Oscuro despertar

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Escuchó letanías, rezos y plegarías. Sentía caer en una penumbra completa, de pronto luz, demasiada luz y canto de ángeles. Vida después de la vida; un camino lleno de resplandor y un portal al final custodiado por dos enormes ángeles. El cielo —sin lugar a dudas—, la verja se abrió de par en par, con intenciones de bienvenida.

Un sentimiento de alegría la cubría, una tranquilidad como nunca había experimentado, justo cuando iba a cruzar la puerta, se cerró de golpe en su nariz; Ambos guardianes desenvainaron sus flamantes espadas con intenciones agresivas, uno de ellos le espetó.

—¡Perra del maldito, has dejado de ser una hija de Dios!; ahora tu andar está vedado en este sagrado camino, has sido condenada a las sombras, comerás cenizas y sangre; vagarás eternamente y cuando tu ser se extinga desaparecerás, ¡porque ni Lucifer te recibirá en su reino!

Oscuridad, el camino, los cantos, la verja y hasta los ángeles son devorados por una oscuridad y un vacío que se traga todo su ser.

***

La biblioteca llena de luz incandescente; libros, cientos de ellos. Nicolás, ese maldito cerca y ella con una mordida prensaba la muñeca del vampiro, se aferraba a ella como la única ancla a la vida, como el náufrago al trozo de madera en la inmensidad del mar. Trató de soltarla pero no podía, el sabor y éxtasis eran demasiado como para dejarla, fue el mismo Nicolás quien la apartó, tuvo que incrementar su fuerza, puesto que ella no quería despegarse del brazo que ofrecía tan sustanciosa bebida.

—Basta Mériac, suficiente.

Quedó sentada en el piso, mientras él se incorporaba. Confundida por lo que había pasado. Se supone que debería de estar muerta, pero seguía viva.

—¿Qué pasó?, ¿por qué sigo viva? ¿Por qué mi corazón aún... ?

Tocó su pecho para darse cuenta con terror que su corazón no latía más y no lo haría nunca jamás.

***

—¡Maldito engendro! ¿Qué me has hecho? —preguntó aterrada.

—Te di lo que pediste Mériac. Sólo había dos caminos: morías o recibías la conversión.

Se frotó las manos ahora frías y más pálidas que nunca. Se puso en pie pero cayó de rodillas, un espasmo de dolor la hizo contraerse sobre el piso; vomitó todo lo que tenía en el estómago. Los nervios estallaron y llevaron un dolor que arqueó la espalda, contrajo cada músculo del cuerpo, que comenzaba a morir y renacer al mismo tiempo.

Comenzó a ver una gama de colores como nunca, con la diestra se quitó los restos de vómito de la boca. Con dificultad se puso en pie, sujetó sus sienes, un cambio más. Sentía la mente estallar, como si el cráneo fuera a despedazarse; podía escuchar incluso la sinapsis entre dendrita y dendrita. Las ideas fluían con mayor facilidad, el código de innumerables programas y scripts venían como si fuera dictado; soluciones a problemas que no había podido resolver. Veía el servidor de Nicolás y comprendía todo el proceso del algoritmo con mayor facilidad, se reprochaba por no haberlo roto antes, era algo tan sencillo. Ideas, demasiada información que parecía detonar dentro de la cabeza; golpeaba como si fuera un martillo, cada idea seguida de otro pensamiento y otro y otro, aquello no era una tormenta de ideas sino un huracán de pensamientos.

—¡Basta! —gritó llena de terror—¡Has que pare!

—Estás evolucionando Mériac, cambiando a tu nueva naturaleza, tu cuerpo ahora se acostumbra a los nuevos cambios, yo seré tu tutor en tu nueva existencia.

—Tú... me convertiste en esto... esos ángeles... ya no soy una criatura de Dios... soy, soy.... un monstruo, una aberración a todo cuanto Dios ama... te odio —increpó con desprecio —destruiste mi alma... yo... ¡Te voy a matar desgraciado!

Una furia ingente se apoderó de ella, sentimiento que la impelió a destruir a Nicolás. Sentía el cuerpo caliente y una fuerza titánica recorrerla. La visión se tornó pálida, únicamente veía a Nicolás mientras una sola cosa golpeteaba como mazo el cerebro. ¡Mátalo!

Levantó el escritorio de ébano negro como si fuera una almohada. lo arrojó con fatuos resultados. Le arrojó todo cuanto tenía al alcance y cuando ya no hubo nada más que usar de misil, ella misma se lanzó a despedazarlo con las propias manos.

El puñetazo iba directo al rostro de Nicolás, pero se hizo a un lado, el puño encontró la dureza del ladrillo, dejó un hueco en la pared. Una serie más de ataques continuaron, hasta que perdió contacto con el piso, flotaba y no podía controlar el cuerpo.

—¡Déjame! ¡Maldito infeliz, voy a trozarte en tantos pedazos que tardarán años en reconocerte! Te voy a...

El silencio. Un trozo de madera del escritorio atravesó el pecho justo en el corazón y dejó de moverse.

***

Veía todo pasar, pero no podía moverse. Los músculos no le respondían; escuchaba sonidos pero no los ubicaba, hasta que una voz le habló.

—Es natural, es una condición normal que los chiquillos traten de matar a su sommelier, el cambio es demasiado brusco, pero terminarás por acostumbrarte; estarás conmigo por un tiempo, tus amigos ya recibieron instrucciones mías para cuidar la tienda.

Sintió cómo el trozo de madera se movía.

—Voy a retirar la estaca, pero si continúas con tus infantiles rabietas, te la volveré a colocar y créeme Mériac, no habrá una tercera vez.

El movimiento volvió a ella y miró con cierto recelo a Nicolás.

—¿Sommelier?

—Así es Mériac, toma asiento, te contaré una historia antigua, la historia de la Sociedad Inmortal y de nuestra familia —miró fijamente a la interlocutora—. Todo sucedió hace mas de cinco mil años, con un hombre y un par de homicidios; nuestra historia se remonta a los inicios de la humanidad, te hablaré de la ascensión a la oscuridad del viñador maldito, Natael, el primer vampiro.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora