eres dura preciosa, pero hoy te lo contare todo, lo prometo —Dialogo este aproximándose a mi persona, tomando mi mano y besándola cortésmente —Te espero abajo —Completo dirigiéndose a la puerta, abriéndola y cerrándola con premura.

—Que caballero —Pensé con ironía, retirándome el paño y quedando completamente al desnudo.

El vestido que me pondría no tenía mayor importancia, era una prenda sencilla y los tacones a juego también, lo que me dejo sin palabras fueron dos piezas de joyería que juraría no estaban en mi mesita de noche, se trataban de un par de hermosos sarcillos con perlas y un collar increíble con un rubí deslumbrante, jamás porte nada tan ostentoso en mi vida y es que cualquiera me hubiese matado en mi país al ver semejante riqueza. Me quedé viéndolos por un momento, perdiéndome en ellos, hasta que recordé las prisas de nuestro viaje.

Proseguí a maquillarme tranquilamente este era el momento más importante, pues la belleza se conseguía mediante la artificialidad, la naturaleza sin duda era hermosa, sin embargo, estaba llena de imperfecciones y los humanos huimos de esos defectos, pues sabemos que nos representan, coloqué la base, el rubor, el rímel, el lápiz, el pintalabios, todo era igual de importante y representaba la misma necesidad imperiosa de precisión.

—¡Valeria! —Llamó Yakuso con una urgencia notoria —¡Tenemos que irnos! —Completo angustiado.

—¡Ya casi! —Exclamé en respuesta dulce.

—¿¡Por qué tardas tanto!? —Reprocho este haciéndome enfadar.

—¡La hermosura es difícil oye! ¡Así que me vas dejando ese gritaito! —Regañé con todas mis fuerzas

El Soberano YakuzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora