Cruce de Disparos

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(...) Edificio Shirokuma / Nagasaki 

En cuanto ingresamos al corredor la balacera dio inicio, impartimos justicia a diestra y siniestra, podía sentir las balas por todas partes, los estruendos que sacudían mis oídos con firmeza, el olor de la sangre mezclada con el fuego de los cañones y la presión densa que se formaba en el aire por los gritos, la esencia de la muerte que se extiende como un terrible miasma.

—¡Al suelo! —Exclamé tumbando a Kosuke, evitando que una bala le impactara en la cabeza.

—Gracias jefe —Sonrió ante mi acción, mientras dos de mis chicos eran lastimados a su lado, no podíamos salvarlos a todos.

—¡Encárguense de ellos! —Ordené a cuatro esbirros, dos los sacaron de la zona de fuego y los otros acribillaron a los enemigos.

Cruce miradas con los soldados restantes y continuamos vaciando los cargadores, usando los pilares que emulaban hielo como puntos de cobertura. Hirano arrojo un perdigonazo que bombeo a varios sujetos y Kato lanzo a discreción tantos fogonazos como pudo, nos repusimos de inmediato y apoyamos la causa, teníamos que limpiar el terreno y seguir sin importar nada.

Unos cuantos pasos hacia adelante fueron suficiente para intimidarlos, regresaron a la habitación principal, pensaron que eso podría acobardarnos, lo que no sabía era que nos importaba un bledo la integridad de la construcción del edificio y de todo. Tiramos la puerta de una patada y acto seguido arroje una granada, se asustaron tanto que comenzaron a salir, siendo recibidos por nuestras armas automáticas, al final la misma no estallo, era solo una trampa, acto seguido enviamos varias de luz y eléctricas, para que los esbirros restantes quedaran cegados.

—¡Fuego! —Exclamé en el interior, terminando de limpiar a los restantes.

La escena era grotesca, restos por todas partes y cadáveres en condiciones deplorables producto de la batalla que libramos, uno de los cuartos permanecía cerrado, conocía exactamente quien estaría detrás de ese umbral, cuando toque la manija esta estaba abierta, esperaba un espectáculo, que saliera hacia nosotros con pistolas dobles o que se inmolara, pero en lugar de eso estaba sentado en la cama, fumando, tomándose un trago y rodeado de mujeres que yacían tan extremadamente alteradas por los efectos de alguna sustancia que ni reaccionaron a todo el desastre que provocamos.

—Alto —Musité al ver que mis escoltas estaban listos para acabarlo —Vuelvan a la azotea, Hirano te quedas conmigo, saquen a las chicas y llévense a nuestros heridos —Ordené con voz de mando, siendo acatado de inmediato.

—Te tardaste más de lo que pensé muchacho... —Dialogó el condenado viejo.

—Me decepcionas, asumí que me estarías esperando para que tuviésemos una lucha —Comenté sentándome justo a su lado, mientras Hirano lo apuntaba desde lejos.

—Déjale eso al estúpido de Renko, el muy insensato cree que tiene alguna oportunidad contra ti —Burló con una carcajada amarga, bebiendo más licor.

—¿Por qué lo hiciste? —Interrogué conteniendo las ganas de matarle allí mismo.

—Honestamente, fue impulsivo, me ofrecieron una suma muy buena de dinero y tuve la tonta idea de pensar que podría liquidarte, estas jodidamente bien protegido, esos asesores y por supuesto también tu —Miró a mi leal guardián con una sonrisa, este cambio su expresión indómita por una de rabia absoluta.

—Golpéalo —Ordené poniéndome de pie, viendo como Mako recibía un brutal puñetazo en la espalda, cayendo al suelo y retorciéndose —Dime la verdad —Hablé viendo su miseria.

—Te odio muchacho, no solo traicionaste a tu padre, condenaste un legado de Yakuzas a una posición diferente, soporté tus tontas pretensiones y tus muestras de bondad, pero cuando supe que usarías la fortuna para construir una estúpida universidad... —Comentó tomando aire —¿Quién demonios invierte en el futuro de este condenado mundo? Eres un imbécil y tanto tu como tu fulana merecían morirse, no eres digno de la vida que se te... —Antes que de finalizaran sus afrentas, le dispare en una pierna.

Sus gritos eran lo único que me importaba, un viejo estúpido anclado al pasado, al que ya no le importaba absolutamente nada que no fuera su propia forma arcaica de ver la vida. Él era el motivo por el que estaría tanto tiempo allí, lo golpee tantas veces como quise hasta estar cansado, pare un momento y continúe torturándolo, recordaba a cada segundo a mi amada, su risa, sus ojos, jamás volvería a verlos, incluso después de la muerte era muy probable que estuviéramos en sitios diferentes, ahora lo sabía, que iluso creer que si me suicidaba me reencontraría con ella, solo en este plano pudimos coincidir.

—Todo tuyo... —Musité viendo a Hirano, quien tenía una expresión completamente perturbada, el viejo estaba llorando y chillando, su valentía se fue junto al intenso martirio que estaba viviendo.

Mis brazos me dolían, pero aún no estaba complacido, por tanto, me quede para ver como mi escolta terminaba el trabajo, siguió adelante con mucho más ímpetu, su orgullo mancillado y su amistad fracturada era lo que movía su furia, los alaridos eran ahogados, como ecos sacados del mismísimo averno, hasta que finalmente ya no se movió mas, sus signos vitales se apagaron completamente. Ahora sí, era momento de irse.

—Lo que él dijo ¿Tu qué piensas? —Cuestioné viendo fijamente a mi guardia.

—Seguir a su lado fue algo difícil, su padre nos acostumbró a que hiciéramos cosas ilícitas, usted en parte tenía mucho de él, sin embargo, gran parte de su corazón se parecía más al de su madre y conforme paso el tiempo vi que la herencia era casi en su totalidad de ella —Comentó mientras subíamos las escaleras —Eso sí, en ningún momento considere que el cambio fuese algo malo, ver que sin importar lo que su progenitor le hizo usted se mantuvo fiel a sus principios, eso me hizo darme cuenta de que era alguien por quien valía la pena morir, no conozco a detalle el proyecto, espero que en algún momento nos lo pueda contar, pero para lo que necesite puede contar siempre conmigo —Garantizó este con un rostro entristecido, seguía lamentándose por sus errores cometidos. 

—Y así querías irte —Me burlé dándole una palmada en la espalda —Esto aún no acaba, todavía nos falta uno —Conversé concentrado, llegando hasta la azotea, donde el helicóptero esperaba impaciente para sacarnos de ese sitio. 

El Soberano YakuzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora