El olor a muerto la impregnaba. Estaba cubierta de restos mortales, polvo y telarañas. Miró hacía arriba, era una escalada de seis metros, un humano cualquiera estaría muerto con semejante impacto. Comenzó el ascenso, la escalada era difícil. No había lugares de dónde sujetarse. Durante diez penosos minutos de subir logró llegar hasta arriba.
—Ahora viene lo difícil —jadeó con resignación.
No pudo encontrar puntos de apoyo para sujetarse y empujar la loza. Trató de imponerse ante el peso, pero el pie izquierdo resbaló sin encontrar un lugar de donde asirse. Cayó de nuevo hasta el fondo.
—¡Me lleva la chingada! —vociferó con rabia.
Miró con furia hacía arriba buscaba algún material de aspecto resistente, pero sólo encontró una piedra. Volvió a subir. Con la roca trataba de hacer pequeñas incisiones en las paredes. Con mayor lentitud, pero más seguridad, logró llegar de nuevo a la entrada.
Golpeteó hasta que logró hacer dos nichos, uno en cada pared lo suficientemente grandes para meter los pies y tener mayor apoyo.
Empujó con la espalda la pesada lápida. Lentamente se movió, una brisa refrescante se coló por la hendidura formada entre la cripta y la lápida. Empujó con mayor determinación, pero sintió algo desgajarse bajo los pies. Miró hacía la derecha y vio cómo la roca comenzaba a ceder ante el peso. Trató de nivelar la presión hacía el otro pie, pero sólo consiguió que esa parte también se debilitara.
Se agazapó y reunió fuerza. Dio un fuerte empujón que hizo a la roca moverse por completo, se formó un espacio lo suficientemente grande para que ella pudiera pasar, pero por desgracia la roca bajo los pies cedió. Cayó de nuevo hasta el fondo, donde ahora los restos de padres, abuelos, hijos, nietos y demás familiares se mezclaban por las caídas de Mériac.
***
—¿Estás seguro de lo que dices? —preguntó preocupada.
—Positivo, nuestros sistemas de medición no pueden mentir —respondió estoico.
—¿Saben dónde se encuentra ahora? —preguntó con un gran suspiro.
—Sí, tenemos bajo vigilancia al objetivo, conoceremos con exactitud cualquier lugar adonde se dirija.
El hombre colocó la mano de manera nerviosa sobre la cacha del arma, recordaba el último encuentro hacía años. El resultado fue bueno; pero, la pérdida de vidas fueron el pago de ese logro, muy probablemente volverían a pagar de nuevo ese precio.
***
Miró la losa, por fin estaba en el exterior, colocó la diestra sobre el mentón y se reclamó a sí misma furiosa:
«¡Demonios! ¿Por qué no utilice telequinesia? Afortunadamente nadie estuvo presente", suspiró Mériac aliviada.
***
Avanzaba por las calles de Little Rock mientras se sacudía el polvo. El aroma era nauseabundo. La gente la miraba con curiosidad mientras ella se dirigía a una tienda a comprar ropa, además necesitaba un baño e información.
La humedad en el aire se tornaba densa. Al mirar las nubes se percató que la lluvia no tardaría en caer. Avanzaba por la Novena Este; como lo imaginaba, todas las tiendas estaban cerradas, tuvo que comprar ropa en un supermercado —para fortuna de ella—, abierto las veinticuatro horas.
Al salir buscó un lugar apartado y solitario, donde cambio la ropa que llevaba por la nueva. Disimuló el aroma con una fragancia barata comprada en el mismo local. Dejó la ropa sucia en un contenedor para basura, revisó dos veces las vestimentas para no dejar ningún documento que la identificara.
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Mériac
TerrorDurante veinticinco años de vida inmortal acompañaremos a Mériac en un recorrido donde conocerá las fuerzas más oscuras de este nuevo mundo. La eterna guerra entre Cruzados y la Sociedad Inmortal, los mitos, las familias sanguíneas que conforman cad...