Hogar

39 3 0
                                    

Roberto No creía lo que esa iniciada le contaba, quince renegados en el dominio, eso ya era una incursión. Pensaban plantarse para tomar la ciudad como lo hicieron en Tijuana y Ciudad de México. Valdus tenía que saberlo con premura, si querían tomar la ofensiva ante una inminente invasión.

—Has demostrado tu lealtad al servir fielmente a nuestro linaje. Serás recompensada por ello —Roberto tomó un par de esferas de aluminio y las hizo girar en su diestra, mientras daba la espalda—. Ahora puedes retirarte, si eres tan amable, tengo asuntos pendientes por resolver y tu presencia me distrae.

Salió para encaminarse al laboratorio de cómputo. Durante ese tiempo pensaba en la suerte de Marcelo y Joshua. Seguramente fueron destruidos esa noche; perdidas razonables por un bien mayor, es lo que se murmuraría en la cava.

***

—In nominis pater, filis et espíritu santi.

El grito de la criatura cimbró la oscuridad junto con aroma a carne y cabellos quemados; Pedro nunca se imaginó que un simple humano tuviera semejante poder. Escuchó leyendas y rumores acerca de ello, pero en sus trescientos años de existencia vampírica nunca presenció el poder que embullen algunos humanos, un poder que hace de simples mortales implacables cazadores de preternaturales, un arma contra las fuerzas de la oscuridad: La Fe.

Minutos después la silueta vestida con una gabardina se alejaba, detrás de él sólo quedó un puñado de cenizas.

***

El clima frío del invierno fluía, entumece a la gente, apurada de un lado a otro en compras frenéticas, para la víspera de un nuevo año. Alegría y felicidad es lo que se huele en el aire, pero para ella no existe ese aroma ya. Sentada en ese mismo café observa cómo beben la infusión negra que anhela, desea.

Hacía un par de meses intentó beberlo, pero en cuanto hizo contacto con el estomago, depuso todo contenido, fue cuando Nicolás le dio una lección más acerca de su nueva naturaleza. Si quería probar de nuevo esa bebida enervante, tendría que hacerlo a través del viñedo.

Llevaba media hora en vigía cuando su presa pagó y se retiro, era el momento; dejó dinero sobre la mesa, tiró en una maceta el contenido de una taza que nunca probó. Avanzó entre la gente sin perderlo de vista. Tarde o temprano se metería en un carro, a alguna calle solitaria o algún lugar donde ella se alimentaría. A seis meses de su abrazo era una experta cazadora; conocía modos, áreas de cosecha y cómo proteger el secreto de la Sociedad Inmortal.

Los ojos brillaron con codicia cuando lo vio doblar una esquina que dirigía hacia la esperada calle solitaria. Los dedos temblaron ante la proximidad de alimentarse. Apresuró el paso cuando el aroma de un grano tostado para crear un fuerte espresso llegó a su agudo sentido del olfato. Estaba a dos metros de esa esquina. Trató de calmarse; «sólo tomar lo necesario, no se precisa de matar al mortal", se repetía mentalmente.

Los colmillos se alongaron. Comería, el alimento ya estaba a la vista y a sólo un par de metros. Sin embargo, una figura que la observó dos cuadras atrás salió intempestivamente justo entre ella y la victima.

—¿Dónde has estado metida estos meses? —preguntó con enojo.

—¡Sofía! —respondió sorprendida.

***

Había pasado medio año desde la última vez que estuvo en El Refugio. No esperaba encontrarse a Sofía. Acarició con nostalgia el mostrador y cientos de recuerdos la golpearon, ahora tan lejanos e inalcanzables. En ese lugar estaba Beto también.

—Bueno verán... he tenido otros negocios y por eso no he tenido oportunidad de venir, incluso pienso cerrar el local.

—Pero... ¿Por qué? Digo, no es el negociazo, pero es tu sueño —repuso Beto

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora