La Legión

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Esos minutos le parecieron eternos. Sanderti no retiraba la mirada de ella; ¿sería posible que con sólo verla supiera lo que en realidad era? Dentro de los mitos vampíricos corrían leyendas acerca de la Fe, que imbuía con poderes sobrenaturales a mortales comunes.

La multitud esperaba con ansiedad el documental que sería narrado en vivo por el mismo sacerdote. El sonido del proyector y la luz que iluminó la pantalla la sobresaltaron.

—Tranquila señorita, nada le va a pasar —dijo tranquilamente el compañero de butaca—, estamos ante un profesional.

Ella sonrió tímidamente.

***

Imágenes de cuadros renacentistas mostraban las diversas concepciones del demonio en la pantalla. Desde cuadros donde era vencido por el arcángel Miguel hasta el aquelarre infame de Goya. Diversas manifestaciones de la entidad en formas aviesas, pero al final de cuentas todas representaban lo mismo: el demonio.

—Desde el inicio de la humanidad, hemos tenido todos un enemigo común; ha recibido un sinnúmero de nombres a lo largo del devenir histórico: Bhaal, Asura, Belcebú, Luzbel, Satanás. Así podría continuar con nombres que se le ha dado en diversas creencias a lo largo del mundo y la historia. Su intervención en nuestra vida se da cada día. Es esa pequeña voz que nos inspira a robar, secuestrar, violar y asesinar. Su misión es la de corromper al ser humano. A nosotros que recibimos el más preciado regalo de la creación: el alma.

Bebió agua mientras las imágenes ahora de guerras y crímenes se mostraban una a una.

—Somos el objeto del deseo de los ángeles caídos, nuestro creador depositó en nosotros algo que ni siquiera ellos tienen, el don de la redención. Satanás odia a nuestra raza por esa razón. Por ese motivo se ha dedicado de lleno a llevarnos a un reino de terror y sufrimiento. Con el objeto de apartarnos de nuestro Padre. Durante los primeros años en el seminario fui testigo de la presencia del Maligno en la tierra —los ojos mostraban melancolía—; he presenciado los actos más aberrantes en los posesos, situaciones que han debilitado mi cuerpo, más no así mi entereza por detener al peligro de la humanidad. Al terminar mis estudios en el seminario, decidí unirme a los jesuitas para servir de una manera más activa al plan del señor —hizo una pausa para tomar aire—. Durante mi estancia en la Compañía de Jesús, conocí al abad Carlo, se decía que era un... exorcista.

Un bisbiseo inundó el recinto, el sacerdote había rebelado uno de los secretos guardados por la Iglesia en el más absoluto hermetismo: la existencia de exorcistas ratificados.

—A lo largo de mi vida he tenido contacto con fuerzas malignas. Sólo la fe en el Señor me ha permitido conservar la cordura.

—¿Se refiere usted al diablo? —preguntó alguien con interés.

—Un nombre, el saber el nombre de alguien es peligroso, no sabemos quiénes en realidad habitan los cuerpos de los posesos.

—¿A que se refiere con "quiénes"? —preguntó otra voz desconcertada.

—Nunca un sólo caído posee un cuerpo. Son al menos veinte y responden a un solo nombre... : Legión.

La pantalla se tornó negra, una tenue luz caía sobre Sanderti.

—A continuación veremos un video... las personas que sean susceptibles a imágenes perturbadoras agradecería que abandonaran por unos minutos la sala.

Tras esperar un par de minutos en silencio, nadie abandonó la sala. La pantalla se tornó de nuevo blanca, el video se veía muy antiguo, el sonido de la estática se escuchaba en el recinto. La cámara era colocada en un trípode la imagen en la pantalla se movía de manera brusca junto con el sonido de metal contra metal, tras unos minutos, se estabilizó la imagen y el audio.

La película mostraba una casa de apariencia humilde. Paredes claras con manchones —al parecer— de lodo en unas partes y en otra pintura descarapelada. El camastro que acaparaba la parte central del enfoque estaba desvencijado. Algodón, resortes y demás objetos que conformaban su relleno salían por los costados. Una voz enrarecida en italiano rompió el silencio. Los subtítulos en inglés aparecieron en la parte inferior de la película.

—Grabamos la prueba que pide Su Santidad para corroborar el acto.

En el fondo apareció un sacerdote vestido con las túnicas propias del ritual. En la mano derecha llevaba un libro. Estaba con la mirada fija en la cama. El camarógrafo subió la cámara para tener una visión de lo que había sobre el camastro.

Una joven de aproximadamente quince años se encontraba atada. Parecía victima de un ataque, los ojos en blanco y balbuceaba sonidos guturales. Las ropas rasgadas de una manera indecente mostraban partes de del cuerpo con múltiples heridas. El sacerdote se acercó y comenzó con el ritual.

El agua bendita cortó el aire y marcó una cruz en el cuerpo de la infeliz criatura, que se retorció como si se tratará de ácido en lugar de agua. Cada minuto que avanzaba el ritual se apreciaba el cansancio mental en el sacerdote.

—¡Di tu nombre, espíritu inmundo! —ordenó con firmeza.

—Mi nombre es Legión, porque no soy uno quien habita a este simio, ¡sacerdote hijo de perra!

La cama comenzó a estremecerse y se proyectó contra el religioso que cayó al piso al esquivar el mueble. Las cuerdas se aflojaron —lo suficiente— para permitir a la joven liberarse. Quien manejaba la cámara corrió para auxiliar al sacerdote caído. La joven tomó la cámara y se dirigió a ella con una voz que parecía arrancada de lo más profundo de una caverna.

Has venido aquí, maldita crianza de Natael en busca de respuestas ¡Pues no hay nada para ti! Vienes sólo a contemplar lo que terminará por pasarte, lo que hay dentro de ti. No hay forma de sacarlo. Bebiste de él y con ello ahora pugnamos por apoderarnos de tu cuerpo, dulce vino que ahora amarga tu vientre. Has venido aquí sólo para contemplar lo que depara tu hado final; vengaremos la destrucción de nuestro hermano y tú serás el instrumento de nuestra venganza.

La grabación terminó de manera abrupta y las luces volvieron. Mériac, se agazapó contra la butaca; tenía erizados todos los vellos del cuerpo y temblaba sin control alguno; los ojos eran un reflejo del sentimiento que inundaba todo su cuerpo: miedo.

No tenía la menor duda, sólo faltó que la joven poseída mencionara un nombre: "Mériac". Aquella cosa se había dirigido a ella por medio de un mensaje con décadas de edad. Ellos sabían lo que iba a pasar y ahora estaba donde querían tenerla, sabía qué tenía en el interior y conminaba por poseerla: La Legión.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora