El Bhurak

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—El año de 1453 resultó ser un buen año para la familia Vasconcellos, mi familia. Venecianos dedicados al comercio del vino, los tres hijos mayores manejaban el negocio familiar que consistía en una pequeña flota de tres fragatas, el mayor además cuidaba de una parcela vitivinícola ubicada en las cercanías de La Toscana; dedicados por generaciones al cultivo del merlot, cepa generosa y noble, que crece con las bondades del clima mediterráneo, inviernos agradables y cálidas primaveras proveían la concentración de tánidos y azúcares, que matizaban con sabor, cuerpo y aroma al mosto que reposaba en finas barricas de roble procedente de los bosques en Chardonnay. Durante el estío disfrutábamos las delicias enológicas de nuestros frutos, probábamos los vinos jóvenes durante generosas cenas familiares, donde las vendimias se prolongaban hasta el amanecer. Éramos notables sommeliers también y al parecer el negocio crecería con el comercio existente entre Grecia y la ribera francesa.

"Yo era el menor de la familia y me dediqué al arte. Era un buen pintor, mis hermanos pagaron con gusto la carrera en la mejor escuela de Milán. La posición de nuestra familia dentro de la sociedad florentina era privilegiada. Tener a un artista daría mayor prestigio a nuestro nombre.

"Fue un buen año 1453 para los Vasconcellos, el último año al lado de mi familia".

***

—Una temporada de sequía y el ataque de varios piratas protegidos por los nobles de Estambul medraron nuestras arcas, al punto de dejarnos al borde de la ruina; pensé en dejar la pintura para ayudar en casa, pero llegó una invitación, un concurso para participar, el premio era tener un mecenas; una aristócrata francesa de nombre Regina Dummont.

"Preparé todas mis cosas y partí en un barco de la familia hacía Coust d'azur; donde mi hermano mayor entregaría un pedido de vinos a la corte, que tenía una fiesta en esa región, así que aproveche para irme, un beso lleno de amor y un adiós animoso fueron la última despedida de mis padres.

"Participamos alrededor de veinte artistas, algunos ya de talla profesional, vividores en busca de la dolce vita conocí a Regina, una mujer hermosa llena de talentos, ella era como un ángel. Me sentí afortunado sólo de contemplarla. Mientras todos dibujaron paisajes y desnudos, yo la pinté de memoria; su figura se grabó con fuego en mi mente.

"Fue una larga semana en la que escrutó cada cuadro. Al ver el mío se impresionó, fui seleccionado de inmediato, tenía un mecenas y viviría en la ribera Francesa, ¿acaso un joven pintor de veinte años puede pedirle más a la vida?

"Pasé largos meses junto a ella, pintaba por doquiera que partíamos, Regina tenía como hábito viajar, pero siempre de noche. En cierta ocasión la escuché discutir con un religioso, habló de excesos y de cuidar la sociedad, al salir lo reconocí, era el cardenal griego Dimitros Damasco.

"Esa noche Regina se acercó y me observó con detenimiento, como si me estudiara; la mirada me incomodó, me sentí como ganado a punto de ser comprado.

—¿Pasa algo malo, mon madame? —pregunté con temor.

—¡Ese Andamid está en un error de juicio, yo nunca me equivoco! —comentó con enfado— ¿Acaso creé que puede venir a decirme qué hacer?

—¿Andamid? —pregunté confundido.

—Sólo porque le ofrecieron pertenecer al Gran Consejo cree que puede venir a mi refugio a decirme qué puedo o qué no puedo hacer—su mirada estaba llena de orgullo, pero sobre todo de furia— ¡Tengo una posición privilegiada en la familia, se me deben favores! ¡Yo decido cuándo y a quién convertir!, ningún miembro de otra familia puede venir a decirme qué puedo o no hacer —culminó con desenfado mientras agitaba las manos por encima de su cabeza.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora