Trabajo pendiente

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—Uno, dos, tres... ¡Aléjense!

La descarga sacudió el cuerpo inerte, era la cuarta vez que llevaba a cabo dicha acción y la mujer no reaccionaba. Golpeó su pecho y trató de reanimarla, al parecer ya era demasiado tarde, había muerto.

El hombre de la camioneta se dio a la fuga, la gente se arremolinaba para ver lo ocurrido, eran cerca de las diez y medía. Los testigos decían que se trataba de un suicidio, puesto que se paró deliberadamente frente al vehículo. El paramédico buscó la cartera para tener una identificación de la joven. Encontró una credencial de estudiante, pero algo no estaba bien. Las fechas no concordaban, si eso era verdad esa joven debería tener cuarenta y dos años de edad; sin embargo, no aparentaba más de veinte.

Recobró el sentido pero permaneció inmóvil, escuchaba demasiados mortales cerca, el ulular de una ambulancia que se aproximaba le produjo algo de tranquilidad; sintió cómo fue levantada en peso y puesta sobre una camilla, escuchó el sonido de un cierre frente al rostro, la cubrieron con una bolsa, oficialmente fue declarada muerta.

El movimiento de la camilla era algo tétrico, escuchaba murmullos y comentarios; "era muy joven, ¿por qué lo había hecho?, No se veía como alguien que tuviera problemas" y demás cotilleos.

El vehículo comenzó a andar, movió lentamente la mano para colocar el índice sobre la cabeza, buscaba el inicio del cierre. Con algo de dificultad logró abrir lentamente la bolsa.

***

Con los audífonos puestos no se percató a tiempo del sonido de la bolsa abrirse, con el rabillo del ojo vio una sombra moverse cerca de la camilla. Giró ligeramente el rostro tan solo para mirar de soslayo. El radio portátil botó la tapa cuando se impactó contra el piso de lámina de la unidad, con los ojos llenos de miedo veía una mano pálida emerger de la bolsa. Se reculó contra la puerta trasera, el terror impedía que pudiera hablar.

La segunda mano comenzó a buscar el cierre para poder abrir completamente la prisión de plástico. Con las dos manos tiró de ambos extremos para poder liberarse. Veía el techo de la ambulancia. Con calma se incorporó, el dolor en su espalda era ingente, tocó las piernas, no podía moverlas; el impacto fracturó algunos discos de la columna, nada que la sangre y esfuerzo no pudieran curar.

Colocó su diestra en la zona lumbar y arqueó la espalda, primero hacia el frente y posteriormente hacia atrás de manera rápida y salvaje. El tétrico sonido de los huesos acomodarse se escuchó con funestos ecos en cada recoveco del vehículo. Sintió de nuevo el movimiento en los pies, ahora estaba bien, bajó la mirada y vio al paramédico hasta el fondo, lleno de horror.

Preocupada por salir y recuperarse, no reparó en que no estaba sola. Buscaba la forma de salir de esa situación, era un inocente situado en un mal momento, en un mal lugar. Clínicamente estaba muerta, el corazón dejó de latir por un largo espacio de tiempo, era imposible que estuviera viva, sentada y a punto de hablarle.

—N...o es po...sible —musitó horrorizado.

Ella miró la cartera sobre uno de los asientos; por desgracia no se encontraban las gafas.

«Definitivamente, necesito lentes de contacto», vituperó la discapacidad visual.

Ese paramédico sabía quién era gracias a las identificaciones en la cartera. Aún no tenía suficiente poder como para borrarle la mente; tenía que pensar en algo y rápido.

—T...ú corazón no la...tía, yo mismo lo com...probé.

«Asesinarlo para proteger a la Sociedad Inmortal", pensó «Por un simple error ese hombre no merece morir; recordó las palabras del sommelier: "Tus errores costaran vidas"».

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora