Escapando

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Metió el pie hasta el fondo del acelerador. No tenía idea de por qué la seguían. La ciudad aún quedaba a varios kilómetros. Recordó una vieja maniobra vista en una película.

Sujetó con firmeza el freno de mano, lo accionó al tiempo que giraba el volante hacía la izquierda; el automóvil dio una vuelta de ciento ochenta grados con violencia. Sin dejar de acelerar liberó el freno para ir contra sus agresores.

La acción fue sorpresiva, tomó desprevenidos a los perseguidores. Trataron de evitar la colisión, pero era demasiado tarde, ambos vehículos se impactaron de frente.

***

El sonido del metal resonó con ecos salvajes; la bolsa de aire lo salvó de morir al evitar el impacto contra el tablero, pero el dolor recorría la espalda. Con la diestra buscó el seguro del cinturón. Logró liberarse con dificultad. La puerta se abrió entre sonidos de metal contra metal. De soslayo miró el cuerpo inerte del pasajero, no había tenido tanta suerte como él.

Le dolía el costado, un par de costillas rotas por lo menos. Se encontraba sentado, recargado contra el vehículo, trataba de recuperar fuerzas cuando recordó el peligro en el que estaba.

La pistola se encontraba a un lado. Trató de levantarla, pero una bota negra la pisó. Al levantar la mirada vio a esa mujer. La ropa ensangrentada y rasgada, cortes producidos por metal y cristal le tatuaban el cuerpo. Largos y pronunciados ríos bermellón recorrían la piel al descubierto donde antes había ropa, las gafas estaban deformadas, pero aún conservaban los cristales.

—¿Por qué me seguían? —demandó.

—Ma...ldito engendro, crees q...ue puedes esc...apar —musitó debido al dolor.

—Ya lo hice —repuso con una sonrisa—, tengo tiempo suficiente para irme.

—Te ... equivo...cas, antes de se...guirte dimos alerta de ... tu presencia.

—¿Quiénes son? —preguntó nerviosa.

El sólo sonrió.

—¡Maldita sea! —lo levantó en peso y miró directo a los ojos— Dime todo lo que sepas ¡Dímelo! —conminó con rabia.

—Es...túpido engendro, estás acabado.

Mériac soltó al hombre y salió de la carretera. A lo lejos pudo ver un bosquecillo, decidió internarse en él; prefería lidiar con un licántropo que con esos mortales.

***

Caminó durante media hora. Los sonidos del bosque le eran desconocidos. La última vez que había tenido tanto contacto con la naturaleza fue en el bosque de La Primavera y de eso fue cuando aún era mortal. Los árboles, la bruma que se esparcía bajo los pies, el sonido de diversos animales; de pronto un aroma familiar, muy peculiar: el aroma de la sangre humana, un mortal cerca.

Avanzó con cautela, podría tratarse de esos humanos o de un inocente, y no deseaba ser la responsable de una muerte innecesaria. El sonido de los pies contra la hojarasca rompía el silencio armonioso. Sólo esperaba que el mortal no la descubriera antes que ella a él.

Tras unos minutos de lento andar vio una casa rodante, probablemente el hogar del mortal que había percibido. Avanzó con cautela. La puerta se encontraba a medio abrir. Sacó el arma y terminó de abrirla con el cañón.

Oteó el ambiente, el aroma de atún y cerveza golpeó el olfato, terminó por adentrarse; vio una cama vieja y desgastada. Por una ventana vio pieles de animales colgadas.

«Un cazador", pensó.

Escuchó el sonido de pisadas aproximarse a la casa rodante y se escondió bajo la cama.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora