Una prueba contundente

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—Durante años hemos investigado el significado del mensaje que nos dio por medio de la niña. Al realizar una línea de investigación sobre el término Natael, creemos que se refiere a... —Mériac fijó lo ojos en el sacerdote— nosotros, la raza humana, quienes procedemos en gran parte de los hijos de Adán y Eva que se esparcieron por el mundo. Natael era un nombre muy común entre los nómadas del desierto descendientes de Ismael, el hijo bastardo de Abraham. Creemos que la frase "al beber de él" se refiere a nuestros ritos eucarísticos —ella suspiró aliviada—, ya que mediante nuestra fe convertimos el vino en la sangre del Señor. El mensaje está expresado en un perfecto español, idioma que la niña desconocía. Yo era el joven de la cámara y ayudé a Monseñor Carlo a llevar la investigación y misión hasta el día que se reunió con el Señor, ahora la continuó en honor a su memoria.

El video parecía haber conmocionado también al religioso.

—Lamentablemente, la niña murió a los dos días presa de una terrible fiebre. Esto, señores, es el peligro de La Legión que se nos presenta en diversas y tentadoras formas a lo largo de nuestras existencias. La evidencia fue tomada hace cuarenta años en una región cercana al Tigris.

—¿Y es verdad? —preguntó ansioso un reportero.

—Yo... no puedo obligarlo a creer. Le he mostrado la evidencia, usted decidirá si lo cree o no.

El tipo se puso en pie y se retiró.

—Con gusto responderé el resto de sus dudas; ahora pueden pasar a la sala, donde cenaremos y contestaré sus preguntas.

El sacerdote esperó a que abandonaran la habitación. Recogía las notas, estaba tan concentrado que no percibió la presencia que tenía a no más de un metro. Al percatarse de ella, no pudo evitar el sobresaltarse.

—¡Hija! —se sujetó el pecho por la impresión—, qué susto me has dado.

—Yo... creo todo lo que usted ha dicho —comentó Mériac taciturna.

—Me alegra, recuerda lo que dijo San Mateo, "la verdad nos hará libres".

La mirada de la joven perturbó al religioso.

—Usted no entiende padre... yo... en realidad creo en sus palabras, porque... he visto al demonio.

El sacerdote se apartó de ella con recelo.

—Estoy poseída —dijo categórica.

***

Las palabras no sorprendieron a Sanderti, quien ya había tratado con gente así a lo largo de las exposiciones sobre posesión.

—No te preocupes hija, sólo tienes que llenar esta forma para ayudarte —respondió con una sonrisa.

El sacerdote pasó una hoja con opciones a Mériac para que la llenara, ella tomó los documentos con cierta incredulidad y los leyó en voz alta.

—¿Qué preguntas son estas? Si soy católica, si he participado en talk shows religiosos; si practico juego de rol, cuánta televisión veo al día —miró sin ocultar el enfado al clérigo tras leer las preguntas de la encuesta— ¿Qué se supone que es esto?

—Tienes que llenarlo hija para comprobar si estás poseída o no —repuso con tranquilidad.

—¿Qué le parece si le doy una mejor prueba? —respondió con una amarga sonrisa.

—¿Una mejor prueba? —preguntó Sanderti intrigado y con cierto temor.

***

El sacerdote se veía nervioso. No quería gritar. Un grito podría terminar por desquiciarla. Mériac se encontraba de frente, sólo a un par de metros. Lo tenía encañonado con una Mágnum especial con silenciador.

—Hija... por favor... no creo que sea lo mejor —dijo conciliador.

—Claro que lo es, padre —arguyó con seriedad—, ¿usted quiere una prueba para comprobar que estoy poseída? Bien, pues voy a darle esa prueba.

Cortó cartucho, antes que el sacerdote pudiera evitarlo, Mériac se metió la pistola en la boca y jaló el gatillo.

***

La sangre bañó al sacerdote, esa joven de unos veinte años se suicidó frente a él.

Sacó el celular y comenzó a marcar al 911, pero una voz gutural lo detuvo.

—Tranquilo padre, estaré bien en unos minutos —dijo entre sonidos guturales.

Sanderti dejó caer el teléfono. La joven se encontraba de pie, con la quijada y parte del cráneo destrozado, la sangre fluía por la herida, pero continuaba con vida.

***

—¡No es posible, deberías estar muerta! —inquirió perplejo.

—No es posible que muera. La maldición que corre por mis venas evita que muera, estoy poseída padre y usted tiene que ayudarme a liberarme.

El daño estaba reparado, Sanderti miraba con terror; nunca había visto una manifestación de posesión como esa. Sin lugar a dudas el Demonio habitaba en ella.

—Está bien, te ayudaré... —tomó aire— ven en una semana, necesito tiempo para preparar el ritual —agregó resignado.

—Muy bien, en una semana estaré de vuelta, gracias —concluyó aliviada.

Salió por la puerta, la gente de prensa le abrió paso, ella los miraba extrañada; el silenciador debía haber evitado el sonido del disparo. De pronto se dio cuenta de su error; pero, no dejó de caminar.

«¡Diantre!", miró la blusa ensangrentada «vaya que soy discreta».

***

—¡Mírala! —señaló apurado— ¡Está llena de sangre!, de seguro mató a alguien dentro de esa casa.

—Tienes razón —cortó cartucho— ahora sí tenemos que detenerla.

Su compañero se limitó a sonreír.

***

El camino de regreso a Little Rock era tedioso. Aún le quedaba por recorrer, pero la noche era joven. El sonido del impacto aún le retumbaba en la cabeza. Miró por el retrovisor y vio un vehículo avanzar a gran velocidad hacia ella. Decidió hacerse a un lado para dejarlo pasar.

El impacto la sacudió por completo.

—¡¿Qué demonios?! —gritó furiosa.

Aceleró al percibir que el vehículo se acercaba de nuevo. Aguzó la vista y descubrió que venían armados.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora