Acuerdos

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—¿Pe...pe...pero por qué toda la farsa? —preguntó Mériac con miedo— Se supone que es capaz de destruirnos a todos, eres un Dios.

—Ustedes creen todo lo que les dicen, pero tienes razón, mi poder es enorme. Podría destruir a los más ancianos y a todos sus hijos, pero en una guerra contra todos, incluidos lucares, brujos, humanos y demás preternaturales, desconozco el resultado.

—¿Y las visiones que tuve del futuro? —preguntó Mériac.

—¿Visiones del futuro? —rió—. Mériac, pequeña, eso sólo fue un posible futuro, una realidad que bien puede suceder en otro plano; una vida alterna si hubieras contestado el correo de Jessica; son meras posibilidades dentro del infinito universo de posibilidades.

—Su Altísima Excelencia ¿Pretende entonces destruir a toda la sociedad inmortal? —repuso Mériac.

—Así es, destruiré a todos e iniciaré todo. Crearé nuevos vampiros a partir de humanos menos enfermos. Depuraré a la humanidad; el momento ha llegado.

Cayó al piso. El sonido del cuerpo inundó la habitación. Ambos preternaturales miraban con recelo; con extrema precaución se acercaron.

—¿Qué está pasando? —preguntó Mériac.

Ante ellos estaba un cuerpo momificado. Nicolás miró a la joven; sacó un control remoto, pero no funcionó. Corrió hacía la puerta para abrirla a pedazos si era preciso.

—¿Qué esperas, estúpida? —gritó lleno de angustia— ¡Ayúdame a abrirla!

—¿Qué? —preguntó Mériac desconcertada.

El piso bajo ellos comenzó a temblar. El movimiento hizo que ambos cayeran. Sonidos de roca, concreto y acero colapsarse, inundaron el recinto; el piso comenzó a desquebrajarse y agrietarse hasta que cedió, una mano apareció entre el escombro; ambos sempiternos se recularon contra la puerta cuando lo vieron emerger de las entrañas terrestres.

***

—¡El tiempo ha terminado; han abusado del Don Oscuro, se han convertido en demonios depravados! Dormí siglos, creí que al despertar habría un cambio en ustedes. Ahora veo que debo corregir mi error.

—Pe... ro eso significa la pérdida de vidas humanas —repuso Mériac.

—Siempre hay un pago de sangre.

Se escucharon varios disparos; Nicolás tenía un arma en la mano, había vaciado el peine. Lanzó el arma a un lado y cargó contra Natael. Todo pasó rápido; Mériac escuchó algo que cortó el aire y vio el torso superior del sommelier cerca del agujero por donde emergió Natael; mientras que las piernas permanecían frente al Padre Oscuro.

—¿Ves a lo que me refiero, pequeña Mériac?, son unos mocosos impulsivos y estúpidos —se quitó los perdigones de N-0 que ni siquiera penetraron un par de milímetros la piel sempiterna— ¿Creyeron que podrían detenerme? Sólo quedamos tú y yo.

***

—Excelentísimo; por favor, no lo haga. Morirá gente inocente en el proceso; demasiada, y nada garantiza que resulte. Después de todo ni siquiera usted puede ver el futuro con claridad, las posibilidades pueden ir en contra y llegar a una realidad peor.

Sonrió mientras se acercaba a ella.

—Deberías agradecerme por lo que pienso realizar; tú misma deseabas tanto volver a ser mortal; ¿recuerdas en Guadalajara cuando guardaste esa joya en tu interior; yo comprendí el dolor y la ansiedad por regresar a tu forma humana?

—¿Ya me conocía, Excelentísimo? —preguntó agobiada.

—Así es, pero ese no fue nuestro primer encuentro; la primera vez que nos vimos estabas envuelta en humo. Tu cuerpo ardía y se descarnaba ante la caricia del sol.

—Entonces... —abrió los ojos perpleja— fue usted quien me rescató del sol aquel día en la mansión Volvalio —musitó aturdida por la revelación

—Eres muy inteligente, pequeña ¿Qué harías tú para evitar la destrucción de la humanidad? —inquirió con curiosidad.

—Yo... bueno... este... yo... mmm.

—Es fácil criticar, pero no lo es tanto el dar soluciones.

Angustia y temor la atosigaban. Tenía la oportunidad de evitar una hecatombe, pero no tenía ni idea de cómo convencer al Padre Oscuro.

—Excelentísimo... no tengo respuesta... desgraciadamente tiene razón, pero si realiza su plan tarde o temprano volveremos a lo mismo y tendría que repetirlo, tantas veces como humanos y vampiros existan; está en nuestra naturaleza, así somos —guardó silencio y se atrevió a lanzar el comentario—. Además, si estamos así es porque... —guardó unos segundos de silencio, cerró los ojos y terminó— usted mató por venganza, incluso usted cayó en la tentación de matar por placer.

***

Sólo le restaba esperar el golpe o mordida, cualquier cosa que pasara, pero que ocurriera rápido. Abrió los ojos, Natael sonreía.

—Eres muy valiente... o muy estúpida. Pero tienes razón, volverían a lo mismo, una y otra vez. Les advertí a mis hijos en las ruinas de Kish que no convirtieran a nadie y desobedecieron. Entonces ¿Qué sugieres, pequeña?

—Que nos permitas continuar con nuestro destino; si lo que deseamos es la destrucción, entonces permítenos destruirnos o en caso contrario elevarnos y avanzar por un bien común. En cualquiera de los dos casos, que sea nuestra decisión.

—Libre albedrío —respondió con nostalgia.

—Exacto; tú lo tuviste ¿Por qué nos lo niegas entonces? Déjanos ser nuestros propios benefactores o verdugos; danos la libertad, es nuestro mayor tesoro; tú más que nadie debe saber lo que es el peso de la esclavitud y cuánto se anhela la libertad.

Natael guardó silencio, recorrió la habitación, pensaba, analizaba las palabras de la joven. No tendría más de cuarenta años de vida; un suspiro comparado con los milenios que tenía. Recordó noches llenas de angustia, largas cacerías en busca de sangre; batallas nocturnas en busca de poder, asesinatos de hermanos, padres e hijos. El mundo no había cambiado desde que él lo conoció en tiempos de Zuqaqip; no era ni más sabio o salvaje. El fuego dio paso a la roca; la roca al hierro; el hierro al acero; el acero a la pólvora; la pólvora a la energía nuclear; la energía nuclear al láser y así continuaría esta larga evolución de formas para asesinarse mutuamente.

—Tienes razón. Volveré a descansar, pero regresaré el día que mis hijos despierten.

—Gracias Excelentísimo —comentó aliviada.

—Te daré dos regalos, pequeña —agregó con tranquilidad

—¿Perdón? —preguntó atónita.

Avanzó hacia Jessica y usó lo único que podría abrir esa piel sempiterna; sus colmillos. Abrió una leve herida en la muñeca. La sangre bañó los brazos pecho y rostro de la mujer.

En cuestión de segundos, el daño hecho fue corregido; pero aún permanecía en coma.

—No tardará en despertar —agregó ante los ojos asombrados de Mériac.

Avanzó hacía la joven vampira y la tomó por los hombros. La acercó a él; quiso resistirse, pero fue imposible.

—Busca a Hanev Kal; vive en Estambul, dile que Natael quiere cobrar el favor que le prometió en Kurbel.

La alejó, avanzó hacía la puerta de seguridad. Con un golpe del puño la costra de acero fue destruida.

—Una cosa más, pequeña Mériac —dijo antes de cruzar el umbral—. Nunca más me vuelvas a hablar así —advirtió categórico.

—Sí...Excelentísimo —respondió con nerviosismo.

MériacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora